28: Trabajos (Bastián)

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Abrí los ojos sin ganas. Se sentía tan bien estar así, abrazado a Almendra, hundido en ese cojín gigante que nos cobijaba como si nos abrazara.

―¿Cómo dormiste? ―me preguntó.

―Como hace mucho no dormía, ¿y tú?

―Bien. Muy bien. Me voy a bañar.

―¿Te acompaño?

―Si quieres...

Se salió del confortable almohadón y yo, sin ganas de salirme, aunque sí de estar con ella, la seguí.

Después del desayuno, nos dirigimos a la clínica. Nos dejaron entrar de inmediato, la familia ya se encontraba allí y Gustavo estaba sin la sonda que lo alimentaba.

―Vaya, sí que estás bien, amigo, pensé que estarías peor.

―Ya ves, soy más porfiado que la muerte.

―¡Hijo! ―reprendió la mamá.

―Perdón, perdón, mamita, ya sé que no te gusta que bromeemos con esas cosas.

―Con eso no se juega, menos en estos momentos.

―Ya, perdón, ¿y ustedes? ¿Cómo es eso de que "profesionalmente estamos peleados y personalmente estamos juntos"? ―nos preguntó con una cuota de recriminación.

―Ah, te acuerdas ―replicó Almendra, avergonzada.

―Estaba con sonda en la boca, no en las orejas.

Nos reímos de su ocurrencia.

―Ya, exijo una explicación.

―Siempre y cuando tú nos digas qué te traes con Roxana y por qué no me contaste.

―El doctor dijo que no podía hablar mucho.

―Mira qué conveniente.

―Si te molesta, habla con mi médico.

Largué una risotada.

―Ya vas a poder hablar y me vas a tener que contar todo con lujo de detalles, ahí nos pondremos al día y yo te contaré lo mío con Almendra.

―Tú puedes hablar, así que cuéntame.

―Me querrás hacer preguntas y no puedes hablar.

―Almendra. ―Gustavo la miró como pidiéndole explicaciones.

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