Capítulo 30

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Si algo he aprendido en mis más de 30 años es que los días felices duran poco y debemos disfrutarlo al máximo.

Mi cuerpo se siente cálido gracias al calor de sus brazos que me rodean la cintura. Mi corazón se siente feliz gracias a ese amor que solo él puede darme. Me giro con cuidado y me quedo observando lo hermoso que es. Su nariz perfilada, la suave barba que rodea su rostro, sus cejas, su cabello... sus deliciosos labios. No hay nada en él que no me guste, que no ame, que no quiera a mi lado.

Mueve su rostro y frota sus ojos con una de sus manos, luego ese chocolate me mira con amor y todo mi mundo baila de felicidad.

—     Si es un sueño, que nadie me despierte —susurra, yo sonrío y él extiende su mano hacia mi rostro y acaricia mis mejillas— ¿Cómo soportar ser tan hermosa?

No puedo evitar reírme.

—     ¿Cómo haces para amanecer cada día más adulador?

Él sonríe y pasa una de sus piernas sobre mí. Se mueve con cuidado y se queda en mí encima, me acomoda el cabello y besa mi nariz. Me muevo buscando un poco de acción y sonrío al ver que sigue siendo ese tipo de chico que siempre está listo para tener sexo por la mañana...

No es sexo, es hacer el amor...

Marcello besa mis labios y sigue hasta mi cuello.

—     Buongiorno, muñeca.

—     Boungiorno, cielo —mis manos se van a su duro trasero y lo aprieto con gusto, él levanta una ceja mientras yo sigo moviendo debajo de él disfrutando de su miembro listo para mí.

—     Empiezo a pensar que solo me usas como objeto sexual...

Sonrío al oír su queja mientras se mueve dejándome saber que está tan listo como yo para iniciar el día con un buen sexo mañanero.

—     ¿Estás quejándote?

—     Jamás, muñeca... que me uses me hace muy feliz.

Ambos reímos y vuelve a besarme dejándome el corazón agitado a causa de ese amor que corre con fuerza por mis venas.

Marcello empuja la sábana y lleva sus labios sobre mis pechos, levanta mi camiseta de seda y besa mi vientre logrando que todo mi cuerpo se estremezca. Con uno de sus dedos trata de bajar un poco el short que llevo puesto, pero un golpe en mi puerta lo hace detenerse.

—     Dile a Agnella que olvide el desayuno —susurra besando sobre la seda del short.

—     No es Agnella —susurro sonriendo, él me mira sorprendido— es Victoria.

—     ¿Tía, has despertado? — susurra la pequeña detrás de mi puerta.

Me quedo observando a mi hombre perfecto debatiendo entre sus ganas de follar y el cariño que sé le tiene a la pequeña niña. Finalmente se deja caer sobre mi sexo aún oculto y me mira desde allí con cara de niño enfadado.

—     Si no le tuviese tanto cariño...

—     ¿Tía? —Grita la pequeña.

—     Voy cariño —respondo a su llamado mientras mi chico favorito llena de besos mi cuerpo hasta que se detiene en mi boca— no creas que no me pagarás esta sesión de sexo mañanero ¡eh! —me regala una mala mirada al oír la palabra sexo saliendo de mi boca— perdón, de amor mañanero...

—     Te lo compensaré con gusto —me besa y luego se levanta de mi cama— estaré en el baño hasta que a mi amigo —susurra señalando su evidente erección— Se le pase la emoción...

Demente Amor - Los BaccherelliWhere stories live. Discover now