DIANA
Reconocí la camioneta de Camilo desde lejos. ¿Como no hacerlo?. Una Hummer amarilla no es muy discreta que digamos. Me seque las lagrimas que sin querer había empezado a derramar algunos metros mas atrás, porque lo último que quería era que mi capitán me viera derrotada por lo sucedido. Mi amigo por otra parte...
Imposible, son la misma persona.
Su gran camioneta se detuvo junto a mi y bajo la ventanilla del conductor.
-Te lo advertí-. Fue lo primero que me dijo.
Nada de un: hola, ¿cómo estás?. O quizá un: ¿sabes a donde irás?. Nada. Solo más regodeo sobre que él me advirtió lo que me pasaría si ponía a Buitrago en su lugar de malos modos.
Que se pudra.
-Me tocó el trasero Camilo. ¿Que querías que hiciera?. ¿Que me bajara los pantalones y le diera mejor acceso?-. Comencé a caminar de nuevo.
Su auto me siguió.
-Para Diana-. Lo ignore y seguí caminando. Mi pobre maleta Windsor se iba a destruir.
Me siguió unos cuantos metros más pidiéndome que parara. Todas las veces eleve más el mentón y seguí caminando.
-Cadete Mendez, ¿quiere parar de una maldita vez?-. Grito logrando que me detuviera al instante. Habíamos cruzado esa línea entre la amistad y las jerarquías militares. Otra vez.
Me erguí. Junté mis tobillos e hice el flamante saludo militar.
-Señor. Si señor-. Dije con firmeza.
Se quitó sus lustrosas Ray Ban aviador, agacho la cabeza muy sonriente y la sacudió con incredulidad. Luego bajo del auto y me puso su metro ochenta de puro músculo en frente.
-Ven aquí-. Tiro de mi y me envolvió en un abrazo.
Solloce en su pecho y mis lagrimas rodaron por mis mejillas sin permiso. -¿Que querías que hiciera?. Esta vez se pasó de la raya-.
Me tomó de los hombros y me separo un poco, agachando su cabeza a mi altura. -Extraoficialmente, me siento orgulloso de ti-. Me regalo esa hermosa sonrisa que vuelve locas a todas las chicas en la escuela.
Sonreí en respuesta.
-Vamos. Súbete-. Me dirigió hasta la puerta del copiloto con su brazo rodeando mis hombros y abrió la puerta para mi. No dude en subir, estaba echando a perder mis botas y mi maleta. Además un aventón hasta el aeropuerto no le caería mal a mi bolsillo.
Rodeó la camioneta por el frente y se sentó al volante. Mientras encendía el motor me miró de reojo. -¿En serio tenias que romperle la nariz?-. Claramente se divertía con todo el asunto.
-Me grito zorra cuando lo abofetee. Esos fueron dos insultos el mismo día. Se lo merecía-. Le enseñe dos dedos de la mano y termine mi frase con un asentimiento.
Camilo soltó una carcajada y arrancó el vehículo.
-¿A donde ibas?-. Me cuestiono unos metros mas adelante.
Me encogí de hombros en respuesta. -No lo se-.
-¿No lo sabes?-. Me miro incredulo.
-No. No lo sé-. Negué con la cabeza.
Anduvimos en silencio un rato, pero se desvió del camino al aeropuerto y como no conocía bien Bogota, porque me la pasaba en la escuela, y en mi tiempo libre seguía en la escuela, entrenando o estudiando operaciones tácticas, no tuve más remedio que preguntar.
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Los De Luca: El Alter Ego
RomanceLa vida se ha empeñado en truncarle los sueños a Diana Mendez. Sus padres no aceptan su elección de carrera, y ahora, a causa de un superior, la expulsan de la academia de la policía. Sin esperanzas y sin un lugar a donde ir, Diana acepta la única o...