Si me dices que no | Ava Draw

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Me siento como la hija pródiga. Después de irme de aquí a ver el mundo más allá durante meses y observar cómo son los que dicen ser escritores porque pueden leerse en papel, vuelvo a por mi mantita cálida. Como sabía que mi vuelta estaba por llegar, quise que fuera satisfactoria con una novela que era apuesta segura para mí y la tenía en la recámara. Ya habrá tiempo para revolver la mierda más adelante.

Os estoy hablando de Si me dices que no de AvaDraw , ahora mismo una de las obras que ha entrado en el programa de pago, así que supongo que la conoceréis. Cuando empecé a verla en la plataforma no era tan conocida pero me daba pereza, qué queréis que os diga. En ese momento de mi vida no estaba interesada en leer algo así y yo me hacía a una idea de lo que podía encontrarme.

Así, con sinopsis, portada, promos y demás, me imaginaba una trama de pseudo amor prohibido que ahora se llama enemies to lovers porque nos encantan las etiquetas. Cuantas más mejor. El caso, que lo único que me convenció leerla incluso a las puertas de mi vuelta a casa es que los protagonistas no son pijos. De verdad. No me hagáis leer sobre gente pija a menos que les vaya a pasar cosas malas. Bastante tengo conmigo misma y mi obsesión por los zapatos y los bolsos. Si no me aguanto, no quiero aguantar a otros.

El caso es que Beatriz no es nada pija. Al contrario. Es bastante directa y con muy mala leche. Todo fachada, claro. No es algo que no podáis imaginar cuando suelta la segunda frase con odio contenido hacia Hugo, un tipo que es guapo y lo sabe. Que es el típico privilegiado que no se da cuenta de que si le va bien en la vida es gracias a sus privilegios de tío cis hetero blanco. Pero claro, para que se dé cuenta, primero habría que definirle el concepto cis y contarle que en el mundo hay gente que no es hetero.

Por supuesto, Be le odia profundamente. Para ella es el machistoso. El otro amigo de su mejor amigo que no soporta a niveles que su relación con el grupo se ha enfriado con tal de no verle. Ahí está Martín, en todo el medio. Los quiere a los dos pero no hay manera de que se junten sin que se tiren los trastos a la cabeza. Haaaaasta que la divina providencia de su majestad satánica decide ponerle a Martín en la mano seis entradas para el concierto de Metallica. Ya sabéis, esos señores mayores que tienen una marca de camisetas.

Aquí todos son fan de Metallica. Menos Valeria. ¿Se llama Valeria? Espero que sí. Pobrecita mía, no sabe dónde se mete. En fin. Un minuto de silencio por ella.

Entierran el hacha de guerra y se van en el coche de Hugo, conducido por Be hasta Bilbao. Claro que en el viaje pasará de todo, porque si no, no tenemos historia. Solo os puedo decir que para nada era lo que me espera en términos concretos. Sí me esperaba, porque es obvio el resultado del viaje pero aquí volvemos al tema de siempre sobre la importancia del cómo por encima del qué. Lo que no me esperaba era lo que iba a pasar. No me imaginaba que iba a encontrarme tanto cachondeo de amigos en una novela que te grita romántica por todos lados y eso creo que ha sido lo que ha hecho que me gustara, el rebajarme el azúcar y las cosas bonitas. Ha sabido darle con la sustancia equis.

Ahí creo que se encuentra el especial punto fuerte de la novela, la sustancia equis de Ava: el equilibrio perfecto para alcanzar a un público muy amplio sin que resulte forzado. Si bien es cierto que se ve que cada personaje está creado para alcanzar a un tipo de lector, ha sido lista y ha sabido hacer algo que tiene un poco de todo pero que además, no es el típico descafeinado con apenas un sorbo de personalidad. Al contrario.

No sé a qué huelen las nubes | Reseñas y recomendacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora