Acto 4 - Capítulo 8

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James
Vaya que está algo feo hacia allá abajo. Ruinas y algunos tallos secos. El Raven parece funcionar bien, así que no tengo que temer, o al menos eso espero.
– ¿Qué hora es? –pregunta Taylor.
–No lo sé bien. Parecen las ocho ya que es el atardecer.
–Maldita sea, nos falta mucho camino aún.
– ¿Enserio?
–Sí, ¿no sabes de algún atajo?
–No, Chris debe saberlo pero yo no lo sé.
–Mierda. Entonces llegaremos hasta mañana al amanecer.
–Eso si esta del asco, Taylor.
–No más que ver a un luminoso explotándole a una larva.
–Ah sí, eso es peor.
Seguimos volando y el camino ya no es tan horrible, de hecho veo una pequeña ciudad adelante.
–Mierda –exclama Taylor.
– ¿Qué pasa?
–El combustible ya no es suficiente, tenemos que bajar a algún lado.
–Pues vayamos allá –señalo–, podría tener combustible y sería bueno tomar munición y suministros.
–Bien, díselo a ellas.
Tomo el comunicador de mi oreja e intento despertarlas.
–Chicas –no responden, entonces lo intento de nuevo y nada. Estrello mi puño una vez contra el Raven y es cucho que se despiertan bruscamente–. Aterrizaremos en unos momentos, podrán salir por la puerta a su derecha –digo sarcásticamente–. Gracias por volar en aerolíneas Liebermann.
Sophie me dice que fue buena broma y Kathe igual, aunque la escucho cansada. Estamos cerca de la ciudad y Taylor baja rápido, hace que el pájaro se azote un poco al lograr estar en el suelo.
–Lo siento –dice él.
– ¿Cómo que lo sientes? –reclamo–. ¿Dices que sabes volar un Raven y aterrizas así?
–Lo siento, enserio.
–Al carajo con eso, Taylor, das asco volando.
–Oye, ya, ¿bien?
Salgo de la cabina y ellas se van levantando de lo aturdido que nos dejó Taylor. Bajo y el lugar no sé ve mal, aunque no veo a muchas personas caminando por el área.
–Tétrico, ¿no lo crees? –exclama Paris.
–Sí, pero no importa, solo vamos a ver la gasolinera y una tienda –digo.
–Bien, voy a asegurar el Raven –explica Taylor–, no quiero que ningún chistoso se lo lleve.
Va a asegurar el Raven mientras nosotros avanzamos, hay una larga calle delante de nosotros. El lugar se llama Samsmore. Es un raro nombre. Taylor llega y caminamos por la avenida, hay una tienda delante, entramos y hay algunos enlatados que aún sirven. Los tomamos y escucho un ruido, apunto rápido y veo a dos chicas, no están asustadas, pero parecen abrumadas.
– ¿Quiénes son? –pregunto.
–Me llamo… –exclama como si se le fuera el aliento y cae, la otra igual. Corro inmediatamente a verlas al igual que Paris. Están pálidas, más de lo usual.
–Un abrigo –dice Paris–, o algo que las cubra, están heladas.
–Entendido –articula Taylor y corre por la tienda. Vuelve y trae dos mantas. Las tomamos y las cubrimos.
La chica a la que sostengo tiene el cabello rubio y chino, de piel blanca, aunque no puedo ver sus ojos, debe tener la misma edad que yo, es delgada con boca pequeña y cara ovalada. Veo a la otra chica y tiene el cabello ondulado y más rubio que ella, también de piel blanca y más delgada que la otra chica. Con nariz poco grande y pocas pecas en las mejillas.
–Mierda, ¿Sophie qué les pasa? –pregunto.
–Están muy agotadas, parece que no han comido en días.
– ¿Qué hacemos?
–No tengo equipo para esto.
–Mierda.
–Traes la estimulante, Sophie –dice Kathe–. Es una opción, pero arriesgada ya que no las conocemos.
–Hazlo –exclamo–, necesitan ayuda.
Asiente con duda, pero la toma, le pido la estimulante a Sophie ya que quiero que el dolor del brazo deje de seguir presente y Kathe viene para que su herida sane rápido. La suelto en nosotros y Kathe se ve mejor y ellas abren los ojos, ambas tienen ojos castaños.
– ¿Están bien? –pregunta Sophie.
–Sí –exclaman al unísono con sorpresa.
– ¿Podrían decirnos sus nombres? –pregunto.
–Claro –dice la de cabello chino–. Soy Gabriela.
–Yo soy Allison –exclama la más delgada.
–Gusto en conocerlas. Ahora, ¿viven aquí?
–Sí, pero no es común ver a Gears aquí –contesta Gabriela.
–Genial, ¿podrían llevarnos a la gasolinera?
–Sí, ¿pero para qué? –pregunta Allison.
–Tenemos un Raven sin gasolina así que…
–Espera, espera –interviene Sophie–. Necesitan comer algo ya. También agua.
–De acuerdo, vayamos a nuestra casa –explica Gabriela–, allí hay comida y agua para todos.
–De acuerdo, las acompañamos –dice Paris.
Salimos de la tienda y avanzamos por la gran calle, yo ayudando a Gabriela y Taylor a Allison. Ella es bastante pequeña, me llega al pecho y no más que eso. Gabriela sin embargo es poco más alta. Me llega al cuello sin dificultad.
Pasamos varios locales y la gran calle ya queda atrás, ahora cruzamos por calles pequeñas y algunas casas se hacen notar al igual que algunos edificios donde pueden vivir más de dos familias.
La calle se hace más angosta adelante y observo algunas familias, parecen escuchar el radio, pero nos ignoran lo más que pueden.
–No les agradan muchos los Gears, ¿cierto? –pregunto.
–No es común y después de lo que hizo la COG… –responde Gabriela.
Es algo que hoy en día ya no nos sorprende a los Gears. Nos tachan de fascistas desde entonces.
Oigo un ruido a mi derecha y no noto nada. Parecía el sonido de alguien siguiéndonos. Veo de nuevo al frente tratando de ignorar eso, llegamos a otra calle al haber doblado a la derecha y vemos una casa, algo grande y de color café.
– ¿Viven ahí? –pregunta Taylor.
–Sí –afirma Allison–. Algo que parecería lujoso en otros tiempos.
Observo la puerta y es de color marrón y ellas la abren y pasamos. El interior es color verde, algo inusual, pero ahora no importa.
Tiene un buen aspecto a pesar de todo. Gabriela va a la sala y ve una foto, voy con ella y la veo, es ella junto a un hombre alto, pero me parece conocido, no puede ser…
–Scott Reil –exclamo–, ¿tú le conoces?
–Sí, es mi esposo.
– ¿Cuándo ocurrió eso?
–Hace como cinco años.
Scott Reil... le conocí hace años, en Halvo. Era un Gear al igual que Christopher, Chris y yo. Serví con él en el ataque a Mercy y el juego para la misión a Gorasnaya, nos ayudó cuando los padres de Diana corrieron peligro y en la Defensa de Halvo Bay. Le vi una semana más en el cuartel después de eso; se le conocía más por sus métodos no muy comunes. Utilizaba métodos de los Gorasnis y así conseguía la información que quería. Un soldado fiel a sus ideales, aunque no mucho a la Coalición. Después de esa semana le ascendieron a teniente y no lo volvimos a ver. Tiene un año más que yo, creo.
Si recuerdo bien, él media alrededor de un metro ochenta y cinco o un poco menos. Ojos oscuros y piel morena, cabello reglamentario, siempre le gusto seguir al menos eso del reglamento. Podría haber sido un buen Guardia Onyx. No volví a escuchar de él, solo supe que se fue a Ephyra y después a Jacinto.
– ¿Entonces sigue vivo? –pregunto con inquietud.
–Sí, de hecho me manda mensajes cada tres o cuatro meses. Es difícil que lleguen pero de alguna manera llegan.
–Vaya, creí que no se casaría.
– ¿Por qué lo dices? –pregunta curiosa.
–Bueno, no era alguien que hablara mucho. Él vivía en Halvo y serví con él. No hablábamos mucho, pero los dos entendíamos a nuestra manera lo que el otro decía. Logré sacarle algunas cosas personales, por eso lo digo.
–Bueno, sí lo era. Cerrado y muy callado. Serio, frio y calculador. Pero de alguna manera me atrajo y yo lo atraje.
Sigo y veo la foto de ellas con un chico de frente amplia, cara delgada, cabello corto, piel clara pero algo quemada por el sol, no mucho, y ojos castaños. Y hay otra de él con una mujer de piel como la de él, cabello largo y negro, ojos saltones y boca amplia con labios delgados y rosados.
– Ellos...
–Él es Didierci…
–Didi… ¿qué?
–Didierci, así se llama. Y ella es Bree, su esposa. Hace un año sufrimos un ataque de Pólipos y Bree resulto herida, Scott dijo que los podía llevar en la motocicleta en la que llego a un hospital cerca y se fueron corriendo, aunque no han regresado. Supongo que murieron los dos y él simplemente no quiere decirlo.
