Capítulo 18

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―¿Cómo has estado, querida? ―escuché.

Miré hacia atrás y vi como Manuel se quitaba la chaqueta del traje que llevaba puesto, y ajustándose los nudillos de las mangas de esa camisa que llevaba puesta.

―¿Qué hago aquí? ―le dije, mientras que forcejeaba contra la camisa de fuerza.

―No lo imaginas.

―Para un interrogatorio.

―Para eso y mucho más. Hizo una breve pausa:

―Hagamos un trato ―dijo él.

―¿Qué trato? ―preguntó.

―Pregunta por respuesta, a cambio de no haber lo que tenía pensado hacerte.

―Piensas que voy a aceptar un trato, después de llevar aquí semanas por ti. Y secuestrada.

―Te conviene, créeme.

―Pregunta. Quizás responda, quizás no.

―Siéntate en la cama.

Lo hice y él se sentó en una de las sillas que había frente de mí.

―¿Quién llamó a tu madre y a esa amiga tuya el otro día?

―Yo no. No salgo de esa habitación acolchada desde aquel día en que me violaste. Quizás fue Estefan o el mismo doctor Carvajal.

―Si ha sido Estefan lo averiguaré. Pero dudo que su nueva chica le dije llamar a su pasado.

―¡Que! No puede tener otra novia nueva. Vi en sus ojos que me esperaría.

―Pues la tiene. Ya ha cambiado de opinión.

Comencé a forcejear y Manuel se levantó de la silla, viniendo hacía a mi después.

Me tumbó en la cama con una sonrisa y dijo:

―Es así como te quería. Forcejeando. Pero al final serás mia hoy mismo y en otros instantes que a mí me apetezca...

Desperté de pronto y comencé a respirar entrecortadamente muy seguido.

¡Dios! Había sido otra pesadilla. O un recuerdo. Ya no sé qué diablos pensar.

Me levanté de la cama y fui hasta la ventana, buscando una bata de seda que ponerme.

Me senté mientras que contemplaba por la ventana, como se nacía el nuevo día.

Comencé a pensar en las veces en las cuales, mi hermano Manuel me había violado, pero también como mi marido lo había hecho. ¿Era esa la razón por la cual no quiero que me toque hasta que yo lo decida? ¿Era por la idea de que Estefan estaba con otra por la cual me aferraba demasiado a ese amor no correspondido y del cual no me dejaba amar a mi marido como era debido? Jamás me había visto en esa encrucijada,

―¿Qué ha ocurrido? ―escuché.

Miré hacía la cama unos segundos y respondí:

―Una pesadilla con recuerdos del pasado.

―Te escucharé después del desayuno.

―No es necesario.

―Lo es. Por eso soy tu marido y tu psicólogo.

―Eso no lo dijiste ayer por la noche.

Darío se levantó de la cama y yo me moví rápidamente de la ventana hacía la salida en cuanto me levanté.

Para Ti Es Mi Voluntad (Química Entre Nosotros I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora