29|Lo Que Olvidamos

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El Dr. Blake no creyó en mis palabras por más que lo prometí, por lo que me tendió una incapacidad larga, además de unos exámenes de rutina que no tomaba hace mucho y algunas terapias para cerciorarse que mi espalda y mis huesitos estuvieran bien. De hecho, dicha incapacidad tenía un límite hasta el día de ayer, por lo que hoy me toca ir a la escuela.

Me encuentro revisando mi mochila y mis útiles cuando mamá entra en la habitación recitando el horario de mi medicamento en el horario escolar.

—Mamá... —La llamo—. Mamá... —Termino riendo ante su vista perdida—. Estaré bien.

—Lo sé, mi amor. —Se acerca y me da un beso en la mejilla—. Solo quiero que te encuentres bien.

Le sonrío con dulzura. —Ya soy una niña grande, mami. Te prometo que estaré bien, nada pasará. Me cuidaré.

Los ojos se le hacen brillosos y parece que va a llorar, sin embargo, no lo hace. Simplemente, pasa un mechón de pelo detrás de mi oreja, acariciando mi mejilla con su pulgar antes de darme un beso en la frente; deja mi medicamento sobre mi mochila que está en la cama.

—Gracias —le digo antes de que salga de mi habitación.

Termino de arreglar mis cosas y todo lo que me pueda ser útil el día de hoy; meto la bolsita plástica con las pastillas en la bolsa de enfrente de la mochila y la cierro antes de salir y bajar por las escaleras. Al estar en los últimos peldaños, me encuentro la mejor imagen del mundo. Mi familia completa.

—¿Te encuentras bien? —Se apresuran a preguntar mis tres hermanos.

Ruedo los ojos con una sonrisa antes de responder—: Sí, dejen de preocuparse tanto. Tampoco es que vaya a morir.

Todos hacen malas caras y parecen un poco triste y hasta molestos. Suspiro en derrota. Han pasado días y aun me quieren tratar como una bebé, pero son mi familia, no puedo hacer más que amarlos tal cual.

—Está bien. —Bajo los últimos escalones y me dejo caer en sus brazos, literal, casi me tiro en mis hermanos—. Se pueden preocupar por mí, mis tarúpidos favoritos.

Todos reímos y nos damos un abrazo de oso sin apretar tanto mi espalda.

Por hoy, decido tomar un desayuno decente por orden del doctor y por mi consumo de medicamento. Después, nos montamos en el auto de James de camino al instituto. Cierta parte de mi siente emoción por regresar, y otra parece nerviosa y preocupada porque tengo el sentimiento de que olvido algo importante, pero por más que cavo en mi cabeza, no encuentro qué es.

Justo en la entrada encuentro a Sebastian con una tierna sonrisa esperando por mi persona; su típica camisa de cuadros me hace sonreír y el brillo del sol en sus lentes lo hacen resaltar, sus manos sujetan las correas de su mochila mientras se mueve de un lado a otro con sus ojos pegados en mí junto con su sonrisa.

—Mi nerd. —Me saluda con su voz cargada de malicia y sus brazos abiertos, esperando un abrazo.

Achico los ojos y sigo hasta estar lo suficientemente cerca, giro mi cadera y le doy un suave golpe en el estómago con la palma abierta. Al menos, es suave para él, porque a mí me termina doliendo como el demonio.

—Augh. —Me quejo, abriendo la boca en desgracia—. Aaah, sí que duele.

Mi tono aniñado hace que Sebas intente ocultar una sonrisita divertida, a lo que le saco el dedo medio antes de abrir sus brazos y meterme entre ellos para darle el abrazo que no me dio al inicio. Paso un brazo por su espalda y el otro a la mía para masajear por debajo de mi mochila, Sebs me envuelve entre sus brazos.

—Se llama karma —susurra con mofa sobre mi cabello. Me alejo de él y lo veo, tiene una sonrisa maliciosa y de suficiencia. Le doy una mirada de pocos amigos, pero a la vez frunzo el ceño con una sonrisa, pues no se da muy seguido verlo en esa faceta de disfrute ante una burla hacia mí.

El deportista y ¿la nerd? [PI #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora