2001
-Te quiero, Jaz-
-Te quiero, Flor-
-Prométeme que no me vas a dejar nunca-
-Te lo prometo-
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Jazmín se despertó agitada tras un sueño. Se encontraba rara, pues más que un sueño parecía un recuerdo de su pasado, un pasado que hasta hacía un día daba por cerrado, pero que su regreso a casa podía a conllevar a que eso cambiara.
Miró a su alrededor y se dio cuenta que todavía se encontraba en el avión. Trató de despertarse bien, para luego observar por la ventanilla que estaban por llegar a tierra. Enseguida se confirmó la cercanía cuando avisaron sobre un eminente aterrizaje.
Ya estaba en suelo argentino. De vuelta a casa. En menos de quince minutos ya se encontraba recogiendo sus maletas y haciendo el papeleo. No sabía bien si alguien la esperaría a la salida del aeropuerto, hacía años que no venía y tampoco era que había dejado muchos amigos atrás.
Salió sin esperarse a nadie, cuando de repente del medio de toda la multitud de personas un cartel con su nombre se hacía paso. Frunció el ceño extrañada, ¿Quién podría ser? Al caminar un poco más su sonrisa se hizo de inmediato. Ahí estaba frente a ella su mejor amigo.
Ya Javo no era aquel chico flacucho que ella tenía en su memoria. Era todo lo contrario, ahora poseía músculos y una cara de galán que seguramente dormía a todas las chicas del vecindario. No pasó ni un segundo de verse, cuando los dos amigos ya estaban abrazados.
-Cacho, cachito. Dios, Juanca, que grande estás- le dijo Javo usando esos apodos que él solo podía usar
-Ah, Grace. Como te extrañe, amigo- le dijo Jaz poniendo voz de dibujo animado.
Ambos se conocían desde el instituto, y su amistad no tenía fin. Javo sabía casi todos los secretos de Jaz, incluyendo sus peculiares gustos. Grace y Juanca eran inseparables.
-¿Cómo has estado, Juanca? Cuéntame todo- le dijo ansioso
-Eso lo haré, pero a su debido tiempo. ¿Y vos?-
-¿Yo? Aquí como siempre ¿No me ves?- dijo con un tono burlón
-¿Y el restaurante?- preguntó curiosa.
-Es mío- dijo con una amplia sonrisa
Jaz se lanzó sobre él y lo abrazó bien fuerte. Si algo sabía ella era que conseguir ese lugar era el sueño de su amigo, debido a que desde pequeño Javo quería ser un chef de prestigio.
-Pero vos, cuéntame de vos. Ya sé que eres una artista internacional de gran prestigio- dijo pícaro
-Sí, eso parece- dijo la colorada jugando
-…Y que tienes una novia que es un pedazo de rubia que...- dijo refiriéndose a Elena. Ambas eran noticias en varias revistas.
Jaz lo paró en seco -No, no sigas por ahí porque vas mal. Tenía una novia preciosa, ya no tengo nada-
-Eu, ¿Y eso? ¿Te dejo?- sorprendido
-Más o menos. Es una historia complicada- dijo seria
En ese momento recordó el asunto que realmente la había hecho regresar
-¿Cómo está mi padre? ¿Es cierto que está tan mal?- preocupada
-Hay días que está mejor, pero ya sabes cómo es eso-
-Dios- dijo llevándose las manos a la cabeza -¿Por qué nadie me dijo nada antes?-
-Él no quería. Ya sabes que cuando te fuiste no tenían la mejor de las relaciones- dijo Javo muy serio
-Sí, ahí tienes razón. Nunca me perdonó-
-Siempre fueron diferentes. Y más después de... Bueno, ya sabes- dijo Javo
-Sí, ya sé- dijo Jaz recordando muy seria
Al ver su cara de tristeza Javo la cargó en peso para mejorar su ánimo, haciéndola reír a carcajadas. Eran el centro de atención de todo el aeropuerto.
Juntos salieron de ese lugar y se dirigieron a la vieja camioneta de Javo. Era la misma que tenía desde que era un adolescente.
Julieta se sentó en el asiento del copiloto y suspiró -Dios, tu vieja camioneta. Que recuerdos- nostálgica
-Sí, sobre todo en el asiento trasero. ¿No, Cacho? ¿Cuántas veces te la chapeaste allá atrás?- riéndose picaresco
La cara de Julieta se puso seria al recordar su más oscuro fantasma del pasado. Enseguida Javo notó su amargura y dejó las bromas. Hubo un minuto de silencio hasta que Jaz decidió hablar.
-¿Ella está ahí?- preguntó mirando hacia afuera
Javo asintió con la cabeza y puso en marcha la camioneta
-¿Siguió con su vida?- preguntó la colorada sin estar segura de querer oír la respuesta
-¿Estás segura de que quieres saber?- le dijo Javo
Esta se llevó los audífonos al oído y puso música, indicando un no como respuesta. De esta forma hizo el viaje en silencio observando todos los paisajes a su paso. Finalmente llegaron a Quilmes, su hermosa ciudad, en la cual había nacido pero en la que ahora se sentía una extraña. Era una extranjera en su propio país.
Tras un camino de media hora más o menos Jazmín divisó el comienzo de su barrio. Era como una pequeña ciudad. Todos se conocían y vivían en comunidad. Allí, al fondo de la calle se encontraba aquella casa en la cual había nacido.
