Vamos caminando por el camino de la colina, llegar a las afueras de la ciudad nos toma veinte a treinta minutos. Entramos por la Ciudad Antigua y así avanzamos al centro, lo que toma tiempo caminando, aunque Gill no tiene problemas y Alice siempre disfruta de este trayecto de la casa a su escuela o más lugares.
Chris tiene su casa muy lejos de la nuestra. Decidió vivir cerca de lo que se denominó un Kilo por el pelotón de Baird y Cole hace años. En un costado de la Avenida Principal.
Por aquí las cosas cambiaron mucho después del Día-V, así se le llamo al día en que acabamos con los Locust y el Lambent. Ahora hay muros cubriendo todos los Asentamientos —ciudades— ya que se han aparecido fenómenos naturales a los que denominamos Llamaradas, que son tormentas de aire muy parecidas a un tornado que son realmente salvajes. Tienen vientos muy agresivos y en dejan salir rayos de ellas que matan a cualquiera que esté cerca de ellos. Son mucho peor que el Granizo Asesino.
También hay personas denominadas Forasteros, ellos viven fuera de los Asentamientos en villas que construyeron mayormente con la ayuda de Carmine Construction Corporations y cosas robadas de todas partes. Ellos no están con esta nueva Coalición, la detestan, pero asaltan Asentamientos para sobrevivir, o solo algunos.
Después de muchos minutos, llego a la entrada gigante que se abre automáticamente y veo a un Vigilante, una cámara que flota como las unidades robots de antes, y escanea a los tres.
–Puede pasar, ciudadano –dice con voz robótica y pasamos.
–Gracias –y seguimos.
En el camino pasamos por la vieja panadería y por la estatua de la defensa de Halvo Bay. Minutos después por la Plaza Tyrus en la Avenida Principal y por fin llegamos luego de casi tres cuartos de hora.
Gill toca la puerta y Diana la abre. Se ha cortado el cabello hasta el cuello.
–James, llegaron –exclama y sonríe.
–Sí –respondo.
Nos hace pasar y noto que Sid y Hayley ya están aquí al igual que Katie y Taylor. Chris sale de un cuarto y me ve.
–James, por fin llegas.
–Sí, discúlpanos por la tardanza.
Está usando un traje casual y zapatos, Diana un vestido al igual que Hayley e incluso Katie. Sid y Taylor usan igual traje.
–Descuida –me abraza–. Gill, gracias por venir –la abraza.
–Tío –exclama Alice feliz–, ¿dónde está Alexis?
Se agacha para abrazarla.
–Está en el patio con Beatrice y Matt.
–Mamá, ¿puedo ir con ellos?
–Claro que sí, cariño, solo no ensucies tanto el suéter.
–No lo haré.
Sale corriendo a ver a sus primas.
Chris tuvo otra hija a la cual llamó Juliet Alexis. Katie y Taylor tuvieron una niña a la cual llamaron Beatrice por la madre de Taylor y Sid tuvo otro hijo con Hayley al que llamaron Matthew igual que el padre de Sid. Todos tienen la misma edad de Alice.
– ¿Diana, te puedo ayudar en algo? –pregunta Gill.
–No, descuida.
–Insisto. Vamos y ahí vemos qué puedo hacer.
–Bien.
–Yo también voy –dice Hayley.
– ¿Y tú no quieres ayudar? –pregunta Taylor a Katie.
–No, no soy muy buena para la cocina.
–Ya lo sé.
Me sale una sonrisa y observo a Sid que se ríe por completo del comentario de Taylor. Chris también y esto me reconforta ya que no creía ver días así. Terminamos de reír y Chris me hace un ademán con el brazo para que lo siga.
Entramos en una puerta color marrón y pasamos por algo que parece un armario, enseguida abre otra puerta y deja salir un color verde de ahí, lo sigo por un camino estrecho y no tan alto para los dos. Continuamos por un largo pasillo y bajamos por unas escaleras. Entramos en un cuarto y creo que es su sala privada.
– ¿Qué pasa? –inicio con una pregunta porque algo quiere al traerme aquí.
Miro computadoras a mí alrededor y un mapa de Halvo y otras ciudades con puntos en ellos.
–James, sé que no queremos estar en otra guerra y menos ver algo así, pero han pasado cosas.
– ¿Cómo qué?
–Han desaparecido niños entre seis y doce años.
–Espera... ¿En los Asentamientos? –el lo afirma sin temor–. Eso suena ridículo, sería más probable que les hicieran daño a los Forasteros.
–Es cierto, y por eso me preocupa. Alguien de aquí es un traidor.
– ¿Desde hace cuánto empezó esto?
–Desde hace cinco años aproximadamente.
–Y en el mapa se ve el lugar y la información del niño que ha desaparecido, ¿o me equivoco?
–No, no te equivocas.
– ¿Y cuántos han desaparecido?
–Hasta ahora cien en los últimos cinco años.
– ¿Y crees que sea para algún fin?
–No lo sé –va al mapa de Halvo–. Pero aquí solo han desaparecido un niño y una niña.
– ¿Y sabes de quién son hijos?
–De Scott y Gabriela Reil y de Kail y Allison Bale.
– ¿Qué? ¿Cómo es que no me entere?
–Scott debió ocultar el hecho y encargarse por si mismo. Fueron capturados hace un año.
Me siento en un banco que está a mi alcance y trato de meditar de cómo pudo pasarle eso a Gabriela y Allison, se volvieron unas amigas maravillosas después de dejar Samsmore. Contacté a Scott y le hice saber dónde estaba Gabriela y Allison consiguió casarse con un buen hombre como lo es Kail. Imaginar que les haya pasado eso...
Diviso de nuevo el mapa para observar los sitios.
–Los demás en Vectes, Hanover, Azura y entre otras por lo que veo... Era obvio ver queel territorio de los Forasteros sería vulnerable.
–Sí, pero no quiero imaginar para que será. En Nueva Ephyra no ha pasado nada.
–Por el momento dejemos esto así, después lo pensamos mejor, ¿está bien? No quiero alarmar a nadie sin que sepamos algo en concreto. Hablemos con Scott cuánto antes.
–Bien –deja salir un suspiro.
Salimos de la habitación y veo en dirección al patio en donde juegan los niños, miro también a Michael y Alfred, no veo a Carter.
– ¿Dónde está Carter? –pregunto.
–Está en el árbol –señala–. Debe estar leyendo.
–Siempre lo veo así.
–Sí, bueno, quiere ser Ministro y por eso estudia mucho.
–Sí, lo note desde hace cuatro años. Vaya que lo desea.
–Lo sé, pero ahora lo hace por tarea.
– ¿Cuál? –nos sentamos en el sofá enfrente de todos.
–A él, Gwen y a tus hijas les dejaron una tarea de entregar un reporte sobre algún héroe y/o pelotón durante las Guerras del Péndulo, Locust o Lambent. No pueden hablar de Marcus.
–Obviamente, él es el salvador de la humanidad.
–Bueno, dejando de lado eso, quería que fueras con ellas para contarles una –se rasca la narizby ajusta sus gafas para ocultar la dificultad que nos causa el tema–. Ellas consiguieron en su grupo que fuera una historia de amor, y pues…
–Entiendo, ahora voy.
Me levanto y voy hacia las escaleras, Gill logra verme y me da una sonrisa, hago lo mismo. Subo escalón por escalón para llegar al pasillo y tomar el camino a la derecha en la segunda puerta a la izquierda.
¿Qué voy a decirles? ¿Cómo las miraré? ¿Se verán igual de lindas que su madre a esa edad? No puedo imaginarme nada, mi mente está alborotada por cada pensamiento que se me viene.
Llego a la puerta y tomo aire y valor para tocar, solo seis toques y oigo una voz suave.
–Pase.
Tomo el picaporte y abro poco a poco. Lo primero que noto es un olor exquisito emanando de dentro, un cuarto de color rojo y después dos camas. Abro totalmente y las veo, están de espaldas con un cuaderno cada una y vestidas con pantalón de mezclilla negro, tenis y una camisa de vestir color azul y rojo. Pasan su mirada a mí. Todo se queda en silencio hasta que Kathe habla.
