32. Eso no es mío

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Nunca pensé que sería yo quien vería a Riley Evans marchar tras un rechazo monumental. Siempre creí que la rechazada sería yo, eso suponiendo que algún día me atrevería a confesar que me gustaba. Hoy, Riley Evans sale del centro comercial después de haberle dicho que no quiero quedar más con él. No creo que llegue a su casa y se ponga a llorar como un bebé en su cama con posición fetal. No parecía muy afectado. Nunca lo parece. Sus sutiles expresiones son complicadas de descifrar. Lo noté confuso, más que nada. ¿Habré sido la única persona que lo ha rechazado en toda su vida? Quizá todavía puedo ser la primera vez de Riley, aunque sea su primer rechazo. No lo sé y nunca lo sabré.

Lo que sí sé ahora es que estaba muy equivocada al pensar que podía conocerle, que sabía cómo era... Yo solo estaba acostumbrada a mi personaje, a mi visión idealista de él, y hoy hemos "roto" lo que sea que tuviéramos y yo me he quedado como al principio: sin conocer absolutamente nada de él.

Escribí un libro usando a este chico. Publiqué ese libro, logrando así cumplir lo que para mí era un sueño muy lejano, pero es hora de pasar página. Nunca mejor dicho.

Todavía le veo marchar, con sus pantalones apretados y su andar relajado y seguro de sí mismo. Se me cae la baba, como siempre, eso no va a cambiar. Suspiro. En fin... Ya está. ¿Y ahora? ¿Qué se supone que se hace después de una ruptura?

Comer helado.

Doy media vuelta y recorro los pasillos del centro comercial para llegar a la heladería. Subo una planta por las escaleras mecánicas y, mientras, miro hacia la nada con expresión melancólica. Me siento extraña. Me siento mal pero a la vez aliviada. Quizá Riley era solo un gran peso encima, quizá solo era más presión... quizá solo me hacía tener más inseguridades.

Me pido un helado doble: chocolate y cereza. Me permito el lujo de añadirle unas pepitas de chocolate como topping extra, porque sí, para una pobre como yo un topping extra es un lujo que no siempre me puedo permitir.

Voy a una de las mesas y me siento sola, porque así es como estoy. Erika sigue sin hablarme, así que eso solo implica soledad. Parece que nunca he podido ser de ese tipo de personas que tiene un grupito de amigos con el que salir siempre, aunque sea para chorradas como comerse un helado y luego pasear un rato por las tiendas. Yo no. Yo tengo una mejor amiga que últimamente no pasa mucho tiempo en línea, y me siento sola. Me siento y lo estoy, y me como un helado de dos bolas después de rechazar al chico que lleva años gustándome. ¿A quién coño le puedo contar yo esto? A nadie. Tendré que escribirlo, como hago con todo lo que me pasa.

Ya me he terminado todo el de chocolate, así que voy a por el de cereza. Me encantan las cerezas, pero más me encanta el helado y los yogures de cereza. Y las chuches de cereza. Y el olor a cereza. El sabor que le dan a todas esas cosas es...

Me suena el móvil. Más bien, vibra el móvil. Aleluya. Erika está viva.

Dirijo mi vista a la pantalla y descubro que me he equivocado. No es Erika.

Louis: Imagen.

¿Una foto enviada por Louis? No se me ocurre qué podría ser... No hemos hablado desde hace unas horas.

Cuando la abro, me alarmo. Y no, no es un nude.

Soy yo. Es mi blusa, mi pelo, la mesa, la heladería... Acaba de sacarme esta foto, lo que significa que está aquí mismo.

Levanto la vista dispuesta a buscarle como loca, sin embargo, mis ojos chocan con una silueta justo delante de mí. Y me sobresalto.

—Joder, qué susto.

Se sienta en la silla del frente sin decir nada. Solo sonríe.

—¿Por qué estás sola?

Me fijo en su sudadera de color verde oscuro y en sus manos entrelazadas en postura pensativa.

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