–Lo siento –dice Paris–. Pero ¿a qué venimos?
Ambas van por cosas a la cocina y sacan comida de un refrigerador y sirven agua. Nos sirven y les agradecemos muchísimo. Taylor devora todo lo que le dan debido a su arduo trabajo volando el Raven sin detenerse desde ya el amanecer. Las chicas son más discretas y yo tomo agua por montón ya que me hacía falta.
Las dos lucen felices de vernos, tal vez porque son caras nuevas. Ellas lucen muy lindas y amables, podríamos llevarnos bien.
Al terminar dejamos todo en su lava trastos y Gabriela y Allison se miran sospechosas. Pregunto qué piensan y pronto obtengo respuesta.
–A tomar armas –responde Allison–, Scott nos dejó unas y munición.
– ¿Hay algún peligro aquí? –pregunta Kathe.
– ¿Si te refieres a los luminosos y larvas? Sí.
–Entonces hay que prepararnos –grazno–. Necesitamos el combustible para irnos.
– ¿A dónde van? –pregunta Gabriela con inquietud.
–A Halvo Bay –contesta Paris.
–Vaya, un largo camino, ¿no lo creen?
–Sí, pero necesitamos ir.
–Bien. Allison, vamos por las armas.
Caminan a un cuarto por un pasillo y esperamos. Hay retratos de personas, Scott con ella y Allison y de cuando Gabriela era pequeña. Otros con amigos y uno de graduación, pero esta fue tomada en Jacinto. Vuelven y tienen Lancers y una cubierta.
–Bien, hay que seguirlas –articula Paris.
Salimos y caminamos de nuevo por las calles, hay agujeros-E, deben ser del día de la emergencia. Hay unos tallos saliendo de edificios.
– ¿El Lambent ataca seguido? –pregunto.
Gabriela niega con la cabeza y me mira.
–Solo atacaron hace quince meses, pero fue un ataque brutal, hace unos meses atacaron, pero desde entonces ya no hay señal de ellos. Ni siquiera esas larvas cabronas.
Sigo mirando al frente y se crea un centro, aquí debieron juntarse muchas personas hace mucho tiempo. Llegamos al centro y Gabriela y Allison doblan a la izquierda, se ve a lo lejos en un pequeño centro comercial y más adelante la gasolinera. Hay algunos tallos de un lado pero no deben tener nada.
–Ahí está –dice Allison–, tomen todo lo que quieran, no la utilizan muchos estos días.
–Gracias –respondo–. Taylor, ve. Kathe, tú cúbrelo, yo inspeccionare la zona con Gabriela. Sophie y las demás también vean si hay algún movimiento extraño.
Asienten. Gabriela y yo vamos por las calles, vacías sin nada que poder destacar más que un monumento a una persona. Me acerco y veo la insignia en la estatua. En memoria a Barry Root, científico destacado y salvador en el día de la emergencia.
– ¿Quién es él?
–Ah, como dice ahí, científico y salvador.
– ¿Le conoces?
–Sí, él es…mí padre.
– ¿Entonces te llamas Gabriela Root?
–Sí, pero no es mucho de mí agrado.
– ¿Por?
–Ese hombre solo se la pasaba trabajando y tampoco me gusta que me digan por el apellido de mí madre: Winslet.
–Entonces te sientes orgullosa de decir que tú apellido es Reil, ¿cierto?
–Exacto. Gabriela Reil.
Veo una ligera sonrisa en su rostro y seguimos. A lo lejos no hay nada, vacío como ya lo había notado. Veo una casa grande y se mira linda, aunque no creo que alguien viva ahí ahora.
–Ahí vivía Barry –explica Gabriela–. Solo trabajaba y estaba con su otra mujer.
–Bueno. Podemos pasar de largo.
No se niega y camina. Regresamos a su casa y la verdad Samsmore es una ciudad muy corta. Llegamos y escucho algo, veo a mí derecha y parece un hombre, ¿o un niño? Va a lo largo de la calle y desaparece en un callejón.
– ¿Quién es él?
–No lo sé.
Avanzo un poco más rápido y veo al niño, está en cuclillas, haciendo ruidos extraños y no parece muy bien. Me acerco más y más y Gabriela está igual, aunque tiene cerca su Lancer.
– ¿Te encuentras bien?
No responde, me acerco más y adelanto mí mano para tocarlo, pero una ventana a mí derecha se colapsa y aparece un niño con brillo amarillo y gruñe.
–Mierda, ahora no.
– ¿Qué carajos es eso? –pregunta Gabriela asustada.
–Son exhúmanos, corre.
La tomo de la mano y con la otra a mí Lancer y corremos. A lado aparecen más, adultos, jóvenes y niños. Corren en persecución de nosotros y más adelante aparecen tallos.
Ahora no.
–Sigue corriendo, Gabriela.
–No pensaba detenerme.
Veo la gasolinera y hay tallos y Lambent atacándolos. Disparan unos a los otros y no veo a Paris. ¿A dónde fue? Estoy cerca y tengo una granada de humo, la tomo y la lanzo contra el Lambent y algunos exhúmanos explotan con la granada.
– ¡Corran al Raven! –grito tan fuerte que raspa mí garganta.
Salen de la gasolinera y corren, aparece una camioneta delante de ellos y veo que es Paris. Suben en la parte trasera y viene por nosotros. Gabriela sube en medio de Paris y yo a su derecha.
–Conduces bien, ¿aprendiste en Jacinto? –pregunto.
–Sí, un día en que fuiste a explorar con tú hermano.
–Bien.
Hay exhúmanos y los arrolla mientras que yo y los que están detrás le disparan a los luminosos. Noto que al frente está la calle larga, estamos a unos metros de poder irnos. Paris sube la velocidad y ya no se ve a ningún luminoso adelante. Miro las lunas y ya anocheció por completo, deben ser ya las nueve. Mierda, siento que solo han sido unos cuantos minutos. Paris frena en el Raven.
– ¡Llena el tanque y vámonos, Taylor! –exclamo.
Corre de inmediato y los demás disparamos al Lambent que hay.
–Mierda, Allison, tendremos que utilizar ese recurso –grazna Gabriela.
–No creí que lo usaríamos –contesta.
– ¿De qué hablan? ¿Qué recurso? –pregunto algo alterado ante la situación.
–Mi padre, Barry, dejo unos explosivos en su casa, que hundirían el lugar en la tierra, como con Jacinto.
– ¿Y qué pasa con las familias que vi?
–De seguro están muertas ahora –repone Paris.
–Bien, agarra la camioneta, Paris, Gabriela y Allison nos guiaran, ustedes quédense en el aire y disparen con las torretas a los tallos y luminosos. Venimos enseguida.
–Hermano –grazna Sophie preocupada–, dense prisa.
–Claro.
Subo y Paris acelera, Gabriela le indica desde dentro junto con Allison hacia dónde ir. Yo estoy en la parte trasera disparando a todo lo que se nos atraviese. Veo más disparos y noto que es Kathe y Sophie desde el Raven. Sigo disparando con ellos y llegamos en un santiamén. Bajamos rápido y entramos.
El lugar es de color café en todas partes, hay cosas muy sucias y algunas destruidas. Ellas avanzan a un pasillo y entran en una puerta para ir a un sótano. Bajamos rápido y ahí ellas ven un estante vacío.
– ¿A dónde? –pregunta Paris.
Gabriela pasa su mano a través de un lector en el estante y abre un camino secreto.
–A ese hombre le gustaban mucho los misterios –explica ella.
Pasamos y es una habitación blanca con tubos de ensaye y otras cosas que usan los científicos.
–Aquí está –una computadora, ¿códigos?–. Ahora solo unos segundos y podremos largarnos.
La casa retumba y hay líquido amarillo, Lambent.
–Tú sigue ahí. Cúbrela, Allison, nosotros iremos a despejar el área.
Salgo con Paris y disparamos contra los exhúmanos y luminosos, entran algunos más y solo disparamos, uno de los Lambent se retuerce como el del barco y muta sus brazos y cuerpo. Disparamos de inmediato a los brazos y explotan, después a la cabeza y nos cubrimos, tomo a Paris de la cintura y la colocó contra mí para evitar la explosión y sus labios rosan con los míos.
– ¿Estas bien? –pregunto con mucha timidez.
–Sí –contesta de igual forma–, gracias.
Salimos y veo que se han eliminado gran mayoría. Gabriela y Allison llegan y sabemos que la explosión será inminente. Despejamos el área mientras avanzamos y salimos. Kathe y Sophie se encargan de ayudar y subimos al Raven, voy a la cabina.
–Sal de aquí ya.
Taylor se eleva lo más que puede y se aleja, veo la ciudad y se escucha una explosión grande, el rango llega a nosotros, pero no le causa daños a Raven. Diviso como la ciudad se empieza a caer con el Lambent y demás.
–Eso sí que fue intenso –grazna Taylor y sonríe.
–Sí, ahora a Halvo.
El Sovering, Anvil, Samsmore, ahora hacia Halvo.

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