Capítulo 32

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Ignacio, Daniel y yo salimos tarde de la oficina a las ocho de la noche. Y esa misma tarde decidimos ir a cenar a un restaurante.

Durante la comida sentí la necesidad de vomitar.

Fui al baño a hacerlo y cuando regresé, las preguntas de Daniel comenzaron a intimidarme. Hasta que llegué a confesarle mi embarazo.

Cuando salimos del restaurante, comenzamos a caminar por esa zona. Algo que ayudó a mi mente a despejarse.

Alcé la vista y por unos minutos vi que el mundo se me venía encima cuando vi ante mí a Sylvana Beltrame. Una mujer con la que fui compartida al principio de toda mi vida al lado de Darío y al comienzo del proyecto de Artemisa con esa amiga suya de la carrera de psicología. Una mujer que cuando fuimos compartidas, ella tendría, unos veinte años de edad.

―Katherine.

―Ciao Sylvana. Hice una pausa:

―Nos vemos en la oficina mañana chicos.

―Ciao cara ―dijo Ignacio dándome dos besos en la mejilla.

―Ciao Katherine.

Ignacio y Daniel continuaron caminando y me quedé a solas con Sylvana.

―Come hai fatto tutto nella vita da quando abbiamo prima e l'ultima volta?

―Bene ―le contesté―. ¿Cómo te va tutto a te?

―Bene, grazie.

―Sigues siendo sumisa de aquel patán.

―No. Acabé enamorándome de mi actual dominante y ahora marito. Llevo año y medio sposata.

―Sono felice per te.

―Grazie Katherine.

―Ha sido un placer verte.

―Inoltre, Katherine

Nos dimos dos besos y ella continuó su camino. Continue caminando hacía al coche y mientras lo hacía, vi unas imágenes.

Cuando me monté en el coche una milésima de segundo después; respiré hondo y después de cerrar el coche, cerré los ojos y volví a ver esas imágenes...

―Ora vi dichiaro marito e moglie ―dijo el juez en italiano. Me había condenado casándome por las leyes italianas con

Darío. Pero no era una condena, si no, una oportunidad al amor y a la vida. Y también era un agradecimiento por lo que había hecho por mí desde que salimos de aquel incendio del centro psiquiátrico.

Después de un breve beso, sus padres, mi madre e Isa se acercaron a nosotros y nos dieron dos copas. Pero mi día especial, no era tan especial como esperaba.

Mi madre vio esa preocupación en mí y bajó la mirada. Pues sabía que ella había pasado por lo mismo que yo hace tantos años.

Después de las felicitaciones y de comer en un restaurante cerca de los juzgados de Florencia, Darío y yo nos fuimos al departamento para estar a solas y la verdad no lo necesitaba.

Él fue hasta el reproductor y puso algo de música.

En unos instantes empezó a sonar Vas a querer volver de Maite Perroni. Una bachata que tenía las palabras adecuadas para despedirme del pasado.

Darío extendió su mano en breve, diciéndome:

―Ven cara mia. Vamos a bailar nuestra canción nupcial.

―Es una bachata.

―Lo sé. Me gustan los movimientos lentos y rápidos. Sobre todo, si son encima de ti.

Le di al final mi mano y me empujó a él.

Comenzamos a bailar la canción que él había puesto y pude sentir como la pasión crecía mutuamente en ambos por cada instante y cada segundo. Pero me percaté que había cometido el peor error de mi vida, cuando inhalé su perfume, mientras que bailábamos esa canción. Pues nunca me había ido con un hombre para cumplir una venganza que estaba muy lejos.

―Por fin eres mia ―susurró―. Mia y voy a hacerte feliz...

Volví a la realidad y vi que había un policía ante mi coche. Por lo tanto, arranqué el coche y me marché de aquella calle para ir al departamento. Y mientras que conducía pensé en ese recuerdo. Un recuerdo que se me estaba clavando como un puñal sobre mi espalda. Pues ese baile me hizo pensar por unos momentos en Estefan y en esos momentos que tuve a su lado.

Llegué a casa media hora después y sentí la tranquilidad en cuanto bajé del coche.

Ángelo me cogió las llaves de mi coche y después entre en el departamento. Pero lo hice, mientras que abrazaba lentamente mi estómago. Ya que conocía lo que tenía en mi interior.

Al entrar comencé a escuchar una canción con letra en español. No era muy habitual en Darío, pero debió de haber pasado algo para que él estuviese escuchando aquella canción.

Busqué a mi marido mientras que escuchaba la letra de la canción y me acareaba lentamente mi estómago. Tenía la sensación de que algo estaba ocurriendo y la única forma que tenía de averiguarlo era encontrando a mi marido para preguntárselo:

"Aunque a veces duela, lo que queda es el porqué de tu existencia, lo que hace que esta droga prisionera, juegue con toda la fuerza su estrategia..."

Cuando vi a mi marido en el jardín, me acerqué a él y le abracé por unos instantes, diciéndole:

―Todo bien.

―Sí. Estaba pensando mientras que la música y soledad me envolvían un poco.

― Pues debería irme.

―No. Me gusta tú compañía.

―Vale.

―¿Dónde has estado, cara?

―He ido a cenar con Ignacio y Daniel. Puedes comprobarlo si lo deseas.

―No hace falta.

―¡Darío!

―Dime ―dijo él dándose la vuelta.

―He visto a Sylvana.

―¿Qué Sylvana?

―Con la chica que me compartiste hace tiempo. Al menos con su primer hombre dominante.

―¡Ah sí! La recuerdo ―exclamó―. ¿Y como esta?

―Se casó con su dominante hace un año y medio.

―Me alegro por ella ―respondió―. Pero que tiene que ver ella con nosotros.

―Nada. Quería que lo supiera.

―Grazie por confiar en mí.

―No hay de qué. Hice una pausa.

―Me voy a descansar. Estoy un poco cansada.

―Vale.

Le di un beso rápido en los labios y me marché en breve hacía la habitación, mientras que escuchaba como la música desvanecía por momentos.

En la habitación me cambié al pijama y después me tumbé en la cama.

Respiré hondo mientras que desconectaba mi mente de la realidad.

Después apagué la luz y en breve cerré los ojos, para olvidar las cosas que pasó durante ese largo día.

Para Ti Es Mi Voluntad (Química Entre Nosotros I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora