Capitulo 33

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DIANA

El camino a mi hotel se me hizo eterno. No podía esperar para volver a besarlo y a poner mis manos sobre ese cuerpo perfecto. En especial cuando él mantuvo su mano sobre mi rodilla, que resultó ser la que estaba desnuda por la abertura de la falda, deslizando su palma arriba y abajo, adentro y afuera.

Santo cielo.

Estaba tan mojada en medio de mis piernas, y no era por el aguacero ni por las gotas de agua que caían de mi empapado cabello, deslizándose por mi espalda y hombros, hasta fundirse con la tela de mi vestido.

Dante mantuvo esa sonrisa pícara y sexy mientras manejaba rumbo a Bocagrande. Quiso detenerse en mi antiguo edificio pero puse mi mano sobre la suya en la palanca de cambios y negué con la cabeza.

-Vamos al Intercontinental-. Anuncie.

Me miro desconcertado, pero asintió al notar que no estaba dispuesta a decir más, al menos no por ahora. Le debía una explicación respecto a... todo, pero no quería arruinar el momento, ya tendríamos tiempo en la mañana para hablar.

Llegamos al Hotel Intercontinental y dejamos el auto estacionado afuera. Dante abrió la puerta para mi, como todo un caballero, y me ofreció la mano para ayudarme a bajar del Porsche. Entramos y vi su intención de pedir una habitación. Me adelanté y le pedí a la señorita de la recepción las llaves de la habitación 605. No me gusto la forma en que ella detallaba a Dante, así que cuando me entrego las llaves, me acerqué a él y le di un corto beso en los labios.

Lo sé. Es algo primitivo querer marcar territorio, pero Dante hace eso conmigo, me saca de mi zona de confort.

Camine delante de él, balanceando mis caderas sensualmente, y pude sentir sus ojos quemando mi espalda baja.

DANTE

La pequeña seductora estaba tratando de instigarme.

¿Más?.

Imposible.

Ese redondo, firme y respingón trasero se meneaba de un lado para el otro, Incitándome a poner mis manos en el.

Pues bien... ella lo pidió.

-Lo siento. Tomen otro-. Le dije a la pareja de ancianos que trataba de subir al mismo elevador que nosotros, y pulse el botón para cerrar las puertas.

-¿Que haces?-. Me pregunto sonriente la muy descarada.

Me abalancé sobre ella, hasta que su espalda golpeó contra el fondo del elevador.

Eso me trajo viejos recuerdos. Pero esta vez iba a terminar lo que empecé entonces. Me sostuve con una mano, mientras con la otra acaricié su pierna a través de la abertura de su falda. Llegue a la parte posterior de su rodilla y la levante hasta mi cadera, pudiendo así deslizar mi palma por detrás de su muslo y su trasero.

Santo Dios...

Es mejor de lo que creí.

Firme, redondo.

No pude evitar el primitivo gruñido que me salió desde el pecho. Iba a tener que darme prisa por llegar a esa habitación, o la iba a tomar ahí sin miramientos.

No. Eso no.

No iba a tratarla como una cualquiera. Es ella... mi Luna.

Yo no sé de eso, porque nunca le he hecho el amor a una mujer. Solo he follado. Pero con ella... quiero, necesito, tomarme mi tiempo. Deje de besarla y la mire a los ojos. Esos ojos oscuros que se comían sus pupilas dilatadas por el deseo. Esta vez ella no iba a arrepentirse, no iba a dar un paso atrás. Pude verlo en la forma en que me miraba.

Los De Luca: El Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora