Acto 5 - Capítulo 8

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Entramos en la tienda de interrogación. Cliff se ve serio, demasiado serio. Más de lo que se notaba en la base.
–Bien, Thompson –inicia Scott y tiene los brazos cruzados aunque trae una libreta y un bolígrafo–, suelta todo. Y por favor, no te reprimas en los detalles.
– ¿Qué quieren que les cuente? Parecen saberlo todo.
–Vamos, maldito, cuéntalo, desde el inicio, ¿cuándo se te ocurrió? ¿Cómo conseguiste a la gente? ¿Por qué elegían a esos niños?
–Demasiado detrás de eso…, la verdad no quiero hacerlo.
–Hazlo, no me obligues a hacerte hablar.
–Calmado –exclama Chris–, hablará.
–Entonces que lo haga, o si no me obligará a usar sus mismas técnicas.
– ¿Tortura? –pregunta Thompson con tono de cinismo y burla–. ¿Enserio creen que me harán disuadir con una tortura simple?
– ¿Qué tal si fuera la que utilizaban ustedes?
– ¿Y al menos la saben o la sabes?
–Claro que sí, idiota.
–Bien, será divertido ver como lo hacen otra vez. Como cuando mi padre me tomaba en las noches y practicaba conmigo. Sí, quiero ver que lo intentes, Gear idiota –eso lo exclama en Indie.
Scott lo ve con cara de odio e ira, sé lo que podría hacer, pero no debo permitirlo ahora que está aquí y podemos hacer algo.
–Yo me encargo Scott –digo y me ven–. Cliff, ¿de qué te sirve guardar esa información? Estas a punto de ser encerrado de por vida y en el peor de los casos morir –no contesta solo se queda mirando con una expresión seria y pensativa. Pronto noto menos fuerza en su mirada, como si por un instante se suavizara–. ¿Y bien?
–Siempre me he preguntado qué hubiera pasado si la UIR ganaba las Guerras del Péndulo. ¿Qué clase de mundo veríamos hoy? Sin embargo vivimos en el mundo de la COG, y déjenme decirles, es un mundo torcido. He visto lo que enseñan en sus ciudades, el como se enorgullecen de sus actos homicidas diciendo que era necesario para alcanzar la paz, tratando de justificar los medios para un fin. Este mundo se merece algo mejor, y si tengo que rebajarme a su nivel, que así sea. Siempre será mejor una guerra justa a una paz injusta –clama en Indie y me hace cerrar la boca–. Ya no hablaré, de ninguna manera.
Scott me mira serio y hace anotaciones en su libreta para después se retirarse, hacemos lo mismo y salimos mientras dos Gears custodian el lugar, seguimos a Scott hasta que se pierde de vista, Chris me guía a las tiendas y veo a Alexander con Leah.
–Voy en un momento.
–Bien, no tardes, recuerda que iras a ver a Edwin una última vez.
–Sí.
Entro y están riendo un poco, pronto soy el centro de atención, Leah se me queda viendo mucho, me revisa aún y Alexander me ve seriamente.
–Alexander, Leah, solo quería agradecerles por salvar a los niños y a mis hijas, en especial a ti Leah, si no hubiera sido por ti...
–No agradezcas, James, solo hacíamos el trabajo –responde Alexander.
–Bien.
Salgo de la tienda aunque tengo ansiedad de hacer una pregunta a él desde hace un rato.
–Leah, ¿nos dejarías solos un minuto?
–Claro, James –responde de forma dulce y sale dándome una sonrisa.
–Alexander, ¿enserio me ayudabas a mi o lo haces por Gill?
–Es obvio, ¿no lo crees?
–La sigues queriendo…
–Sí, pero ahora estas con ella y tienen hijas, aunque las gemelas no se parecen a ella del todo.
–Ellas no son sus hijas biológicas, son de mi antigua esposa, falleció hace unos años. Alice, la pequeña, si es nuestra hija.
–Vaya, creí que las tres eran sus hijas.
–No, pero lo serán, somos una familia después de todo.
–Bueno, al menos es feliz. Aunque…
–Alexander, no te sientes cómodo al verla conmigo, es seguro.
–No, la sigo queriendo, ¿entiendes?
–Sí…
–James, ayudé por ellas y porque no haya otra guerra.
–Sí, pero… ¿también tienes un poco de resentimiento por perder? Digo, después de todo no te culparía por sentirte así. Que ataquen a tú tierra con un misil, el Martillo y después un monstruo no es algo fácil.
–Sí, tengo algo de resentimiento por eso, pero ahora trabajo con la COG. Sirvo para este gobierno.
Baja la cabeza y apenas noto su apariencia, cabello algo largo como el mío, piel morena, ojos oscuros y alto como yo aunque es algo más delgado. Su cara es ovalada con ojos juntos y pequeños.
–Yo fui quien hizo posible lo de la bomba.
– ¿Qué?
–Ya escuchaste.
–Maldito, ¿sabes a cuántas familias mataste? ¿A las personas que sufrieron?
–No sabía que era lo del misil, me informaron que era una misión de reconocimiento. La baliza pudo activarse y así lanzaron el misil.
–Claro, no te excuses con algo tan patético.
–Es cierto.
– No entiendo cómo Gill está contigo.
Sale de la tienda y está furioso, pero al menos comprobé su lealtad. Espero que no piense en lo que yo pienso que hará.
– ¿Todo bien? –entra Leah.
–Si bien significa salir enojado, entonces sí.
–Descuida, a veces es testarudo e idiota, pero se calmará.
Voy a la cama y me siento, Leah me sigue y se sienta en la mesa que está a un lado y me mira con una cara demasiado tierna. Su cabello hace resaltar sus ojos verdes. Toma su cabello y está vez lo deja suelto, huele bien.
–James, hace mucho quería verte.
– ¿Ah, sí? ¿Por qué?
–Tal vez no recuerdes mucho, pero era una de tus compañeras en la base de Halvo. Nos conocimos hace bastante.
– ¿Enserio?
–Sí, bueno, como te dije, es obvio que lo hayas olvidado.
En la base conocí a muchos: Christopher, Scott, Thomas, Harry, Baird, Edwin, otras chicas como Andrea y Sofía, pero nunca vi a Leah, a menos que… Sí, ella estaba en operaciones especiales, por eso no la veía.
–Soy la sargento Leah Wright, de operaciones especiales –sonríe–. Pero estaba en la base al menos una o dos veces a la semana.
–Sí, ya te recuerdo, tus operaciones eran la mayoría de veces exitosas, solo fallaste en dos, ¿cierto?
–Tres, pero me alegra que lo recuerdes. Yo recuerdo todo de ti. El hijo de Alfred Davis, los dos entraron y se esforzaron al máximo. Se volvieron cabo por ese acto en Mercy junto con Andrea Koehler. Tú pelotón se componía de tú hermano, Harry Lescott y Thomas Hammond, y por supuesto tú.
–Sabes todo, ¿cómo? La mayoría del tiempo estabas en las operaciones especiales.
–Bueno, solía verte todo el tiempo desde hace años.
– ¿Íbamos en la misma escuela?
–Sí, James. Tú me gustabas, bueno –se sienta a un lado de mí.
–No sigas.
– ¿Por qué?
–Tengo esposa e hijas.
–Oh, bueno…
–Me tengo que ir.
–No.
Me toma y me da un beso, me zafo y ella sonríe, me toma y me da otro, me vuelvo a quitar y me voy.
–James, vamos, tienes que admitir…
¡Al carajo con eso!
Camino rápido y voy a mi tienda. ¿Cómo pudo hacer eso? ¿Le gusto desde los catorce? No pude ser, apenas y la conocía, no, apenas y le veía ahí. Por linda que sea no voy a hacerle eso a Gill. Veo el camarote y entro, Gill besa a Alexander, se quita y le da una bofetada.
– ¿Qué te pasa, idiota? –pregunta enfadada.
–Gill…
–Largo de aquí, Alexander –grazno.
–No, ella me per…
Voy a él y lo golpeo, lo agarro de la armadura y lo saco, cierro y Gill me abraza.
– ¿Estás bien?
–Sí, gracias.
–Te beso a la fuerza el muy maldito.
–Sí.
–Gill, a mí me hizo lo mismo Leah –me suelta–. Al parecer está enamorada de mí desde los catorce aunque nunca le hable hasta ahora.
–Ella te beso…
–Te juro por Paris que fue a la fuerza.
–Te creo… Si juras con el nombre de ella debe ser cierto.
–Pero dime, ¿enserio no te hizo nada?
–No, hablábamos, se puso mal y me quiso besar, me resistí hasta que ya no pude.
–Bien, la próxima golpéalo bien.
–No habrá próxima.
Me besa y abraza. Esos dos no son de confiar.

Gears of War: ExilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora