Sangre corrompida | Andere Luna

807 52 125
                                    




Hoy empiezo con una campaña de concienciación y sensibilización. Porque las personas tatuadas, perforadas y teñidas somos buena gente. Vivimos en el 2018, ya solo las abuelas y los fachas nos miran mal. ¡Incluso nos hemos puesto de moda! Ahora el H&M imita los diseños de las camisetas de las bandas que escuchamos y el Sephora contrata góticas aposta. Las señoras se pintan con el maquillaje de Kat von D, Enter Shikari hace indie y Die Antwoord pelis con Hugh Jackman.

¿¡Qué más necesitáis para demostraros que no somos drogadictos —bueno, Die Antwoord sí lo son, no vamos a negarlo —y badboys/girls!? ¿También querréis que Marilyn Manson le estreche la mano al Papa? ¿Tatuajes Straight Edge más grandes y a la vista? ¿Pedirle a Bring me The Chorizón que salga en los 40..? ¡Oh, wait!

Soy tan malota que me sentaba en primera fila y tenía media de nueve en clase y eso que mis Doc. Martens llevan a mi lado como 8 años. Quizás, cuando me haga mi tatuaje número 16 me pueda comprar una camiseta de Nirvana. Pero primero debería abandonar a mi novio, porque aunque lleve dos agujeros de 26 milímetros en las orejas y más de 20 tatuajes tiene estudios, trabajo indefinido, paga su parte del alquiler, lava su ropa, me hace la cena y no es un drug dealer; hasta le sube la compra a la vecina cuando se la encuentra en el portal. ¡Pero repitió un curso de bachillerato! ¿Eso no vale?

¿Sabéis que casualmente la persona con la que me he cruzado que más se ajusta a la definición de badboy vive en un chalet a las afueras de la capital, conduce un mini couper, lleva una moto que cuesta más que mi vida porque se cree aquí que va a fundar el Sons of Monarchy, se larga de vacaciones cuando le sale de los huevos y no termina de sacarse la ingeniería pero asegura que los de Humanidades son inútiles retrasados?

El mismo que se pensaba que yo podía conseguirle drogas porque no sé, pues me pinto el pelo de morado y en su cabeza eso tenía sentido; el que me despertaba a las tres de la mañana un martes porque estaba cieguísimo en Bélgica con otra tía así, sin más; el que pensaba que salir con alguien con pendientes en la cara le daba caché y me paseaba por la calle como un objeto de exposición.

Y lo dejé por gilipollas. Por machista. Porque votó a Ciudadanos. ¡Que los badboys votan a ciudadanos y visten de marca, hostia! Que no nos tatuamos por ser guays, que no somos tóxicos y mucho menos nos pasamos las noches intercambiando pipas por cocaína. Nuestro ocio tira más por levantar conciertos, ser activistas o quedarnos en nuestra puñetera casa con una mantita y pizza viendo Digimon Adventure.

Yo sé que los tíos tatuados con pinta de malos molan y tienen su rollo, pero a ver: si se pasan tanto con la droga, no se van a ver como Andy Biersack, eso dejémoslo en las fantasías. Os voy a enseñar la realidad. Acompañadme a ver esta triste historia, la de un verdadero badboy que consume y trafica, que se mete en líos y que es verdaderamente tóxico:

Mirad el minuto 00 : 34 Súper sexy. Seguro que nuestra prota de las historia tendría un flechazo con este caramelito, ¿eh? No hace tanto que me lo crucé por la calle y os aseguro que mete miedo. Miedo de que se va a morir a tu lado, no de que te vaya a atracar. Y ojo que tiene unos estudios que ya quisiera yo, que se largó a Nueva York a estudiar cine. Ahora no lo echan hasta de las okupas por cerdo machista.


Porque si me decís que no, entonces, uníos a mí por yonkis fieles a la realidad y no fantasías de prepúberes. Gracias.

 Gracias

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No sé a qué huelen las nubes | Reseñas y recomendacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora