45. Se acabó

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Cuando entro en casa, evito dar un portazo. Camino por el pasillo como si estuviera endemoniada y respiro profundamente al cruzar el umbral de mi habitación. No sé qué hacer. No sé si darle puñetazos a un cojín o echarme a llorar por un rato. "Sabes que estás sola". Eso fue lo que me dijo, entre otras cosas mucho peores. Es consciente de que es mi única amiga, que no tengo a nadie más... Ella tiene a sus compañeros de casa, con los que se lleva fenomenalmente bien, ahora también tiene a Christian (que me pregunto cuánto le durará). Erika no es de relaciones serias, al menos no en este momento de su vida. Quizá más adelante lo considere, pero por ahora los chicos le duran más bien poco.

En cualquier caso, ¿por qué narices estoy pensando en eso? No me importa cuánto le dure. Ahora lo que me importa son todas las cosas que me dijo. Se le veía tan tranquila, como si realmente nada de esto tuviera importancia. ¿Estoy dramatizando? ¿Me quiso dejar como una dramática a propósito?

Cuando me doy cuenta, estoy sentada en el borde de la cama, con las manos en la cara. En segundos siento la presencia de Karlie cerca de mí.

—¿Cómo ha ido?

—Mal —respondo, apartándome el pelo de la cara—. Como todo últimamente.

Karlie se sienta a mi lado y me pregunta qué pasó. Le cuento por encima lo que me dijo, que pareció no importarle mucho y que todo terminó bastante mal.

—Quizá me pasé —reflexiono—, pero llevaba cargando dentro un cúmulo de muchas cosas. Ya no somos lo que éramos.

—Lo sé —admite mi hermana pequeña, con esos ojitos de gatito y esa carita de bebé. Todavía es una cría en un cuerpo que comienza a desarrollarse—. Se notaba.

—Me cuesta aceptar que hemos llegado a este punto. ¿Sabes qué es lo peor? Que no siento la necesidad de arreglar las cosas, de hablar... No quiero estar con ella, Karlie.

En el instante en que pronuncio la oración, soy consciente de que son las palabras más duras que he dicho en mi vida. Y me duelen tanto.

—Hace tiempo desde que no estabas con ella, Stella... solo que ya te has dado cuenta.

Trago saliva y respiro profundamente, solo para no llorar.

☆☆☆

En la cena, mis padres notan que algo ocurre, aunque no hacen preguntas. Me miran de reojo con frecuencia, en silencio. Quizá se piensan que me pueden leer la mente, o algo por el estilo. Yo, por el momento, prefiero no decir nada. Solo porque lo tengo demasiado reciente y no me apetece sacarlo nuevamente. Esperaré unos días para contarlo, porque sé que en algún momento me preguntarán por Erika.

Mi padre ha pedido comida china para llevar, así que ahora nuestra mesa de la cocina está llena de bandejas transparente con pollo, arroz, ternera y ensaladas. Admito que la comida me alegra un poco, no voy a mentir.

—Habíamos pedido unos días de vacaciones en nuestros trabajos y nos los han dado —anuncia mi madre de repente—. A partir de este miércoles.

Y supongo que ahora es cuando viene el mini viaje o la mini escapada de relax que suelen hacer. Durante el verano piden vacaciones y las pasamos juntos, pero en el resto del año se cogen algunos días para irse a algún spa u hotel y nos dejan abandonadas a nuestra suerte.

—Eso significa que os vais —interviene Karlie.

—Volveremos el domingo por la tarde —se apresura a aclarar papá, ante el entusiasmo de Karlie.

Comienzan a hablar del hotel al que van a ir, básicamente para darnos envidia con sus piscinas y servicio de masaje. Me hago la ofendida, pero siempre me alegro de que se tomen un descanso lejos de nosotras. Descansan ellos y descansamos nosotras.

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