26: Sospechoso (Bastián)

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Eso ya se estaba saliendo de control.

―Don Alfonso... ―Fue todo lo que logré articular.

―Tranquilos, ellas no tienen nada que ver ―dijo don Alfonso.

―Lo sabemos, y no les haremos daño, si ustedes se quedan tranquilos y nos dejan ir.

―Bien lo dijiste, no tengo pruebas contra ti.

El que estaba frente a nosotros le hizo un gesto a su compañero y se fueron apresurados en un auto enchulado que se acercó y se los llevó.

Las dos mujeres corrieron a nosotros. Magdalena se abrazó a su papá y yo recibí en mis brazos a Almendra, quien se largó a llorar.

―Ya pasó, ya pasó, tranquila.

―Subamos para que pasen este mal trago ―dijo el papá de mi amigo.

Ambas chicas lloraban a sollozos. En cuanto nos vieron los que habían quedado arriba, se acercaron para saber qué había pasado y por qué iban tan mal las niñas.

Les contamos lo ocurrido.

―Viejo, no nos metamos en este asunto, casi perdimos a un hijo, podríamos estar lamentando otra tragedia; no vale la pena. Tú sabes que los casos de drogas están cubiertos de corrupción ―le suplicó la señora Ignacia a su marido.

―No te preocupes, que no haré nada y no dejaré que Gustavo continúe en ese caso, sea cual sea.

―Es lo mejor, esa gente no se detiene ante nada.

―Esperemos que ahora sí y se alejen de nosotros.

―Sargento Mardones ―le habló un policía recién llegado.

―Dígame, oficial ―le dijo acercándose al uniformado.

―Necesitamos interrogarlos a usted y a su familia ―le indicó como avergonzado.

―En este momento no estamos en condiciones, ¿le parece si vamos a la comisaría por la tarde?

―No hay problema, señor.

―Gracias.

Don Alfonso se acercó a nosotros y nos juntamos en un círculo.

―Vamos a ir a almorzar todos juntos para ponernos de acuerdo en lo que diremos ―anunció.

Todos aceptamos.

La pequeña familia de Elena se encontraba en un rincón, sentada, por su expresión, parecía que discutían. Don Alfonso se acercó a ellos. Yo le seguí.

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