11|¡Terminamos!

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El inmenso dolor de cabeza a causa de la resaca no me dejó salir en toda la mañana, dejándome tirada en mi cómoda y amada cama. Para aliviar el sufrimiento, intenté ver todas las temporadas de Teen Wolf. Enfatizo en 'intenté', porque no lo logré, apenas y avancé algunos capítulos. Por otro lado, mis hermanos entraban y salían de mi habitación preguntando si me encontraba bien o si me pasaba algo malo. Estaban con cosas como:

"Dime quién te tiene así y le parto la madre."

"Si fue Harris quien te tiene así, se las verá conmigo. Juro que le infrinjo el mayor dolor de su vida. "

"No te sientas mal, Dyl. Ya que estás acostada... ¿Entiendes? Tú estás acostada, no sentada."

El último vino de parte de Jace, su pésimo chiste solo logró que me doliera aún más la cabeza y hasta la vida. Incluso, Jason y James dejaron de insistir por ello. Cada hora venía uno, ya pasaron seis horas. Así que el siguiente debe ser Jason. Sip, van del mayor al menor. Y lo que más me parece curioso es que siguen sin dudar de la barata excusa de Jason por pasar en casa más seguido que antes.

La puerta vuelve a sonar, por lo que me saco la sábana de encima de la cabeza y dirijo mi vista al bloque de madera que sirve como entrada a mi habitación.

‹‹Justo a tiempo, Jason.››

—Vete —hablo en esa dirección, cansada—. Esta es tu tercera vez, deja de intentar. Ríndete.

—En realidad, es la primera vez que intento —la voz es más ronca que la de mis hermanos—. Y yo nunca me rindo.

Sonrío, divertida. —Pasa, papi.

Mi padre es un hombre guapo, no lo voy a negar y tampoco lo tomen a mal. Tiene un cabello tan negro como el mío que hace que sus pocas canas resalten más, pero siempre se ve fresco y joven; sus hermosos ojos verdes con un poco de café son la combinación de lo que repartió entre mis hermanos y yo. Además, al haber sido un deportista, aún conserva una buena musculatura. Según mamá, algo que la atrajo sin duda alguna.

Me dedica una mirada comprensiva, con su típica sonrisa de ‹‹soy el mejor padre y te haré sentir mejor››.

—Si no quieres hablar no hables —dice de manera tranquilizadora, sentándose a la orilla de mi cama con ambas manos alzadas—, pero con los chicos iremos a dar unas vueltas al parque. Podrías venir, a lo mejor te hace bien un poco de aire fresco.

Pongo pausa a mi laptop, y me lo pienso un momento. Tomar aire no estaría tan mal y tal vez me pueda ayudar a despejar lo revoltosa que está mi mente.

—No te obligo ni nada —mi padre se encoge de hombros—, pero se ve que necesitas despejarte. Y nada mejor que un poco de deporte para una Connor, ¿no crees?

Ese es Joseph Connor en su máximo esplendor de saber cómo tratar a sus hijos cuando los ha criado con el deporte como aliado. Además, soy fan del tono arrogante divertido que le gusta agregar cada vez que hace mención del prestigio del apellido junto con esa sonrisa torcida que tanto a Jason como a James les gusta usar con las chicas.

—Está bien —hablo por fin, cerrando mi laptop y dejándola a un lado mientras le sonrío con diversión y saco mis piernas de debajo de mis sábanas.

—Y cepilla tus dientes —hace un mohín hacia mí, con una sonrisa de burla mientras se pone de pie—. Te apesta la boca.

Río por su comentario y niego con la cabeza, esperando a que salga de la habitación para poder arreglarme. Obviamente, le hago caso a papá y cepillo mis dientes, de la misma manera que mi cabello, el cual, a simple vista, parece el nido de unos pájaros muy desordenados. Cambio mi pijama por ropa deportiva y mis pantuflas de Bob Esponja por mis zapatillas de correr favoritas. Parece increíble, pero mi humor cambia drásticamente. A fin de cuentas, arreglarse para una misma sí ayuda con tu estado de ánimo, pues ahora me siento mejor que antes; y no de la manera a la que Jace se refería.

El deportista y ¿la nerd? [PI #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora