16. Negro

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La profesora da la clase por terminada y escuchamos cómo el aula se va vaciando. Las voces son menos, los ruidos de las sillas al ser arrastradas por el suelo van cesando. Quedan solo los más lentos así que permanecemos inmóviles hasta que estemos seguros al cien por cien que se ha vaciado por completo.

No se oye nada. Cuento un par de segundos después de que se escucha el silencio absoluto, y tras ellos salgo de debajo de la mesa con cautela. Me asomo, lentamente, y suspiro de alivio. Estamos solos, y lo hemos conseguido. Una hora entera escondidos en una mesa y no hemos sido descubiertos.

Echo a correr, y él detrás de mí. No compartimos ninguna palabra, simplemente ambos sabemos que tenemos que correr. Una vez en el pasillo reducimos la velocidad y actuamos con normalidad, como si acabáramos de tener una clase como otra cualquiera. ¿La diferencia? Muchas, pero entre otras que no llevamos nada en las manos. Nuestras mochilas se quedaron en nuestra aula por una hora entera.

—Qué vergüenza... —voy murmurando una y otra vez, llevándome las manos a la cara—. ¿Te imaginas que nos hubieran pillado?

La verdad es que no quiero ni pensarlo. No sé cómo habríamos explicado el motivo de por qué estábamos allí.

—La culpa es tuya —suelta, con diversión, cuando comenzamos a bajar las escaleras.

—¿Mía? —exclamo, incrédula—. No fui yo la que dijo que esas clases estaban vacías.

Compartimos miradas.

—Tú eres la que viene cachonda a las ocho de la mañana.

Le propino un golpe en el brazo, de manera instintiva. A él le parece gracioso, como todo, y no comenta nada más. 

Cuando llegamos a nuestra clase, Marco y Dánae nos miran con cara de interrogante. Nuestras mochilas permanecieron una hora aquí, solas, sin nosotros... así que es normal que no entiendan nada de lo que está ocurriendo. Yo espero que no me hayan robado nada, porque entonces ya completaría el día de mala suerte.

—Me da miedo preguntar... pero voy a hacerlo igualmente. ¿Dónde estabais?

Louis y yo nos miramos. ¿Quién de los dos le va a contestar a Marco?

—Tuvimos... —empieza él—. Un percance.

¡Un percance!

—Espero que no me hayan cogido nada de la mochila. —Rebusca dentro de ella para asegurarse.

—Que yo sepa, no. Estuvimos custodiándolas todo el tiempo.

—Gracias, tío.

Y yo no digo nada. Me siento, reviso rápidamente el contenido de mi mochila y la vuelvo a colgar de la silla. Segunda vez que esto sale mal. A la tercera será la vencida.

☆☆☆

Se comenta que la bufanda de Angelina ha desaparecido. Sí, Angelina, esa chica guapa que me ignoró el primer día. Para cuando terminan las clases del lunes se dedica a pasar por cada grupito de personas, preguntando si alguien la ha visto. Llega a nosotros y realiza la misma pregunta.

—No encuentro mi bufanda. ¿Alguno de vosotros la ha visto? Era negra.

Los cuatro negamos con la cabeza.

—No puedo creer que en primero de universidad se dediquen a robar cosas. ¡Ni que fuéramos unos críos! —Se le ve bastante afectada. Quizá era su bufanda más cara, o la más nueva que tenía.

Ella se marcha y la clase se va vaciando. Al final solo quedamos nosotros cuatro.

—¿Y si hacemos el trabajo aquí? No creo que vengan a dar clase ahora.

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