Capítulo 17 EL RESCATE

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Dio su último suspiro y la inconciencia empezó a apoderarse de él cuando sintió a alguien justo a su lado, luego algo cubrió su rostro y el anhelado oxigeno llegó a sus pulmones, aun así no fue capaz de resistirse a la inconciencia que ya lo envolvía.

Gustavo trató de respirar profundo y un inmenso dolor traspaso su pecho.

Recordó lo sucedido pero no sintió el frío y duro piso donde había caído la última vez, por el contrario, se sentía blandito y tibio.

Abrió los ojos y su visión se tornó borrosa, La mascarilla que habia llevado oxígeno a sus pulmones momentos antes, habia sido retirada ya, la cabeza le dolía y un zumbido persistía en sus oídos, aunque no era tan intenso como antes, el silencio era sobrecogedor, o bien se encontraba solo en ese lugar o los que estaban con él habían guardado silencio.

Trató de incorporarse pero unas manos fuertes se lo impidieron.

_Te recomiendo permanecer un tiempo más recostado. - escucho una voz conocida, era Justin el médico que solía acompañar a su equipo de seguridad cuando se adentraban a lugares peligrosos y quien se encargaba de atenderlos si algo salía mal.

_No te preocupes. - escuchó otra voz conocida.

Robert su jefe de seguridad estaba inclinado hacia él, que permanecía recostado sobre una camilla en el piso de la bodega a donde lo habían llevado los hombres de Rigoberto Salas.

_La situación ha sido controlada. - continuó su jefe de seguridad. Todos han sido reducidos, incluyendo su jefe.

Gustavo asintió, no esperaba menos de ellos, nunca le habían fallado, y aunque no estaban presentes cuando se lo llevaron sabía que en cuanto el no apareciera después de su rutina, empezarían a moverse, por eso no le importó llegar hasta ahí, fácilmente podía haberse escapado de sus captores antes de que lo redujeran y lo metieran a esa camioneta para llevárselo, sin embargo no lo hizo por Lorena, ella ya había entrado en escena cuando todo sucedió y la mejor manera de dejarla fuera había sido actuando de la forma en que lo hizo, arriesgándose a que algo saliera mal, pero había valido la pena, desde un principio sabía que no se iba a librar de una buena paliza, quizás hubieran alcanzado a torturarlo, pero gracias a la rápida intervención de su equipo, se salvó en esta ocasión.

_ Los golpes en la cabeza no son graves. - escuchó la voz del médico. _tienes algunas costillas fracturadas. - el levantó su cabeza y se miró a si mismo descubriendo una venda rodeando su torso. _el zumbido de tus oídos tardara un poco más en desaparecer. - continuó el médico. _es consecuencia de que dispararon demasiado cerca de tu cabeza, espero que no haya consecuencias serias.

Gustavo asintió. El también esperaba que así fuera. Ese zumbido era muy molesto.

_ ¿Cuánto tiempo tenemos? - preguntó a su jefe de seguridad.

_No mucho pero debes reposar un poco más, ellos pueden esperar. - señaló con la cabeza al montón de cuerpos inertes que estaban amontonados en un rincón. Pareciese que estuvieran sin vida.

_Cierto. - intervino el médico. Con ellos esperaremos hasta el último minuto.

Ellos se referían a darles el antídoto para revertir el efecto del gas paralizante que habían utilizado para reducirlos.

Rigoberto Salas no tenía idea de con quien se había metido, No sabía que el equipo de Gustavo era gente profesional, entrenada a conciencia que contaba además de lo último en conocimientos acerca de tácticas militares, de defensa y de ataque, así como de armamento, incluso si se trataba de armas químicas.

El trabajar en países del medio oriente les había proporcionado muchas ventajas y acceso a cosas que no cualquiera podía acceder, aunque ellos no las utilizaban indiscriminadamente ni para matar, solo las manipulaban en muy contadas ocasiones y solo para que las cosas se volvieran a su favor, como en este caso que hubiera sido imposible someter a todo un batallón de hombres con unos cuantos efectivos porque tampoco podían darse el lujo de trasladarse a ese lugar sin llamar la atención de las autoridades aunque lo hicieran con aviones capaces de evadir cualquier tipo de rastreo o de control aéreo.

_¿Qué hay de la demás gente de Rigoberto? - preguntó. _estos solo son un puñado de sus hombres.

_No hay peligro. - contestó su jefe de seguridad. - él mismo dio la orden de no acercarse y no molestar hasta nuevo aviso de su parte. Ellos solo pensarán que la diversión se alargó más de lo esperado.

_Bien. - dijo reposando la cabeza en la camilla, se sentía cansado y adolorido. Cerraría los ojos por unos minutos, solo unos minutos. - se dijo a sí mismo. - y se dejó llevar por el cansancio.

ESTE CAPÍTULO ES DEDICADO A MIS LECTORAS QUE PIDEN MAS. GRACIAS POR SU PREFERENCIA.

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ESPERANDO POR TI. No. 2️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora