Me siento sobre el jardín y observo la lápida que ahora lleva el nombre de mi madre. Recuerdo que hace un año pasé este día con ella, recuerdo la cena que hizo para mí, lo feliz que me sentía en ese momento y la falta que me hace ahora.
Arreglo las rosas que he comprado para ella y me pongo de pie. Acomodo mi vestido negro de encaje y respiro profundo.
— Me sigues haciendo falta, mama... mucha falta.
Es 23 de septiembre, hoy cumplo 37 años, me hago mayor y como en otras ocasiones no me siento nada feliz. Me falta mamá, me falta mi abuela... me falta él. Me falta su alegría de las mañanas, el sonido de su risa, sus hermosos ojos...
Como me haces falta, vida mía.
Le sonrío con pesar a la tumba de mi madre y camino de regreso al auto. Henry abre mi puerta y me ayuda a entrar. Me aseguro el cinturón y observo por la ventana mientras me alejo del lugar.
— ¿A dónde la llevo, señorita?
— Al hotel, por favor —Henry asiente y sigue conduciendo— Activa el Bluetooth, por favor.
Henry presiona la tecla y mi móvil se conecta al equipo de sonido del auto. Busco la canción que había estado escuchando y me recuesto de mi asiento.
"Te persigo, te encuentro y me vuelvo a alejar. Nos rozamos, me escondo y te olvido. Me despiertan tus pasos viviendo detrás... arañando momentos conmigo "
— No me importa la vida que dejo detrás, no hay descanso al andar, no hay consuelo —cierro los ojos y dejo que las lágrimas caigan— Y tras de mí, los restos de una guerra aun por terminar. El día a día, el cuerpo a cuerpo sin final... Yo hoy aquí, termino aquello que empezaste... ¡Ya no hay tiempo de volver! Ya no hay nada que empezar, no tiene razón de ser...
Esa mañana me hago la fuerte y sigo con mi vida como siempre, fingiendo que todo está bien. Mi hermano está en Milano y Raffaelle llegará en un par de días de Caracas. Ni siquiera está Victoria porque también se fue con Raffi.
Recibo un ramo de flores de Raffaelle y eso hace que mi día se pinte de mejor color. Asisto a dos juntas y cuando sé que puedo evitar más reuniones, le informo a Betina que me marcharé. Tomo mis cosas y salgo del hotel sin prisa. No he llamado a Henry así que puedo irme sola a casa y lamentar mi soledad cumpleañera.
Conduzco hasta la que es ahora mi casa. Aquel lugar que Raffaelle compró por presión de mi abuela y mía, y que hace poco pasó a ser de mi propiedad. Es una casa grande, bonita y muy bien distribuida, es más pequeña que la que teníamos y eso está bien. Solo estamos Victoria y yo así que no necesitamos tanto espacio.
Estaciono en mi lugar y saco las llaves de mí bolso negro. Abro la puerta y cuando estoy dentro mi corazón se detiene cuando todos saltan y gritan... ¡SORPRESA!
Mi salón está decorado con globos blancos con filos dorados. La mesa tiene un mantel dorado, han sacado la vajilla que mamá usó para navidad y la han decorado con servilletas y velas. Mi hermano está abrazando a su esposa y está tiene una gran sonrisa mientras mira mi cara de asombro.
Raffaelle tiene en sus brazos al precioso niño que al verme sonríe ampliamente y María José tiene de la mano a Victoria, quien ha elegido un vestido dorado acorde con la decoración. Mi hermana que ha logrado crecer tanto que ya es de mi tamaño está usando un vestido negro y unos tenis dorados, ella es más sencilla al vestir y aunque he intentado que cambie un poco su estilo, no lo he logrado, pero me hace tan feliz verla junto a su padre.
Mi felicidad logra hacer que las lágrimas de tristeza cambien y estoy llorando de emoción. Había llegado a pensar que pasaría ese día totalmente sola, pero me he equivocado, mi familia está aquí.
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Demente Amor - Los Baccherelli
Teen FictionSophia creció en un hogar lleno de gritos y maltratos, un hogar que distorsionó la palabra amor en su corazón y la hizo saber que en un mundo en guerra, las niñas ya no deben esperar por un príncipe. De carácter fuerte, decidida y segura de lo que...