Capítulo 37

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A leer, votar y comentar babys

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Dormía tranquila, sin darse cuenta de nada. Ajena a todo lo que pasaba alrededor de su durmiente figura, cosa muy buena para alguien que no ha dormido del todo bien en unos cuantos días o que sufre de problemas de insomnio pero muy mala cuando se está de viaje a caballo en una travesía tan accidentada como la que estaban viviendo ya hace bastante tiempo. Pues la muchacha dormía de tal manera que podría resultar peligrosa para cualquier fémina que ande por la intemperie porque ya de por si estando despierta corría los peligros de que en cualquier momento le saltaría una bestia encima, durmiendo de manera tan pesada como aquella podría ser devorada sin que pudiese intentar defenderse.

No sintió que la alzaron del suelo, no sintió que la arroparon junto a la moribunda llama de la fogata, no escuchó a los lobos aullar a la luna, ni a los pájaros cantar en el amanecer, no olió la avena cocinándose en la rústica cacerola sobre la nueva llama de la fogata, no escuchó la gran discusión que se dio junto a ella que casi termina en una gran pelea, no sintió que la alzaban nuevamente del suelo, mucho menos que la acomodaron en la carreta y menos el andar de los caballos cuando emprendieron la marcha.

Estando despierta se habría quejado de que la tratasen como costal sin su permiso, pero reconocería que al menos tuvieron la decencia de andar a paso moderado para que ella no rodase por la carreta y cayera en el camino (cosa que gracias a la pócima de Hanji para dormir nunca habría sentido de ser así).

Los extraños sueños que no le dejaban dormir se hicieron presentes una vez más pero mezclados con otros nuevos y con la enorme desventaja de que ya no podría despertar hasta que la pócima perdiese su efecto cuando físicamente estuviese descansada totalmente. Se arrepentía de no haberse tomado aquella pócima para no tener más dueños esa noche.

En sus sueños podía ver a Dafne sola y triste con un aire extraño envolviendo su hermosa apariencia (la humana) que le provocaba un gran pesar a Petra, recuerdos de sus padres y su hermanito mayor, gente que Petra quería y que le provocaba un gran dolor saber que no les vería nunca más ( y seguía sin entender la razón de aquel sentir hacia Dafne si se supone que le esperaba en casa), se arrepentía tanto de no haber aprovechado más a su familia, de no haberles dicho más veces que les quería, de cada berrinche que tuvo y les dijo la fea blasfemia de que les odiaba...

Luego estaba Levi, fue lo último que vio antes de caer dormida de súbito. Aun cuando sus ojos se cerraron y su cuerpo que se relajó de tal manera que no podía moverse ni un poco, podía sentir en la oscuridad en la que se vio cuando sus parpados se cerraron su aliento sobre su rostro, el calor que irradiaba su fuerte cuerpo encima del suyo, la mano derecha aflojando el puño que formó al tomarla del cabello y que se iba lentamente a su mejilla sin despegarse de su piel durante ese corto recorrido que se hizo lo más lento y suave que pudo su mano áspera y fría que solo sabía empuñar armas y dar puñetazos (si le agregamos más también eran hábiles en varias tareas en el hogar), sentía la punta fría de la nariz casi rozar la suya, como su mano fría hacía otro viaje a la suave piel de su cuello, colando los dedos en su nuca, podía jurar que retiró su rostro que estaba frente a frente con ella porque sentía la mejilla afeitada de ese hombre pegada a la suya, algo frío rozaba rozaba detrás de su oreja, sentía cosquillas que le hubiesen hecho dar un respingo y hecho temblar de no ser porque físicamente no podía pero aun así ella sentía que si lo hacía, la mano derecha que estaba en su cuello le dio caricias ahí que le hicieron erizar la piel, cuando se cansó hizo un último tramo hasta el suave hombro, se quedó ahí , ya no sabía si temblaba de frío por el aire demasiado fresco de la noche o por que la piel de la palma masculina estaba helada y luego de que las caricias extrañas detrás de la oreja se detuviesen, pudo sentir todo el lento y tortuoso recorrido desde su oreja a su cuello, se detuvo para respirar sobre la piel de su garganta y continuó el lento recorrido de aquella helada nariz que solo tocaba con la punta en línea recta hacia el pecho, estaba rozando el borde del cuello cortado en pico de la túnica, ya sobrepasando la altura de las clavículas.

Una historia que el mundo olvidóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora