Capítulo 27

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―Corre todo hacía adelante y no mires hacía atrás ―escuché―. Yo te seguiré.

El humo era muy negro y asfixiante. Y me era imposible ver por el lugar hacía donde iba. Pero mis piernas seguían corriendo. Se guiaban por donde el doctor Palmieri me iba guiando, pero el humo no me dejaba ver.

Tras varios minutos corriendo, vi una salida y cuando la alcancé en breve, pude respirar el aire no tan puro fuera del centro psiquiátrico.

Comencé a respirar entrecortadamente, mientras que el doctor Palmieri, decía:

―¡Estás bien! Asentí.

―Esto va a quedar reducido a cenizas y voy a tener que dar parte a las autoridades de lo ocurrido. No sé qué diablos voy a hacer. Per l'amore di dio! Que voy hacer.

―Yo no puedo regresar a la vida como Inés. Voy a marcharme hasta que tenga las ideas claras.

―¿Dónde piensa ir, señorita Barquero?

―Me iré a Palencia unos días. Solo hasta que piense donde puedo ir.

―Pues no lo piense más. Vengase conmigo a Italia en cuando resuelva este problema.

―No puedo.

―¿Por qué? ―preguntó.

―Porque no me gustaría ser una molestia.

―No lo es, señorita Barquero.

Hicimos una pausa:

―No quedaremos en un hotel y piense esto durante un largo sueño.

―¿Cuándo debo de darle una respuesta a su proposición?

―Cuanto antes...

Desperté de pronto y me puse en pie asustada. Y tan asustada estaba que no me había dado cuenta que todo aquello había pasado ya una vez.

No me imaginaba que durante ese pasado hubiese conocido al causante de mi "a veces" felicidad. De que en ese pasado sufriese para poder lograr esa gran meta llamada ahora felicidad. Pero también el causante de que me parase en el camino para alcanzar esa meta.

Algo cálido me tocó y mientras que lo hacía, me volví a sentir como una pluma de ligera. Eso me hizo cerrar los ojos y dormir sin preocupación.

Volví a despertar y olí el perfume de mi marido. Un perfume que se clavaba en mi nariz.

Miré hacía a mi lado derecho y vi a Darío. Sentado con cara de reocupación.

―¿Qué ha pasado? ―le pregunté.

―Te has desmayado.

De pronto recordaré lo de mi menstruación.

―¿Qué ocurre? ―me preguntó.

―Nada. He recordado algo que paso antes de que me desmayase.

―Algo relacionado con tu pasado. Asentí.

―¿Deseas contármelo?

―Estoy bien. Solo es algo pasajero.

―Pero tu desmayo no. Así que, voy a llevarte a un hospital para ver qué es lo que te ocurre.

―Tranquilo. Solo es una bajada de azúcar. Recuerda que no he desayunado.

―Aun así, me preocupa tú salud.

―Lo sé. Pero comeré algo en el trabajo cuando llegue.

―Voy a hacerte algo rápido para que desayunes.

―Hazlo. Pero me lo llevaré para el trabajo. Llego tarde.

Me levanté enseguida de la cama y él me paró por unos instantes.

― ¿Qué ocurre? ―le pregunté.

―Nada.

Él cogió su teléfono móvil y puso una canción al instante cuando tocó la pantalla.

Comenzó a sonar No degree of separation de Francesca Michielin. Una canción en italiano e inglés que no había vuelto a escuchar desde su presentación hace meses para el festival de San Remo del año anterior.

Darío me atrajo hacía a él y me sedujo a que bailase la canción lentamente. Y yo le seguí el juego porque... porque... ya comenzaba a sentir los efectos de esos sentimientos hacía él. Más que aquella química que había entre dos personas; entre dos amantes que se amaban la una hacía la otra. Y había que debía de aclarar.

Para Ti Es Mi Voluntad (Química Entre Nosotros I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora