44. Por las molestias

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Los engranajes de mi cerebro empiezan a funcionar a toda velocidad. Le conté todo a Erika. Le dije que Christian había dejado a mi prima y ella fingió que no sabía nada... ¿O no lo sabía? ¿Fue rápidamente a atacar una vez que yo se lo conté? Eso sería surrealista. No ha habido tiempo. Ya lo sabía, y probablemente ya se estuviera enrollando con él antes de yo contárselo. ¿Y si la razón porque dejó a Greta es porque ya estaba liada con Erika?

Esta es la gota que ha llenado el vaso. Superé que intentara ligar con Louis aquella noche, superé que se estuviera distanciando tanto de mí... Parecía que ya volvíamos a estar bien, pero ¿esto? ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a hacerlo y no contarme nada? Claro, ella sabe perfectamente qué debe contarme y qué no. Y yo siendo tan gilipollas y sintiéndome mal por no haberle dicho nada de Louis antes.

Lo siento mucho, pero hasta aquí he llegado. Christian era el novio de mi prima, y lo fue durante bastante tiempo, y además Erika sabía que a mí siempre me había gustado. Yo era consciente de que estaba prohibido, nunca habría intentado nada... Igualmente, se ha metido con mi prima y se ha metido también conmigo.

—¿Stella? —la voz de Karlie me saca del trance.

Cuando reacciono me doy cuenta de que estoy arrugando una foto, apretando con fuerza. La suelto de inmediato. No puedo estropear las pruebas.

—Me voy a quedar con esto —anuncio, y guardo las fotos de nuevo en el sobre.

Voy a mi habitación, lo dejo sobre el escritorio y cojo el móvil. Entro en el chat de Erika.

Necesito verte. Dime si esta tarde puedes quedar.

—¿Qué vas a hacer? —me pregunta mi hermana, intrigada.

—Solo hablar —respondo, inocentemente.

☆☆☆

Llego a la playa vestida con una falda y un top sin tirantes. Me quito las gafas de sol para ver mejor lo que tengo delante de mí. Donde suele estar el socorrista, Gardner quería decir, ahora hay una chica. Por sus rasgos diría que puede ser india. En cualquier caso, lo importante es que Gardner ya no está en su puesto de trabajo. Ya fue el cambio de turno. Quizá vine demasiado tarde. Pensar en que acabo de hacer el recorrido de mi casa hasta la playa para nada me hace sentir estúpida.

Echo un vistazo rápido a mi alrededor, en un intento fallido de encontrarle por la zona. Resoplo, y algo impacta contra mi espalda. Me giro y descubro una pelota hinchable roja y blanca en la arena. Levanto la vista, y ahí está el socorrista. Uy, me ha salido rima.

Mentalmente suelto un suspiro de alivio.

—¿Y esto? —le pregunto, agachándome para coger la pelota.

—Las estábamos repartiendo antes.

Me fijo en las letras que aparecen en ella. Es una promoción del servicio de socorristas.

—Estaba a punto de irme —confiesa, dando un paso hacia mí—. Pensé que no ibas a venir.

Presiono los labios.

—Y yo pensé que ya te habías ido.

Instintivamente comenzamos a caminar hacia la orilla, en busca de un sitio en el que colocar la toalla.

—¿Tu hermana no vino hoy?

Niego con la cabeza. Hoy solos él y yo. Genial. Una parte de mí está aterrorizada. Coloco mi toalla y me quito la ropa. Él no coloca nada ni se quita nada. Ya está vestido con solo un pantalón corto y el hecho de no tener toalla con la que secarse parece que no le preocupa. Se sienta en la arena y observa el mar en silencio.

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