Prólogo

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Tres meses antes...

Todo lo que veo son sonrisas, vestidos y corbatas. Hay una gran variedad de vestidos entre nosotras, y lo que me sorprende es que no hayamos repetido ninguno. Es cierto que predominan los azules y los rojos, pero ni uno solo es mínimamente similar a otro. El mío es uno de los rojos, pomposo, sin mangas y con un cinturón de piedras brillantes. De entre todos los que me probé (unos cuarenta) no fue el que más me gustó, pero sí el que mejor me quedaba. Mis padres y mi hermana insistieron en que era el más elegante y adecuado para la ocasión. A mí me había enamorado uno negro con transparencias y lentejuelas, sin embargo, incluso yo sabía que quizá no era el más idóneo.

—No creí que fuera a decir esto... —me habla Erika al oído mientras mastica uno de los canapés de atún y pimiento—, pero el discurso del director me emocionó.

Hace unos quince minutos desde que nuestra ceremonia de graduación terminó y tanto alumnos como profesores y familiares salimos del salón de actos para venir a vaciar todos los platos y todas las copas que el servicio de catering ha preparado. Acabamos el acto todos subidos al escenario y cantando una canción de estas que hablan sobre la alegría, las nuevas etapas y la amistad que vamos a conservar todos con el paso de los años. Vamos, que eso no se lo cree nadie.

—Se le ablandó el corazón —le doy la razón a Erika y termino de beberme el refresco del vaso de plástico. Sí, la cubertería y los platos son de plástico para usar y tirar. Nuestro instituto no se caracteriza por contar con el mejor presupuesto.

El lado bueno es que esto solo es un pequeño encuentro con pocas cantidades de comida para permitir que los familiares estén presentes, luego nos iremos todos al restaurante donde hemos reservado para cenar y con suerte nos servirán en vasos de cristal.

—¡Stella!

Alguien me llama y me giro en busca de la persona que lo hace. Entonces me encuentro con mi prima Greta, a la que vi entre el público aplaudiendo y silbando con gran entusiasmo. A pesar de encontrarse casi en las últimas filas de asientos, sus gritos llegaban al escenario.

—¡Qué guapa estás! —Me da un abrazo, apretando demasiado como es su costumbre, y se aparta—. ¡Qué guapos están todos! ¡Me encantó el vídeo con vuestras fotos!

—Gracias —respondo, sonriendo, y me tomo un segundo para echarle un vistazo. Lleva un vestido corto y de color lila, brillante y apretado. Le sienta bien a su cuerpo lleno de curvas, y combina con su pelo oscuro, casi negro, pero con reflejos tirando a morado.

—Felicidades, Stella —interviene otra voz.

Intento no quedarme con cara de besugo mientras le sonrío en agradecimiento a Christian. Christian Bay. Rima con Christian Grey, lo sé. Es tan parecido... en muchos sentidos, no solo por el nombre. Es atractivo, tiene buen cuerpo, le quedan genial las camisas de botones y las corbatas, tiene veintiséis años... y es el novio de mi prima Greta. Un amor imposible.

—Gracias, Christian.

No debería sorprenderme el hecho de que me dé un beso en la mejilla y para hacerlo su mano quede levemente apoyada en mi cintura... No debería sorprenderme porque es lo que siempre hace cuando viene a casa con ella. También saluda de la misma forma a mi madre y a mi hermana, así que sigo sin sentirme especial.

—Bueno, ¡vamos a seguir comiendo! —declara Greta y coge a Christian del brazo. Se alejan, en busca de una mesa en la que haya más canapés.

Erika, que sigue a mi lado y ha sido espectadora de todo, me dedica una sonrisita traviesa. Su pelo castaño con mechas finas y rubias está igual de liso que siempre, sin embargo su cara lleva un maquillaje mucho más profesional. Probablemente le han aplicado algo de contouring porque ha conseguido disimular bastante su nariz chata de gato angora, tal y como ella la llama.

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