27. Humillante

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Han pasado cinco canciones, o tal vez seis. Unos veinte minutos, quizá. En ese tiempo solo he hecho una cosa: quedarme sentada y aprovechar la barra libre para beber lo que quiera. No hay otra cosa que pueda hacer. Marco también ha desparecido, así que oficialmente me he quedado sola. Ya no me apetece bailar, ni mucho menos conocer gente nueva. Querrán enrollarse conmigo por unos minutos y luego me abandonarán de nuevo. Probablemente eso es lo que está haciendo Erika con Louis. Solo un rato. Una tontería de una noche. Sin importancia. Mañana me lo contará y dentro de dos días volverá a hacer lo mismo con otra persona. La rabia se me acumula en el pecho y me cuesta respirar.

—Hola, guapa. —Una voz llama mi atención. Alguien se sienta en el taburete de mi lado—. ¿Tienes novio?

Pongo los ojos en blanco, dejo el vaso sobre la barra y me giro para responderle alguna estupidez. A preguntas estúpidas, respuestas estúpidas.

—Louis —murmuro cuando me doy cuenta de que es él.

—Stella —responde con entusiasmo, como si estuviéramos jugando a adivinar el nombre del otro.

—No hagas eso —le pido, agarrándole de la muñeca—. No te vayas con Erika. Vete con quien quieras, pero no con Erika.

Veo su ceño fruncido entre la oscuridad y las luces de colores. De repente tengo ganas de salir de aquí y poder hablar con él con silencio de fondo, sin escándalos, sin gente.

—No quiero escucharlo, ¿me entiendes? —sigo hablando, elevando mucho la voz—. No quiero escuchar esa mierda...

Me lo contará. Me contará que se lió con el ex de Naomi, muy orgullosa de ello. No quiero...

—La verdad es que no te entiendo. —Coge mi mano y la aparta de su muñeca. Tal vez mi agarre era demasiado fuerte. No puedo decirlo con seguridad, no soy consciente de todo lo que hago ahora mismo.

—Dime que no te has enrollado con ella —voy al grano, con seriedad. Con toda la seriedad que el alcohol me permite mostrar. Me llevo las manos a la cara y me cubro con ellas, solo para no estar viendo su cara cuando me diga lo que no quiero escuchar.

—¿Con Erika?

Asiento con la cabeza, todavía sin mirar.

—No lo he hecho.

Separo mis dedos para lograr algo de visión por el hueco. Ha dicho que no. ¿Está mintiendo? Creo que no. Creo que es cierto. Aparto las manos y resoplo con alivio. Tanto drama para nada.

—Gracias a Dios.

—¿A Dios? —Veo su mirada divertida—. Gracias a mí.

Ya puedes estar tranquila, Stella.

—¿Por qué estás tan borracha? Hoy te has pasado.

Es por culpa de Marco. Bueno, es culpa mía, pero también de Marco. Me incita a beber. Me pone el vasito delante como si de un caramelo se tratara.

—Me voy fuera —anuncio—. Aire. Quiero aire.

Me pongo de pie y me dirijo hacia la salida rápidamente, abriéndome paso entre el gentío. Cruzo la puerta, sabiendo que una vez que salga ya no podré volver a entrar (a menos que pague de nuevo, cosa que no haré) y me voy a un banco. Me llega el aire que tanto ansiaba, me llega el fresco de la noche. Es un alivio. Respiro profundamente, disfrutando del aire limpio.

Una silueta se acerca a mí. Ha venido detrás de mí y ni me he enterado.

—¿Estás mejor? —me pregunta y se sienta a mi lado. Muy cerca. Su pantalón roza mis piernas.

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