—¿Vamos a estar fugados de clase toda la mañana? —pregunta de repente, interrumpiendo el silencio que ha durado por varios minutos. O eso creo. Quizá solo han sido segundos.
—¿Ya estás bien? —le pregunto, levantando la cabeza. Me separo de él y me fijo en su rostro buscando la palidez de antes. Se ha ido.
—Mejor que nunca —se burla, y se pone en pie.
Me tiende una mano para ayudarme a levantarme. La cojo, la estrecho y con fuerza tira de mí. lo siguiente que hace es recoger el envoltorio que no había conseguido encestar y lo tira en el cubo correspondiente.
—Te debo una chocolatina —habla, de camino de vuelta a clase.
—Cállate —espeto.
Me debes mucho más que una chocolatina. Me debes una explicación. Me debes una disculpa. Me debes una relación.
☆☆☆
Desde que he llegado a casa lo único que he hecho ha sido unas tareas de la universidad mientras que pensaba en Louis al mismo tiempo. No estaba pensando en todo lo pasado, como habitualmente, sino en lo que ha ocurrido hoy. Ha sido un acercamiento, de una forma u otra. Estábamos distantes desde aquella conversación, pero estos días la distancia se había ido difuminando, hasta lo de hoy. ¿Es algo realmente significativo? ¿Puedo pensar en ello como una señal? ¿Un segundo intento? ¿Y si no ha vuelto con Naomi? ¿Y si realmente necesitaba un tiempo para solucionar sus cosas y ahora la oportunidad se ha perdido porque yo estoy quedando con Gardner? ¿Me habré precipitado?
No me haría tantas preguntas y mi mente no estaría tan hecha un lío si él fuera un poco más comunicativo.
Ahora he llegado a la playa, porque quedé con el socorrista, otra vez. En esta ocasión, dudé bastante antes de salir por la puerta. Dudé porque el brazo de Louis por encima de mis hombros reavivó todo, me dio esperanzas.
¿Debería seguir viendo a Gardner? ¿Por qué estoy quedando con un chico si no paro de pensar en el otro? ¿Me gusta el socorrista? Probablemente en otra situación no dudaría tanto. Si Louis no estuviera en medio tendría claro que me gusta el socorrista. A ver, ¿a quién no le gustaría? Apenas le conozco, es cierto, pero de momento no hay nada malo que pueda decir de él. Tiene interés en mí, me propone quedar, siempre tenemos algo de lo que hablar... Es socorrista.
—Toma. —Alguien me toca el brazo por detrás.
Me giro y me encuentro con Gardner, sujetando unos vasos plásticos con un líquido azul en su interior.
—¿Granizadas? —pregunto, con confusión.
—Es lo máximo que pude conseguir en el quiosco de chuches de ahí arriba. —Se encoge de hombros, sonriendo.
Cojo el vaso y sorbo por la pajita de inmediato. Hacía tiempo desde que no bebía una de estas.
—Acabas de desbloquearme un recuerdo, así que gracias. —Sonrío.
Ocupamos un sitio con nuestras toallas, nos bebemos la granizada y terminamos hablando de nuestra época en el colegio, cuando bebíamos granizadas. Me cuenta que en su momento era un niño muy vergonzoso, incapaz de hablar hasta con los profesores. Solo hablaba si se lo pedían y, si ocurría, se pasaba el día pensando en su intervención, atormentándose sobre si había sonado estúpido al hablar delante de los demás.
—Tampoco te creas que yo era muy lanzada —le digo, para que no se sienta tan mal—. No me daba vergüenza hablar en clase, pero a la hora de ser sociable... salir de mi grupo de amiguitas cercanas me daba un poco de pánico.
Al cabo de un rato al sol nos metemos en el agua y seguimos hablando de cosas que hacíamos de pequeño.
—Todas las niñas de diez años en la playa eran tal que así. —Comienza a hacer el pino bajo el agua y a fingir que nada como una sirena.
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Las novelas de Stella
Fiksi PenggemarHabiendo salido muy pocas veces de su zona de confort, Stella se enfrenta a su primer año en la universidad. Llegan nuevas experiencias, nuevos compañeros y nuevas amistades, y pronto su vida se vuelve más parecida a todas las historias que ella inv...