Siempre le tuve miedo al amor, siempre lo vi a través de mis padres, ellos me mostraron un amor doloroso, un amor sucio que por más que luchaban siempre los terminaba lastimando.
Mi padre amó tanto a mamá que en su miedo por perderla, se perdió a sí mismo. Me aferro al recuerdo de un hombre dulce y amoroso, de un hombre lleno de sonrisas y que solía hacerme sentir a salvo. De ese que en mis primeros años me dio tanto amor que incluso después de todo lo que hizo no fui capaz de odiarlo. Estaba enfermo, es lo que me repito una y otra vez con el afán de olvidar la vida de mierda que llevamos por su culpa.
Una mano me sujetó el cuello y me haló hacia atrás. Mi cabeza chocó contra su firme cuerpo y sus labios tomaron los míos. Entonces los recuerdos malos desaparecieron y esos años a su lado se hicieron fuertes, el recuerdo de todas las sonrisas que me había sacado, todos esos momentos perfectos me atraparon y sonreí como una demente porque es así como me sentía... loca de amor por él.
— Buen día, silenciosa chica de la mañana. —Abrí los ojos. Marcello me miró con tanto amor y sé que lo miraba del mismo modo—. Te amo, muñeca...
Y eso era todo lo que necesitaba escuchar, era todo lo que me hacía falta. Mi vida era mejor si tenía esas palabras cada día para hacerme fuerte, para hacerme feliz.
El tiempo había corrido tan rápido, había terminado la universidad. Finalmente me había graduado y con orgullo empecé a trabajar con mi abuela. Era feliz, mi vida era perfecta, lo tenía todo... casi todo.
El sonido de su móvil interrumpió nuestro beso de buenos días. Había aprendido a reconocer el tono de esa llamada, era su madre pero él como siempre, no respondía. Se alejó de mí y salió de su cama en la que casi a diario dormía. Mi nonna no estaba feliz con ellos pero no era una niña y podía decidir en qué cama pasar la noche.
— ¿Dormiste bien?—Me preguntó mientras secaba su cuerpo desnudo frente a mí.
La toalla acariciaba sus músculos y el deseo empezaba a crecer en mi interior. Mordí mis labios sin poder responderle, habían pasado dos años, y yo seguía muriendo de deseo por él. Decían que el lívido bajaba después del primer año pero eso no había sucedido con nosotros.
Él volvió a tomar mi cuello y su boca regresó a la mía. Me empujó sobre su cama y me besó con esa pasión que me dejaba sin alma, sin vida, que me dejaba flotando dentro de un corazón cursi y enamorado.
Me desnudó con calma, besó mi piel con tanto amor, con tanta devoción que me sentí amada. De ese modo que deseaba sentirme para siempre. Follamos como locos... perdón, hicimos el amor. Era así como él lo llamaba, conmigo no follaba porque había algo que no tenía el sexo común y casual... amor y sí, a nosotros nos sobraba amor.
Hacer el amor era diferente, era entregar además de tu cuerpo, tu alma, tu corazón. Era sentir que le pertenecías a otra persona, que tu vida y hasta tus pensamientos eran de alguien más. De ese alguien que aceleraba tu corazón, ese alguien que curaba tus heridas, que atrapaba tus miedos y los hacía suyo... eso era hacer el amor, entregar con tu cuerpo, tu vida entera.
El agua tibia de su ducha caía por mi cuerpo y yo sonreía como la mujer satisfecha y feliz que era. No podía creer que existiera alguien como Marcello, un hombre con carácter, porque maldita sea, tenía carácter, por algo estaba a punto de graduarse de abogado. Marcello era amable, era caballeroso, incluso cuando colmaba su paciencia, que lo hacía a diario, él respiraba hondo y trataba de hacerme entender que estaba en un error. Cuando mi terquedad era mayor, él me tomaba del cuello y me besaba hasta que dejaba de pensar y lo único que hacía era disfrutar.
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Demente Amor - Los Baccherelli
Teen FictionSophia creció en un hogar lleno de gritos y maltratos, un hogar que distorsionó la palabra amor en su corazón y la hizo saber que en un mundo en guerra, las niñas ya no deben esperar por un príncipe. De carácter fuerte, decidida y segura de lo que...