Capítulo Treinta y cuatro: Siete días

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Capítulo Treinta y Cuatro: Siete días

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Capítulo Treinta y Cuatro: Siete días.

A pesar de la todos los moretones que adornaban su rostro, parecía verse tan tranquilo y pacífico que nadie le creería que le dolieran todas las heridas que tenía. Pasó un dedo por una de sus cejas, ordenando los pequeños cabellos de aquella curva que tenía encima de sus ojos. No se había separado de él ni un solo segundo. Estaba preocupada, pero no paranoica como en el momento en el que subió al octágono. Él había logrado tranquilizarla cuando el mismo parecía a punto de colapsar.

No cualquiera se tomaría el tiempo de hacer eso, por lo que ella comprendió que justamente era lo que él quería evitar en ella, que enloqueciera. Incluso sentía que aun así, dormido, podía darle la paz y la tranquilidad que ella necesitaba, el de saber que estaba con ella.

Apretó su mano como si tuviera la loca necesidad de recordarle que ella estaba ahí para él, que siempre lo estaría. Volvió a mirarlo, concentrándose en la hinchazón de su ojo izquierdo, el cual ya no tenía sangre pero parecía una bola de ping pong. Se preocuparía en serio de no saber lo que había pasado. Aquello no era más que un efecto colateral de todo lo que había luchado por su objetivo. Estaba tan orgullosa de él, había logrado enfrentar todo lo que lo atormentaba. Más que satisfecha de que le hubiera pateado el culo a Cromwell, estaba feliz porque había superado su mayor miedo. Él mismo. Se venció y se demostró que puede hacer todo lo que quiera.

Siguió dándole caricias, su cabello ceniza, sus nudillos rojos, sus costillas, que tenían una venda blanca tapándola, pues al parecer había sido una de sus zonas más afectadas. Sus parpados, sus brazos...delineó sus labios viendo lo rojizos que estaban, toco su nariz con cuidado casi con miedo pues ella también había sufrido. No le gustaba verlo así, quisiera que pudiera pelear y salir ileso, pero ella se había mentalizado que tendría que acostumbrarse a verlo así, sin decir nada.

Maxi, Santi y Ed entraron en la habitación como torbellinos, los dos primeros venían riéndose y el último solo blanqueaba los ojos. Supuso que tal vez lo molestaban, siempre Ed era la victima del grupo, junto con ella claro está. El rubio ojiverde llegó hasta ella y le tendió el Cappuccino que le había pedido. Pudo ver como en el envase de este estaba escrito con marcador negro     "Relámpago". Solo lo miró, pues ya podía imaginárselo diciéndole al cajero que uno de los cafés era para relámpago. Este como adivinando lo que ella le estaba pensando, se rio levemente y le dejo un rapidísimo beso en su cabeza.

¿Cómo no iba a amarlo?

Con una sonrisa a medias se llevó el café a los labios probando el exquisito sabor de la bebida. Cerró los ojos deleitándose, estaba caliente. Ya eran casi la una de la madrugada, la pelea había durado demasiado y todo el proceso que tuvo que pasar para que le diesen una habitación en el hospital. Tenía frío.

Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, y sintió el papel doblado allí. Miro de inmediato al chico en la camilla y suspiró apretando levemente el papel.

MI RUBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora