Prólogo

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Pequeña, por favor ven aquí escuché de los labios de mi madre, desde el otro lado de la habitación.
Me encontraba exhausta, porque estaba jugando cuando sentí el timbre de casa.
Desde las escaleras vi a un hombre de unos cuarenta y seis años de edad y un chico de unos años mayor que yo. De unos diecinueve años aproximadamente.
El hombre vestía con un traje de chaqueta en azul marino y una corbata plateada. Y el chico vestía con unos pantalones vaqueros y un jersey de color azul oscuro. Algo muy habitual en la moda de niños pijos de hoy en día.
Hija, ven aquí dijo de nuevo mi madre.
Bajé las escaleras y fio observando poco a poco lo que estaba pasando. Pero tengo seis años y no sé por qué mi madre me ha llamado ante dos desconocidos que jamás había visto.
Ante mi madre en breve, me aferré a ella y noté un poco la tensión que había en el ambiente. Y el chico solo sabía mirarme con mala cara.
Alejandro, ella es mi pequeña y mi tesoro.
El hombre se inclinó y me extendió su mano. Eso hizo que me aferrase más a mi madre. Tenía miedo por lo que mi madre quisiese hacer conmigo y no me gustaba lo que estaba viendo en esos momentos.
Ve hija. El señor solo quiere verte.
Miré a mi madre y solo ella me hizo un gesto. No sabía lo que estaba pasando, salvo que ese hombre fuese algún amigo del pasado de mi madre. ¿Qué opinaría mi padre David cuando llegase a casa y viese lo que estaba pasando en esos momentos? Y estaría a punto de llegar del parque con mi hermano pequeño Pablo de un año de edad.
Me acerqué al hombre, mientras que me sentía incomoda con la mirada de ese chico.
Ante el hombre que aparentaba aún más edad, este solo hacía mirarme con cara de ternura. Eso no me hizo sentir incomoda como lo estaba con el chico. Al contrario, me sentía genial y quería aferrarme más a él.
Es muy guapa, Camila.
Sí que lo es.
El hombre continuó mirándome. Eso hizo que sacase una leve sonrisa.
¿Cómo has dado con nosotras? O conmigo al menos.
Recuerda que siempre voy a encontrarme. Y más ahora que puedo quedarme solo.
Pero tú estás casado.
Lo sé. Pero mi mujer está enferma y...
Lo sé Alejandro y no voy a ser tu segunda mujer después de que ella fallezca.
Y la mirada de ese chico, era como un puñal que se clavaba en mi espalda, hasta que vi su verdadero rostro. Eso me hizo querer correr y correr, hasta encontrar una salida...

Desperté dando golpes en el aire y sentí como la persona que tenía a mi lado intentaba calmarme. Pero ver en mis sueños a alguien que he odiado, se me hacía largo y perecedero.
Cuando me calmé, me tumbé y este dormía a mi lado se tumbó abrazándome después. Y me besó el pelo diciéndome después:
― Yo estoy aquí.
Pero eso no me relajó nada. Pues en esos momentos solo había algo que podía relajarme. Algo que muy en el fondo que deseo y que a la vez no puedo tener...

Para Ti Es Mi Voluntad (Química Entre Nosotros I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora