Hola, me llamo Mushu | MilEones

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Voy a abusar un poco de vosotros y me vais a perdonar pero os traigo otra obra de No ficción. La he juntado con Un viajero errante porque no quería hacer esperar al autor.

Ha sido por encargo, lo que no quiere decir que no os traiga un obra que merece la pena, ahora bien, con avisos varios y no precisamente de mayoría de edad.

Aquí no voy a hablar ni de lo bueno ni de lo malo. Las obras de No ficción tienen otra estructura menos convencional y a pesar de que son más difíciles de abordar, sí se pueden tomar licencias que otros géneros no. Por norma general, eso no quiere decir que no sea capaz de detectar puntos fuertes y débiles o aciertos y errores, como queráis llamarlos, pero en esta ocasión yo no me atrevo a ir tan lejos, el motivo se explicará solo y creo que podréis pillarlo a medida que sigáis leyendo.

Hola, me llamo Mushu es la historia de un agapornis "cualquiera", pero también la de su autor, MilEones, que a través de un animal comparte pedazos de su vida y reflexiona sobre la igualdad que existe entre ellos y nosotros, que a efectos prácticos, lo que nos distancia es el sistema de comunicación que utiliza cada especie y que si nos abrimos a experimentar podemos descubrir del mundo que nos rodea algo fascinante. De hecho, podría resumir esta obra en una sola palabra: comunicación.

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Precisamente porque es una experiencia tan personal, quiero avisar a partir de ya que esto no es una obra corriente tanto para bien como para mal. Esto es como abrir un diario de vida de alguien y leerlo casi a hurtadillas. Sabías a lo que venías. No hay prosa poética, hay errores típicos del que escribe según vive y no hay pretensiones de que esto sea una obra literaria redonda a la espera de ser galardonada. Esto es sencillez pura y dura y no como estilo, sino en general. Comunicación y sencillez. Quien sea tiquismiquis y puntilloso con las formas, que no lo lea, porque no lo va a poder apreciar.

En este caso nos encontramos al revés de lo que solemos, esta obra es contenido y no forma. Porque en realidad, al autor la forma le importaba bien poco, él solo quería dejar constancia de lo que significó el animal, para honrar su memoria y la verdad es que yo, de manera personal, creo que ha hecho bien, por el simple hecho de que cuando llega la inspiración hay que vomitarlo antes de perder el hilo de lucidez.

Si releemos cincuenta veces el mismo párrafo para encontrar la prosa más depurada, ya se nos ha ido todo el sentimiento que nos provocaba el recuerdo y no imbuiremos de personalidad las palabras, porque al concentrarnos se nos ha olvidado. Ya habrá tiempo para ponerlo bonito pero por suerte o desgracia, esos momentos en los que te desbordas y dices: «necesito escribir o me ahogo, sí o sí», no abundan tanto y no siempre estamos en el momento y lugar adecuado para aprovecharlo.

Leyendo la obra me encontré a un usuario que nunca había visto por los comentarios. Le había dejado uno solo, para decirle que si había hecho mal tratando a Mushu así, que si no se qué, que si los animales son animales y no se pueden humanizar. Lo que viene a ser un/a subnormal que se molesta en perder su tiempo para decir eso en vez de algo positivo, básicamente. Que si me dices que se pasó la obra comentando y aportando cosas y en determinado momento cree que el personaje, que no deja de ser un personaje, ha cuidado mal al animal pues puedes decirlo, pero no.

No sé a qué huelen las nubes | Reseñas y recomendacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora