36. Todo

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Lo miro mientras camina hacia el interior del aula. Voy detrás de él, aunque a una distancia prudente. Si soy sincera, lo que me apetece ahora es correr lo más lejos posible de él, pero teniendo en cuenta que es la única persona con la que tengo relación de esta clase... y de esta facultad... No quiero quedarme sola, por mucho que la idea de mirarle a la cara después de lo que le he pedido me aterre. Prefiero enfrentarme al problema.

Se sienta en su silla y yo al lado, como siempre. Como si nada hubiera pasado. Con la intención de conseguir que la situación sea menos extraña, finjo que tengo que hacer cosas en el ordenador. Ahora que lo pienso, aún tenemos un trabajo que terminar y, por lo que se ve, tendremos que hacerlo sin Marco.

—¿No vas a decir nada?

Su voz me provoca un vuelco en el estómago. Muevo la cabeza para mirarle y finjo calma.

—¿Qué quieres que diga? —Me encojo de hombros, sin quitarle los ojos de encima.

—No lo sé —admite.

Mi vista alterna dos objetivos constantes: sus ojos y sus labios.

—Ya te estás mordiendo los labios y todavía faltan unas cuantas horas para que sea por la tarde.

Paro de inmediato, y me sonrojo. Siento el calor por mis mejillas y por las orejas. No era consciente de que lo estaba haciendo. Suelto una risita tonta.

Que alguien me mate.

¡No! Quiero decir... Que nadie me mate. Debo estar viva para hoy por la tarde.

—Y ahora te entró vergüenza.

—No es verdad —replico.

Él sonríe y me pone una mano en la cara, en la mejilla. Casi salto por el contacto. Si pretende notar la temperatura, debería saber que, si me toca, evidentemente los grados se van a disparar.

—Pues estás ardiendo —declara con satisfacción y retira la mano.

No voy a seguir esforzándome por ocultarlo. Ya tiene pruebas científicas y contra eso no puedo luchar.

—¿Cómo sabes que conmigo no te va a pasar igual que con los demás? —pregunta, ya con más seriedad.

—No lo sé —admito—, pero quiero comprobarlo.

—¿Por qué yo, Stella?

Pondría los ojos en blanco.

—Porque contigo sí tengo confianza.

Quién lo hubiera imaginado al principio de la carrera... O quién lo hubiera imaginado en el instituto... Jamás se me habría pasado por la cabeza que habría terminado pillada por Louis, el ex novio de Naomi. En la vida.

—¿Qué he hecho para merecer esa confianza? —añade, ya con tono bromista.

—Supongo que tomártela cuando ni yo te la había dado —le recuerdo.

Me molestaban muchas cosas de él, su actitud conmigo... Me hackeó para enviar mis manuscritos a las editoriales... ¿Cómo coño se atrevió a hacer algo así? Pero, supongo que hoy en día le debo muchísimo por ello.

Sonrío internamente. Me gusta pensar en cómo todo empezó.

—Eso es cierto.

De repente está tan cerca que me empieza a faltar el aire. Me mira, pero hacia los labios, y todo mi cuerpo se tensa. ¿Cuánto de flipante sería que me besara aquí, delante de la clase? ¿Cuánto de importante sería eso entre nosotros? Creo que significaría tantísimo...

Las novelas de Stella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora