Capítulo 34

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Por la tarde, fui de compras con Ignacio y Daniel para la habitación de su futuro hijo. Y quise acompañarles por que iba a ser mi ahijado.

Tuve de pronto como un deja vu. Como si algo se estuviese repitiendo en mi mente. Pero continué caminando para olvidar ese deja vu.

Cuando llegué a casa, comencé a escuchar la tranquilidad. Pero ese deja vu continuaba en mi interior y entonces volví a recodar cosas que no había recordado en tanto tiempo. Y ese deja vu me hizo enfurecer un poco.

Encontré a mi marido frente a la chimenea en el salón y se dio la vuelta en cuanto me oyó entrar.

―Ciao amore.

Él caminó hacía a mí y le dije:

―¿Por qué lo haces?

―¿El qué, amore?

―Violarme.

―No lo he hecho.

―No me niegues lo que puedo recordar, Darío. Es más, hay violaciones recientes atrás.

―Creo que tú conoces la respuesta a ello, cara.

―Pues no creo que estés enamorado de mí, como yo lo estoy de ti ―le respondí.

―Pues yo tampoco te creo a ti.

Cogí el teléfono móvil y marqué el número de Francesca. Había una forma de demostrárselo.

―Ciao Katherine ―dijo ella respondiéndome al otro lado del teléfono.

―¿Qué haces, cara? ―dijo él.

―Francesca, tienes listo el documento de la denuncia en contra de mis hermanos y Estefan.

―Sí.

Respiré hondo y después dije:

―Pues procede a esa denuncia. Lo firmaré en tu despacho el viernes.

―¡Estás segura!

Miré por unos segundos a Darío y respondí después:

―Muy segura, Francesca.

―Vale. Pásate a verme el viernes.

―De acuerdo.

Colgué el teléfono móvil y después lo dejé a un lado.

Comencé a caminar para marcharme del salón, pero este se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme. Pero intenté resistirme. Pero este me agarró las manos.

En breve, me subió a su hombre y me llevo hacía la habitación de castigo.

Ahí, me puso en el suelo y cerrando la habitación de castigo con llave, me dijo:

―Sono molto arrabbiato dijo él en italiano. Por eso

voy a castigarte de la mejor forma que se y es quitándote ese orgullo que ahora desprendes, Inés.

Bajé la mirada y noté una breve sensación extraña sobre mi cuerpo.

Darío me quitó la camisa. Ya que él ardía en deseos de hacerme el amor y poseerme desde hacía horas y nada se lo impediría. Ni su propia hermana o algún imprevisto.

―No por favor.

Vi en Darío lo que nunca había tenido en esos momentos hacía a mí, en cuanto a poseerme se refería. Y era compasión. Por lo tanto, me quitó el sujetador y Mientras me arrastraba hacía la cama, noté como estaban mis pechos. Erectos por la excitación.

Para Ti Es Mi Voluntad (Química Entre Nosotros I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora