Tornado

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39: Tornado

(Almendra)

La ceremonia de cremación fue sencilla. Los restos de mi papá los tiramos al cerro, él quería ser libre, esa había sido su última voluntad.

Francisco Javier duró tres semanas con dolores casi indescriptibles. La bala alojada en el pulmón muy cerca del corazón, le producía muchos dolores y el riesgo de muerte inminente. Quizá pudieron operarlo, quizá no; al parecer, el médico tratante, no quiso hacerlo. La única vez que lo visité, las enfermeras se veían bastante indolentes con él, claro que las acusaciones de pedofilia eran de conocimiento público.

De Fabiana no supe más, seguramente, al ver que las fechorías de la familia saldrían a la luz, prefirió escapar a pagar con cárcel sus maldades.

El esposo de Elena fue asesinado por sus amigos. Al darse cuenta de que los habían pillado y que ese tipo iba a imputarlos a ellos, se tomaron la venganza y la justicia por su propia mano. Luego se dieron a la fuga, no sin antes asegurar que jamás se volverían a acercar a nosotros. Yo creo que don Alfonso los dejó escapar o que incluso hasta hizo un trato con ellos.

Casi un años después, me propuso matrimonio.

―¿No será muy pronto? ―dudé.

―¿Pronto? Por favor, he esperado mucho tiempo ya, yo te hubiese pedido matrimonio el día que te conocí.

Me reí de él.

―¡Mentiroso!

―No soy mentiroso. Es la verdad. Contesta, ¿te quieres casar conmigo o me busco a otra?

―¡Oye! ―reclamé―. Fresco.

Me abrazó de la cintura y me besó con pasión.

―Dime, Almendra Ríos, ¿te quieres casar conmigo?

―¡Sí! Claro que sí, tontito ―le respondí.

Nos volvimos a besar.

Él me había ido a buscar al campo. Al final, yo había escogido un sitio justo al lado de su casa, que ya se encontraba con flores ornamentales y con algunos árboles frutales. Así es que después de aceptar su propuesta de matrimonio, me llevó a su casa, a la que había sido su habitación y a la que me había llevado algunos fines de semana a dormir. Nos quedamos toda la noche encerrados, festejando nuestro amor con nuestros cuerpos.

Al día siguiente, como solía sucederme, desperté adolorida; no me importaba, quedar molida por hacer el amor era más gratificante que estar así por cualquier otro motivo.

La noticia la recibieron todos con suma alegría y Magdalena se ofreció a ayudarme con todos los preparativos. Amelia se acercó a hablarme poco después.

―Yo quería pedirte disculpas ―me dijo y yo no entendí―. Por lo mal que me comporté al principio, cuando nos conocimos ―explicó.

―Ah, no te preocupes, ya pasó.

―Yo creí que estaba enamorada de él.

―No te preocupes, ya pasó, ya fue. Además, te entiendo, Bastián es relindo así que, ¿quién no se va a enamorar de él? ―intenté bromear.

―Sí, pero ya sé que fue un amor de cabra chica.

―Fue un amor platónico, todos hemos sentido eso alguna vez.

―Sí.

―Ojalá encuentres tu verdadero amor, pero no pronto, primero tienes que estudiar, trabajar y después viene el amor.

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