Capítulo 47

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La chica de cabello color del atardecer aun no entendía como era que se encontraba en aquella tan extraña situación, como es que había terminado así. Hace unos días no lo habría creído jamás y se preguntó por un momento si estaba soñando.

Si estaba soñando, ella se sentía agradecida porque entonces algo descansaría su mente de tanta pesadilla y sueño raro. Aun si no era real. Pues para ella así era porque nunca en sus sueños ella se habría atrevido a besar al capitán Levi primero. Besarle hacia que le doliese el corazón, le hacía desear más, le hacía tener ilusiones, le hacia desear un futuro y una vida que sabía no podía tener y por sobre todas las cosas le asustaba que le hiciera sentir tanto. Pero el ya la había acompañado en un momento muy duro para ella cuando se enteró de la muerte de su padre, y todas las molestias que se tomó al salvarla, porque sabía que no habían llegado porque si a la casa de la druida. 

Aunque llegar ahí por alguna fuerza desconocida seguía viéndose como una imagen más realista que ella iniciando un beso con el capitán (las veces que estiro los labios y se puso de puntillas en aquel festival no contaba para ella). Pero era real, asombrosa y surrealistamente real, estaba pasando de verdad y lo que más deseaba ella era de alguna manera hacerle sentir mejor o despistarle de tanto dolor al hombre que estaba con ella y eso sabía que no era un beso por lastima o compasión porque ella estaba segura de que en esos momentos le quería todavía más. Y ella tan ingenua pensó que al conocer lo peor de él dejaría de estar enamorada, dejó de idealizarlo, cierto, pero también lo amó más. Los libros de amores e historias de romances que contaban los juglares estaban equivocados, el ser amado jamás es perfecto, se le ama por lo que es con  defectos incluidos y lo que más quiere el enamorado es que el ser amado también le acepte con toda su propia imperfección. Pero claro, también significa exponerse en el estado más vulnerable posible, exponerse a un tremendo daño. Por que el amor al igual que la verdad puede ser muy cruel. 

Petra estaba segura de que si pillaba a algún bufón o juglar en la calle contando un tipico romance ella le lanzaría un piedra por mentiroso porque ella estaba experimentando esa clase de amor pero en carne propia y no era para nada como eso, le reclamaría por siempre meter principes demasiado virtuosos, omitir a los monstruos o dejarlos siempre como los villanos, no darle más protagonismo a los hechiceros  y por nunca haber considerado una bruja como protagonista femenina. Que un roce de manos no era la mejor parte de una historia de amor de verdad, que una doncella puede rescatar a su amor o hacer equipo con él, que los hombres normales no andan recitando poemas por la vida porque si (Erd podría pero le daba vergüenza) y que obviamente que el contacto físico es muchísimo más intenso que un simple revoloteo de mariposas. Claro que por razones de censura y pudor no podían describir en aquellas historias publicas lo que ocurría durante un apasionado abrazo como en el que se veía envuelta.

En algún momento Petra se separó de Levi para tomar algo de aire, y creyó que quizás quedaría ahí y...actuarían como si nada hubiese pasado. Pero no. El capitán no estaba dispuesto a repetir ese estúpido ciclo de "te beso y te ignoro" y no permitiría que la sonrojada muchacha que estaba sobre él lo continuara por él, pero como muestra de consideración la dejó respirar un momento mientras el se iba a su cuello, lo sintió tan suave y tibio contra sus labios que hasta quiso pasarle la lengua, no lo hizo porque la inocente chica de ojos color ámbar ya estaba demasiado alterada como para eso. Pero con su mano izquierda parecía no aplicar esa imposición porque no resistió recorrer vértebra por vértebra la columna de aquella espalda delicada por debajo de la camisa, donde la tersa piel  solo era irrumpida por la textura del nudo del vendaje que apretaba los senos y el borde del pantalón dejando a los glúteos de la chica a salvo de esa áspera y curiosa mano. Se estremecía y jadeaba ante aquella caricia que le estaba gustando demasiado, le gustaba sentirlo respirar en su cuello mientras lo besaba, eran como cosquillas pero que no le provocaban risa y no podía imaginar cuanto le gustó a Levi verla y sentirla así. 

Una historia que el mundo olvidóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora