Capítulo 36

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Limpio mis mejillas cuando Henry se detiene frente al edificio donde vive Marcello. El miedo se ha hecho mayor, a tal punto que no soy capaz de moverme. Me asusta lo que pueda pasar, lo que él pueda decir. Me asusta pensar que lo que hice haya arruinado todo.

—     ¿Se siente bien? —pregunta Henry desde su asiento, yo lo miro y niego— ¿Puedo hacer algo para ayudarla?

—     ¿Puedes retroceder el tiempo? —Henry me mira con pesar— ¿Puedes hacer que esos dos idiotas que tengo como familia no sean tan buenos amigos?

—     Me temo que no —susurra Henry— pero ser buen amigo es una virtual respetable.

¡Idiotas! Eso son, idiotas... los dos, hasta Raffaelle que siempre ha estado en un altar para mí. Hasta él me ocultó algo tan importante.

—     El joven Marcello la adora—asegura Henry, yo tengo ganas de llorar— Nunca he visto a alguien tan joven siento tan leal, tan considerado... respetuoso pero sobre todo, tan enamorado.

Cubro mi rostro y trato de encontrar el valor para salir del auto.

—     Él la ama, todo estará bien —miro a Henry y me encantaría tener la seguridad que él siente— vaya... la esperaré aquí por si me necesita.

Siento y respiro profundo. Henry sale del auto y yo me obligo a ser valiente, por primera vez debo serlo.

Mi puerta se abre y me giro para salir. Pero mi cuerpo se congela cuando veo a Marcello y Mauro saliendo del edificio. Ambos halan dos maletas grandes y yo no me atrevo a salir.

—     Buenas Noches —susurra Henry y yo debo dar la cara así que bajo del auto.

Marcello me mira con frialdad un segundo y Mauro sonríe aparentemente feliz de verme.

—     Hola Henry —responde Marcello pero se gira y camina hacia su auto.

Mauro me mira y se encoge de hombros al ver que su hermano no pretende perder su tiempo conmigo. Los veo guardando las maletas en la parte trasera del auto y aunque estoy frente a él, Marcello no me mira.

—     Iré a buscar lo que falta —susurra Marcello sin esperar una respuesta de su hermano.

Me armo de valor y camino detrás de él, entro al edificio y lo sigo hasta el elevador donde se ve en la obligación de detenerse.

—     ¿Podemos hablar? —susurro. Mi voz a sonado más nerviosa de lo que me siento.

—     No hay nada de qué hablar —responde presionando el botón del elevador.

—     Sé que estás molesto y lo entiendo...

Marcello gira y su mirada me congela el corazón. La rabia está quemando sus ojos y me siento terrible de verlo así.

—     ¿Crees que estoy molesto? —pregunta con una voz poco amable— ¿Me entiendes? Vaya... la Gran Sophia Baccherelli entiende a alguien más que a ella.

Bajo la mirada sintiéndome fatal por la forma como me está hablando pero sé que lo merezco así que soporto con valentía mi castigo.

—     Vete —susurra con seguridad, con tanta que me duele el corazón—las cosas están claras entre nosotros.

El elevador se abre y él entra, presiona el piso a donde va y yo lo miro sin saber si debo o no seguirlo.

¡No seas cobarde, Sophia!

Demente Amor - Los BaccherelliWhere stories live. Discover now