1. CoincidenciasCreo que el autobús se está retrasando más de la cuenta. Ya calculé un posible retraso de unos cuantos minutos, porque en el transporte público siempre hay retrasos, pero ya son las 08:40 y se supone que a las punto empieza la primera clase. No tengo ni idea de a cuánta distancia voy a quedar de la parada a la universidad, no tengo ni idea de cómo encontrar la facultad exacta ni el aula exacta, y sin embargo aquí estoy, tratando de mantener los nervios a raya mientras escucho música a través de unos auriculares. A veces miro las caras de los que están aquí sentados y me pregunto de, si entre los rostros más jóvenes, alguno irá a la universidad como yo. ¿Alguno sabría guiarme hasta mi facultad? ¿Alguno estudiaría incluso la misma carrera? Quizá hasta también es el primer día para la chica de pelo azul, o para el del gorro de lana negro y gafas, o para el blanquito de dos metros que ha tenido que viajar de pie...
Cuando el altavoz anuncia la parada del campus universitario, han pasado tres minutos desde la última vez que miré la hora. Me levanto a toda velocidad, me cuelgo la mochila pesada al hombro e imito a un equilibrista por el pequeño pasillo mientras el autobús todavía está moviéndose. Espero no haber hecho ya el ridículo desde tan temprano. La puerta se abre y soy la primera en bajarse. No me hace falta buscar demasiado lejos para dar con el campus universitario; queda delante de mis narices. Eso es un punto especialmente positivo, que la parada quede justo enfrente de la universidad.
Respiro hondo y comienzo a andar. Trato de mantener una postura erguida y confiada para dar buena impresión pero la mochila me pesa como diez kilos. He metido cinco libretas con resorte (porque de acuerdo con el horario serán cinco asignaturas este primer cuatrimestre), también llevo el portátil, pues tengo entendido que aquí se utiliza mucho para tareas y apuntes (cosa que no hacíamos en el instituto), y me he traído la comida. Solo la botella de agua ya implica bastante peso.
Tras cruzar la verja me quedo alucinando ante las dimensiones del campus. Se supone que en esta zona solo hay unas cuantas facultades, y que el resto están repartidas por otros lugares, pero aun así lo que estoy viendo es casi más grande que mi pueblo. No paro de comparar todo con mi antiguo instituto: edificios enormes y de construcción moderna, césped intacto, árboles en forma de esferas perfectamente cortados, bancos metálicos y brillantes cada diez pasos... y muchísima gente. Me fijo en que prácticamente todo está señalizado y eso constituye otro gran punto positivo para los nuevos, y para los nuevos despistados como yo. Paso por al lado de la biblioteca, que podría ser perfectamente un hospital con camas para miles de personas dado su tamaño, y a mi derecha leo las palabras residencia universitaria. Eso me da rabia porque me recuerda que, aun habiendo solicitado plaza para vivir ahí durante el curso, me la denegaron. Me escribieron algo sobre la distancia que hay de mi casa a la universidad, los sueldos de mis padres... En fin, que yo podría estar medio independizada en una habitación para mí sola, a medio minuto andando de la facultad, y sin embargo mi destino será una hora de autobús diario. No pasa nada, Stella, para el curso que viene la conseguirás. O a lo mejor tampoco.
Sigo de largo por el sendero de piedras, esquivando a todos los estudiantes que andan solos o que ya han formado grupos de amigos de otros años, y me topo con otros dos carteles a ambos lados: educación y pedagogía y filologías. Sonrío aliviada. Ese es mi sitio.
Mi prima Greta estuvo en la universidad durante un solo curso. Abandonó porque suspendió muchas asignaturas y no pudo pagar tanto dinero de matrícula, y ella me explicó cómo funciona el código de las aulas. Las facultades en sí están divididas en zonas, denominadas con letras, y cada zona tiene sus correspondientes plantas, y dentro de cada planta las aulas suelen estar numeradas con tres dígitos. Gracias a esa explicación que me hizo subo por las escaleras de la zona B, hasta la 3º planta y voy pasando por las aulas hasta que llego a la número 3.05. El pasillo está repleto de gente, pero no hablan mucho, probablemente porque se conocen poco. Reviso una vez más que estoy en el aula correcta y empiezo a observar caras. Así que estos serán mis compañeros... Me da un poco de miedo no conseguir relacionarme con nadie y quedarme más sola que la una, así que me animo a hablarle a una chica que hay a mi lado.
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Las novelas de Stella
FanfictionHabiendo salido muy pocas veces de su zona de confort, Stella se enfrenta a su primer año en la universidad. Llegan nuevas experiencias, nuevos compañeros y nuevas amistades, y pronto su vida se vuelve más parecida a todas las historias que ella inv...