–Hola.
–Hola –contesto nervioso.
–Has venido –menciona Sophie.
–Sí, vine a…
–No digas nada –interrumpe Kathe–. Solo déjame verte.
Dejo que me observe de pies a cabeza como si nada, aunque eso provoca que me sienta más nervioso y extraño
–No has envejecido mucho –comenta.
–Creo que no mucho. Pero bueno…
–Tu voz suena rara.
–Será porque hablo más el Indie y gorasni en casa que el Tyrano.
–¿Sabes hablarlo? –pregunta Sophie sorprendida.
–Desde los doce años. Fue cuando Gill me... –me detengo al observar que ellas no quieren oir de Gill–. ¿Qué hacen?
–Tarea –responde Sophie intentando seguir la corriente.
– ¿Sobre qué?
–Una historia de amor.
– ¿Y… ya se les ocurrió alguna?
–Tenemos una de un soldado que le pidió matrimonio a una chica en la Hondonada Locust –responde Kathe.
– ¿Quién se las conto? –pregunto nervioso.
–Nuestro padre Chris –dice cada letra con fuerza, construyendo un muro de indiferencia hacia mi.
– ¿Y pueden leerla para mí? –intento no sonar herido.
Se miran entre si y al final Sophie empieza a leer la historia.
–El soldado estaba con ella y dos chicas, buscando a unas personas. En su camino se había enfrentado a Locust y al general Skorge, brutal villano Locust. En su camino una de las chicas…
–La chica pregunto –interrumpo–, “¿Cuándo se van a casar?” “¿Buena pregunta?” dijo la otra chica. El soldado miro a la chica y arrodillándose dijo, “Amor, sé que no es lugar ni el momento, ¿pero quiero preguntarte si te quieres casar conmigo?”. La chica no reacciono, de hecho estaba sorprendida y confundida, mirándole con seriedad y ternura, pero después contesto “Sí”. Una de las chicas pregunto que si no se lo había pedido y el chico les dijo que no y les pido la mano de ella ya que ellas dos eran hermanas de la chica y ellas dijeron: “Yo, Jessica Katherine Black”. La chica se detuvo y siguió la otra, “Y yo, Stephanie Sophie Black, te entregamos la mano de nuestra hermana para que la hagas feliz toda la vida”. El chico sonrió y agradeció, y así siguieron su camino –me empiezan a brotar lágrimas al recordar a mi esposa y mis hermanas.
–Esos nombres son de… –deja la frase al aire Sophie y se tapa la cara.
Kathe sigue la frase.
–De nuestras tías… Entonces...
–La historia de cuando le pedí matrimonio a su madre.
Kathe agacha la cabeza y voltea, no lo sabían por lo que noto.
–Sophie, no llores, hermosa –me acerco a ella–. Solo es un recuerdo, solo eso.
–Pero es tuyo y de mamá –responde con la cara aún cubierta.
–Lo sé, pero…
– ¿Pero qué? –ruge Kathe–. Te olvidaste de ella rápido. Lo digo porque estas con esa mujer.
–Tú no sabes las razones, Katherine –repongo con voz firme.
– ¿Y cuáles son?
–Yo se lo prometí a tú madre –se me quiebra la voz al decirlo.
– ¿Qué? –pregunta Sophie–. ¿Ella te pidió eso?
–Nunca les conté lo último que dijo su madre.
–No –exclama Kathe en tono alto–. Nunca, ¿qué dijo?
–Ella me pidió ser fuerte por mí y ustedes…
–Creo que no hiciste bien eso –dice Sophie.
–Cuidarlas…
–Tampoco eso.
–Y sí encontraba a Gill, estar con ella.
– ¿Ella te pidió eso? –pregunta Kathe cruzando los brazos y con expresión incrédula cargada con rencor.
–Sí. No planeaba estar con ella o con alguien más, pero llego y con el tiempo… me hizo sentir menos el hueco que dejo su madre. Pasando un tiempo junto a ella decidí casarme y tuvimos una hija…
–Espera –interrumpe Sophie y pregunta–, ¿tienes otra hija?
–Sí, se llama Alice y tiene seis años. ¿No lo sabían? –niegan con la cabeza.
–Preferimos no saber más de ti luego de que te casaste con esa mujer.
–No le digas "esa mujer". Es Gill Angel Summer, mi esposa y madre de mi tercer hija –ella frunce el seño y da media vuelta.
– ¿Y está aquí?
–Sí, Sophie, está jugando con Alexis, Beatrice y Matt. Ha querido conocerlas desde que tiene cuatro años.
Las dos se acercan a la ventana para verla.
–Es linda –menciona Sophie con rubor en sus mejillas.
–Creo que deberíamos verla –dice Kathe algo temerosa, o más bien avergonzada.
–Sí, es adorable, más que tú a esa edad.
–No seas tonta –le da un ligero golpe en el brazo–. Es extremadamente adorable –sonríen entre sí.
–Vamos, entonces –voltean–. Quiero conocerla y a tu esposa Gill.
–Vamos –exclamo intentando ocultar mi emoción–, pero no están vestidas.
–Claro que sí –afirma Kathe–. Solo que no nos gusta vestir formal.
–Y no me gusta usar zapatos fuera de la escuela al igual que ella –agrega Sophie.
–Bien, entonces vamos –asienten y salen–. Me pregunto de dónde habrán sacado eso.
–Nuestro padre dice que de mamá –responde Kathe.
–Y también de ti…
Guardan silencio y yo hago lo mismo. Me cuesta trabajo pensar en que se parecen en algo a mí debido a que yo no las crié, aunque es cierto. De niño no me gustaba vestir así y a Chris menos, pero con el paso del tiempo se acostumbró, yo nunca logre acostumbrarme.
Cuando ya estamos bajando las escaleras en su totalidad, Gill está ahí y le sonrió y ella responde, me acerco a ella y la abrazo. Volteo el cuerpo y se las presento.
–Ella es Gill Angel…
–Gill Angel Davis –interrumpe–. La esposa de su fenomenal padre.
–Hola, soy Sophie Stella –le saluda y abraza.
Doy una ligera sonrisa aunque quisiera dar una enorme.
–Yo soy Paris Katherine. Me alegro de saber que alguien pudo sacar del hueco a… A él –la saluda de mano–. ¿Te doy un abrazo o algo así?
–Si no te sientes cómoda, no –responde Gill.
–Lo haré –y la abraza.
–También se parece en ti a eso, James.
Doy una sonrisa y Kathe deja de abrazarla luego de ese comentario.
–Bien, ¿dónde está ella?
– ¿Quién? –pregunta Gill confundida.
–Quieren conocer a Alice, cariño.
–Estupendo –exclama alegremente.
–Está aquí afuera jugando, hijas –dice Diana.
Ellas se acercan poco a poco a la puerta deslizante y Gill y yo las seguimos. Chris abre la puerta con el marco de color blanco y la veo jugando, riendo, como siempre y feliz junto a sus primos su igualmente lucen lindos. Todos salimos y le hablo.
–Alice, ven, linda.
Ella viene y se quita algo de cabello de la cara. Se ha ensuciado.
– ¿Qué pasa, papá?
–Quiero que veas a dos personas –explico mientras me pongo de rodillas–, a las cuales has querido conocer desde hace un tiempo –la atención se ha fijado en nosotros, incluso Carter ha dejado de leer para vernos–. ¿Ya te imaginas quiénes son?
–No, papá.
–Bueno, son Sophie y Kathe.
– ¿Ellas?
–Sí –contesta Kathe y se acerca con Sophie–. Yo soy Kathe.
–Y yo Sophie, nosotras somos –toma aire y deja salir las palabras– ¡tus hermanas! –la abraza y Kathe también.
–Eres una niña muy linda, Alice –comenta Kathe–. Igual que tú madre.
–Y tú también, hermana.
