Capitulo 35

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DIANA

Ya había pasado más de una hora desde que me habían encerrado en la casa de la piscina. Afuera nada había cambiado, los mismos hombres vigilantes y Mendivil en la misma posición. Desde una de las ventanas, hacía un rato vi llegar a Dante en el Porsche, pero ni siquiera vino a verme. Conociendo su temperamento, debe estar furioso.

Me deje caer sin fuerzas sobre el sofá, con la cabeza entre las rodillas, practicando ejercicios de respiración para evitar que me ganara la ansiedad. Fue cuando escuché que la puerta se desbloqueaba y uno de los hombres que custodiaban la casa de la piscina entró. Traía un rifle de asalto colgado en el hombro.

-Arriba-. Me ordeno con voz militar.

Interesante, un ex militar y mercenario.

Hice lo que me pidió, porque mantuvo el rifle todo el tiempo apuntándome.

-Camina-. Me empujó con el cañón del arma en la espalda.

Empecé a caminar a la salida. Entonces vi como Mendivil se acercaba a nosotros.

-¿A donde la llevan?-. Le pregunto al sujeto del rifle.

-El viejo quiere verla-. Le respondió sin siquiera mirarlo.

Un destello de ira cruzó por los oscuros ojos de Mendivil. Vi cuando entrecerró los ojos, como si estuviera apuntándole a través de la mira de un rifle.

Oh.

Creo que no le gusto que le dijera a su jefe "el viejo". Y si fuera yo el hombre que porta el rifle, trataría de hacer las paces con el enorme sujeto de piel morena y grandes brazos que me sigue.

Dentro de la casa había un silencio casi sepulcral que hizo que los vellos de mi nuca se erizaran.

-¿A donde?-. Me detuve para preguntarle al hombre que me llevaba.

Con el cañón del rifle golpeó con fuerza mi columna. Sentí como si me hubiera atravesado con el arma de atrás hacia adelante. El dolor seco y lancinante hizo que arqueara mi columna hacia atrás, y cayera de rodillas.

-Nunca, golpees, a una dama-. Masculló Mendivil antes de propinarle un codazo en la cara a mi atacante.

Él hombre cayó al suelo y escupió sangre antes de ponerse en pie en posición de ataque. Pero cuando Mendivil se irguió por completo, mostrando su poderío al oponente, este se acobardó y con una mueca de desagrado me ayudó a ponerme en pie y continuar. Hice un esfuerzo por caminar lo mejor que podía, pero el golpe había adormecido ligeramente mis piernas, y las sentía flojas. Estuve a punto de caerme varias veces.

Desde la puerta de la oficina de Alonzo, lo vi a él sentado detrás de su escritorio, con Enzo de pie a su derecha. En el sofá, a un lado del salón, estaban Rebeca y Carmina, ambas me miraron con cierta lástima, que me revolvió las entrañas. Junto a ellas, con los ojos más perdidos que nunca, estaba Fabrizio. Su mirada fija y perdida en el espacio me dio un escalofrío.

Antes que me ganara otro golpe en la espalda, decidí dar un paso adentro del recinto y me quede petrificada. Los asistentes a la reunión que habían estado ocultos de mi vista por el muro que acababa de pasar, eran Dante, Bayron y... ¿papá?.

¿Que diablos hace mi padre aquí?.

¿Habrá sido él quien me descubrió con los De Luca?.

La ansiedad me gano, mi respiración se agito. Tenía que hablar con Dante.

-Dante, por favor escúchame. Necesito hablar contigo, yo no...-.

No llegue a terminar mi frase. Él, que se había mantenido mirando al frente, sin determinarme cuándo entre a la oficina de su padre, me miro con demasiada frialdad.

Los De Luca: El Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora