DIANA
Domingo... día de descanso y de pasar la resaca de la borrachera que me metí a punta de tequila.
Abrí los ojos con dificultad. Aun tenía sueño y sentía como si tuviera arena detrás de los párpados. Todavía casi que podía escuchar con total claridad mi desafinada voz ebria cantando "olvídala, mejor olvídala, arráncala de ti, que ya tiene otro amor...".
Caray... sí que se me fue la mano.
Mire el reloj en la mesita de noche. Las doce menos cuarto. Aún es temprano y me queda el resto del día para recuperar la cordura y la dignidad.
Me puse un brazo sobre los ojos, para evitar que la escasa luz que insiste en hacer acto de presencia en mi habitación, continúe maltratando mis ebrias pupilas, pero no era más que cerrar los ojos sin suficiente alcohol en mi cabeza y las imágenes de Dante y yo, haciendo lo que debimos haber terminado, volvieron a mi cabeza atormentada.
Definitivamente estoy como la canción aquella... "es que no dejan los recuerdos, si yo le enseñe amar, fui su primer amor".
Bueno... no es tan así, pero lo de los recuerdos definitivamente si.
Vaya si hay que estar ebrios para escuchar esas letras, porque en sano juicio provocan ganas de rasgarse las venas.
Seguí haciendo nada en la cama, porque no podía dormir y definitivamente tampoco me podía poner en pie. Oficialmente, la resaca de Tequila es la peor de todas, hay que ser mero macho para cometerla dos veces con ese licor.
Yo me declaro impedida para volver a beber tequila.
A media tarde decidí que pedir un domicilio era la única posibilidad que tenía de alimentarme el día de hoy, así que tome mi teléfono e hice un pedido en línea. Necesite de casi toda mi fuerza de voluntad para ponerme de pie y abrir la puerta cuando sonó el timbre. Pensé que era el repartidor de pizza, pero era Bayron, por lo que tuve que recurrir a ese 20% que me quedaba de voluntad, para no cerrarle la puerta en las narices.
-Guau. ¿Con quien te peleaste?-. Entro muy sonriente y radiante como Pedro por su casa.
-Claro que puedes pasar Bayron, eres bienvenido, ¿te sirvo algo?-. Ironicé.
-Un té helado por favor-. Su sonrisa se amplió más, si es posible.
Lo fulmine con la mirada.
-Bayron, me caes bien y todo eso, pero por favor lárgate-. Masculle con los dientes apretados y me encamine de regreso a la habitación.
Me lance a la cama y sentí que el cerebro me rebotó dentro del cráneo, haciéndose una masa gelatinosa y viscoza que produce mucho dolor al ser licuada.
Alguien dígame, ¿porque bebemos los humanos?.
Masoquismo, esa debe ser la explicación.
-¿Tequila?. ¿En serio niña?. ¿Que nadie te dijo que la bebida es para mayores de edad?-. Levantó la voz desde la sala.
Ja, ja.
Debió haber encontrado la botella vacía y tirada junto a la puerta de vidrio que separa el balcón del resto del apartamento.
-Lárgate Bayron-. Le grite devuelta, siendo aturdida por mis propios alaridos.
Demonios.
Metí la cabeza debajo de la almohada. De repente esa costumbre de los avestruces de esconder la cabeza en un hoyo dentro de la tierra empezó a cobrar sentido. Si no puedes contra el mundo... aíslate.
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Los De Luca: El Alter Ego
RomanceLa vida se ha empeñado en truncarle los sueños a Diana Mendez. Sus padres no aceptan su elección de carrera, y ahora, a causa de un superior, la expulsan de la academia de la policía. Sin esperanzas y sin un lugar a donde ir, Diana acepta la única o...