–Ay... –suspira Sophie–. Te mata de la ternura.
–Son tan lindas –susurra Gill a mí–. Tienes tres hijas estupendas.
–Espero y un día sean de los dos –digo susurrando.
Ellas se ponen a jugar y Carter se da el tiempo para hacer lo mismo. Todos los chicos juegan y nosotros esperamos a comer aunque Diana haya acabado hace una media hora.
Esto me pone feliz, aunque mis hijas no me hayan perdonado aún, me alegra que estén con Alice y la aceptarán igual que a Gill.
Platicamos y reímos de tonterías que dicen Taylor y Sid. Chris es serio, no tanto como yo, pero se divierte igual que todos. Yo veo todo alrededor y se me estremece el cuerpo al recordar lo que Sera era antes.
En medio de las risas, escucho un sonido no muy lejano, veo a Chris y noto que él también lo ha detectado.
Hay explosiones en el patio, son granadas de humo, salimos y hay personas que tienen a Alexis, Matt, Beatrice y Alice.
¡Hijos!
Corro a uno de ellos y me apunta con un arma. Me detengo pronto y siento impotencia.
–Será mejor que no intentes algo o ellos morirán –dice con una voz gutural.
Me detengo y veo que les apuntan con pistolas de cañón corto, escucho los gritos de Diana y las demás detrás de mí y ellos.
–Nos vamos –grita el hombre fornido con pelo castaño y ojos azules.
Kathe y los otros están del otro lado, paralizados de miedo. El hombre se los lleva con los demás y se van en un auto. En cuanto están lejos voy con ellos y les hago preguntas.
–Kathe, Kathe. ¿Qué paso?
–No… No sé…
–Sophie, dime algo –no reacciona–. ¿Carter? –lo mismo–. ¿Alfred? Michael –nada–. ¡Carajo! ¡Chris, tenemos que ir!
Asiente.
–Tío –escucho susurrar a Carter y me agacho hacia él.
– ¿Qué pasa? ¿Viste algo?
–Traían…una marca…de la UIR.
Me quedo pasmado, esa marca ya no representa algo, no debería, ¿pero por qué la tendrían?
–James, ¡es ahora o nunca! –grita Chris.
–Bien –me levanto–. Iré a casa rápido y te veo en el monumento.
–De acuerdo.
–Te acompaño –dice Gill–. No le harán nada a mí Alice.
Asiento y la tomo de la mano.
– ¡Nosotras igual! –grita Kathe.
Las miro y están temblando; Carter, Michael y Alfred ya se levantaron.
–No, están alteradas y no…
–Vamos a ir quieras o no, papá.
La palabra me aturde, me eriza la piel, pero parece que es algo normal para Kathe. No lo permitiré, será arriesgado.
–No, quédense a…
–Iré igual –interviene Carter.
–De ninguna manera –reacciona Chris al instante–. Esto no es ningún chiste, es verdadero.
–Lo sé y quiero ir –dice muy firme–. Sí no voy, no diré nada de lo que observé.
–Hablamos de tus hermanos, Carter. Déjate de tonterías.
–No es ninguna tontería, padre. Iremos, los cinco –Sophie, Kathe, Alfred y Michael están a su lado y se miran decididos.
Chris y el resto nos miramos los unos a los otros. Esto no nos viene de buena gana, es demasiado arriesgado para unos niños. No tienen nada que hacer allá, correrían riesgos innecesarios.
–¡No, y es la última palabra! –exclama Chris y todos estamos de acuerdo.
–Vamos –grazno–. Los vemos en el monumento.
Asienten y hago un ademan con la mano a Gill y me sigue. Las gemelas se quedan en la casa de Chris totalmente enojadas igual que sus primos, pero eso es mejor a que les hagan daño.
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Gears of War: Exilio
FanfictionLa guerra ha marcado el mundo Sera y a todos sus habitantes. En un principio entre humanos que se disputaban el "líquido milagroso" y luego... Desde el suelo han emergido seres humanoides que destruyen y matan a cualquier humano a su paso. Este enem...