Capitulo 1

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DIANA

Un error. Un solo maldito error, y me sacan de la academia de la policía. 

¿Ahora que se supone que le diga a mis padres?. Después de tanto discutir y de tantas peleas por lo mismo, al fin se resignaron a que no era mi destino seguir los pasos de mi hermano e irme a Europa a estudiar Ciencias Políticas. Bastante trabajo que si me costo que aceptaran que yo simplemente quería dedicarme a hacer del mundo un lugar mejor. Lo de que me gustan las armas y la adrenalina, definitivamente no tenían que saberlo. Eso es reserva del sumario.

El día que me gradúe del colegio, durante la fiesta en la que toda la familia estuvo invitada, mientras tocaba la banda, pedí el micrófono, tome la carta de bienvenida de la academia y se la enseñe al público diciendo: "Mamá, papá, el lunes me voy a la escuela de la policía". A mamá le dio un ataque de pánico, la pobre terminó respirando en una bolsa y luego la trasladaron en ambulancia al hospital - un poco exagerado, ¿no?-. Lo peor fue que papá me dio el sermón de mi vida, a solas, en el auto, mientras conducía detrás de la ambulancia.

Ok, ok. Tal vez esa no fue la mejor forma de darles la noticia, pero en mi pacifica mente se me ocurrió que con tantos testigos, quizá me libraba de la furia de don Rogelio Mendez.

Ingenua. Muy, pero muy ingenua.

Tanto trabajo de inteligencia para poder escaparme y asistir a las pruebas de la academia. Mi fiesta de graduación arruinada. Mis tarjetas de crédito canceladas. Y todos los ahorros de mi vida invertidos en la academia - que no son muchos por cierto, cortesía de ser la niña de papá, un papá rico que todo me lo daba-, ¿y todo para que?. Tanto sacrificio tirado a la basura gracias al idiota de Buitrago.

Solo de pensarlo se me licúa el cerebro.

Después de que mi coronel Aguado me diera la noticia de que me expulsaba de la escuela, recogí mis pertenencias - las pocas cosas que papá me dejó sacar de casa-, las metí en mi maleta negra de cuero, y me di el lujo de vestir de nuevo un par de pantalones de jean y una camisa decente, junto con un par de botas de tacón - no las poco femeninas botas militares-. Y no miento cuando digo que me sentí de nuevo una mujer solo con vestir algo de ropa decente, y de chica. No me mal entiendan, respeto y amo el uniforme, pero es que deberían contratar un diseñador para hacer el uniforme de las policías femeninas. ¿Acaso una no puede ser la ley y al mismo tiempo verse bien?.

Arrastre mi maleta por toda la escuela caminando con el mentón en alto, porque no me avergonzaba del motivo de mi expulsión, Buitrago se lo merecía. Pase junto a mis compañeros de curso, que estaban en uno de los patios, formados y en entrenamiento. Ni siquiera podía parar a despedirme. ¡Que injusto!. Tome aire y aligere el paso, si la academia no quería nada de mi, yo tampoco quería permanecer ni un segundo más de lo necesario en el lugar.

Cuando las puertas se cerraron detrás de mi y con cada paso que daba, con mi maleta rebotando a mis espaldas a causa del desnivel del suelo, mis hombros caían y la cabeza se me hundía más entre ellos. ¿Que se supone que haga ahora?. ¿Regresar a casa?. Después de casi 3 años de no haber visto ni oído a mis padres, dudo que sea bienvenida. Aún recuerdo con exactitud las ultimas palabras que me dijo de papá: "Si sales por esa puerta con esa maleta, olvídate que tienes familia".

Ya se imaginarán el resto.

Llevaba algunos metros recorridos cuando me paré a mirar la carretera, como si esperara que la solución a mis problemas llegara en auto - obvio que no iba a pasar-. Metí la mano al bolsillo de mi chaqueta de piel color beige y saque mi teléfono. Abrí la aplicación de mi banco y puse el pulgar en el botón que lee la huella. Revise el saldo de mi cuenta y daba lástima, lo que me quedaba desde el último depósito que me hizo mi hermano desde Londres no me alcanzaría para un boleto de avión. ¿Quizá uno de autobús?.

Los De Luca: El Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora