34: El Amor (Bastián)

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Después de la conversación entre Magdalena y Almendra, pensé que tal vez debería hablar con Amelia. Era cierto que yo sabía que ella sintió una cierta atracción hacia mí, pero eso había sido hacía varios años, cuando ella tenía trece y yo veintitrés, por lo que lo consideré un capricho de niña pequeña y supuse que había quedado atrás luego de hablar con ella y con Gustavo en aquella ocasión.

Los días siguientes fueron de calma y tranquilidad, tanto Gustavo como Elena evolucionaba bien, lo cual era un motivo de alegría para todos nosotros, aunque todavía no encontraban pruebas suficientes para inculpar al esposo de Elena, estaba en investigación; de todas formas, él era el único sospechoso. De los otros dos tipos, no se había sabido nada, desaparecieron de la faz de la tierra.

De la familia de Almendra tampoco tuvimos noticias, al parecer, el que don Alfonso se hubiera enfrentado al papá de ella, le había hecho recular y no había vuelto a buscarla.

Por otro lado, Almendra y yo estábamos muy bien, me quedaba con ella cada noche y durante el día manteníamos nuestras rutinas de trabajo.

Una noche, tras volver del trabajo, sirvió dos copas de vino y me hizo sentar en la salita.

―Tenemos que hablar ―me dijo muy segura de sí misma.

―Tú dirás, espero que no quieras terminar conmigo ―bromeé un tanto nervioso.

―Tenemos que hablar de negocios.

―Ya.

―Yo debo comenzar con la plantación de flores, hacer los arreglos y todo para echar a andar el campo, así es que tenemos que ver cómo lo vamos a hacer.

―Yo te dije que me iba a ir de allí, solo necesito un poco de tiempo.

―Y yo te dije que yo me iba, que tú ya tienes todo tu cuento armado, hasta lo inauguraste; yo tengo que empezar de cero, así es que soy yo la que tiene que irse, pero quiero saber si me lo cambias por otro terreno o me busco uno nuevo y me devuelves el dinero.

―¿Estás segura de querer irte de allí?

―Muy segura.

―Mañana podemos ir a recorrer los lotes que me quedan para que decidas, ¿te parece?

―Sí, me parece.

―¿De verdad quieres hacerlo?

―¿Mi campo?

―No, irte de allí.

―Es lo mejor para ambos.

―No te molesta?

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