Sintió su piel congelarse por un segundo solo de pensar que tenía que volver a pisar ese lugar. Se quedó parada sin hacer un movimiento delante de la casona. Javo sabía de los miedos de su amiga y en señal de ánimos le dio un pequeño toque en el hombro
-Todo va a estar bien- dijo y la colorada asintió.
Los dos amigos se dispusieron a entrar a la gran casona. Al tocar el timbre fueron recibidos por una pintoresca señora. Llevaba el cabello recogido y aparentaba tener unos 60 años. Al reconocer a Jazmín, la señora se lanzó sobre la colorada abrazándola muy fuerte.
-Ah, mi niña, volviste. La señorita volvió a casa-
Jaz apenas sin poder respirar por el agarre de la señora, logró decir unas palabras
-Mona, yo también te eché de menos... pero.... no respiro-
Enseguida aquella señora la soltó y la comenzó a observar orgullosa de arriba a abajo.
Mona era la sirvienta de la casa. Había vivido allí junto a la familia casi toda la vida, ya era parte de ella. Mona había criado prácticamente a Jaz, debido a que su padre trabajaba mucho y no tenía tiempo para ella.
Era normal que la señora la comenzara a tratar como una niña, pues la veía aun así. Tras un rato abrazada a su sirvienta, Jaz alzó la vista hacia las grandes escaleras que daban al segundo piso.
Al percatarse de su mirada, la sirvienta se percató de sus pensamientos.
-Sí, él está en su habitación- refiriéndose al señor Ernesto del Río, su padre
-Él... ¿Él está tan mal como me dijeron?- preguntó con miedo
-A tenido mejores tiempos- dijo la señora -Ve-
Jazmín la miró insegura, con miedo -¿Él me querrá ver? ¿Me perdonó?-
-Eso solo lo sabe él. Pero creo que se pondrá feliz de verte- dijo con una dulce sonrisa
Jaz miró a Javo y a Mona con miedo. Tragó en seco y se dispuso a subir las escaleras.
En menos de un minuto ya estaba frente a la puerta de la habitación de su padre. Tocó con delicadeza para no despertarlo, pero al no recibir ningún permiso procedió a entrar.
Al entrar ahí estaba él. Tan canoso como siempre y con esa cara recta. Se veía diferente, estaba pálido y delgado, y estaba conectado a una máquina que lo mantenía con vida.
Jaz no pudo evitar llorar ante semejante escena. Su padre, quien siempre lo había visto como un hombre fuerte, ahora estaba ahí postrado en una cama, dependiendo de una máquina para poder respirar.
Se acercó lentamente, con temor a despertarlo y una vez frente a su cama, comenzó a llorar sin parar.
-Perdóname, papá- decía arrodillada en el suelo frente a la cama
-No estoy muerto aún- dijo el anciano
Jazmín abrió los ojos sorprendida para encontrarse a su padre con la mirada fija en ella
-¿Tú qué haces aquí? ¿Quién te avisó?- preguntó muy serio
Jaz se quedó en silencio sin saber qué decir. La presencia de su padre siempre le había causado un poco de miedo debido a su rectitud
-Seguro que fue Mona. Esa vieja chismosa. Debí echarla hace años- furioso
-No, no fue ella- dijo Jaz -¿Pa, estás bien?-
-No me llames así. Sabes muy bien que perdiste ese derecho hace tiempo-
-Soy tu hija- exclamó Jaz muy seria
-Lo dejaste de ser desde aquel día en que... - el anciano apretó los brazos
-Ernesto, vine a hacer las paces- comportándose como la mujer que ahora era
-¿Las paces? Eso significa... ¿ya no estás enferma?-
-¿Enferma?- confundida
-Sí, ya sabes. ¿Ya no tienes esa desviación en tus gustos?-
-Si te refieres a qué si me siguen gustando las mujeres... si, todavía me gustan. Eso no es una enfermedad, es mi preferencia- dijo a la defensa
-Para mí lo es. Es una enfermedad del demonio. Que alejó a mi chiquita de mí- dijo dolido
Al oír esto Jaz se acercó y tomó su mano
-Papá, yo no me he ido. Estoy acá, contigo. Y siempre lo voy a estar. Lo único que tienes que hacer es aceptarme tal y como soy-
-¡Nunca! ¡Mi pequeña Jazmín murió el día en que decidió tirarse a esa cualquiera!-
-¡No hables así de ella! ¡Ella no es eso que dices! ¡No tienes ni idea!- alterada
-¿Qué pasa? ¿Qué aún te gusta esa zorra?- dijo soberbio
Jaz lo miró muy furiosa y salió de la habitación rabiando -No sé ni para qué vine- cerrando las puerta de un tirón
Bajó las escaleras furiosas y se metió en la cocina, donde Mona la calmó como acostumbraba a hacerlo de pequeña.
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Código Postal... Es tu mirada (Flozmín)
FanfictionMuchas veces la vida no es como la queremos, y las cosas nos salen un poco torcidas. No nacemos donde queríamos nacer o no somos lo que queremos ser. El miedo nos gana y huimos sin dar la cara perdiendo la oportunidad de ser felices. Abandonamos tod...