Capítulo 31

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En la actualidad.

Esa mañana, todo me parecía gris, todo había perdido color, porque sabía que lo había perdido a él. No era la primera vez, pero estaba segura que esa sería la última. Había pasado casi un año desde esa mañana cuando creí que podía ser más fuerte que el miedo, cuando pensé que era verdad, que él y yo podíamos ser felices, pero me equivoqué.

No importaba si nos amábamos, no importaba si habíamos vivido cosas hermosas y nos habíamos abrazados en los momentos difíciles, el miedo no se iba. El miedo era lo único que no se iba y cada vez que lo veía abrazando a Mateo o acariciando el vientre de María José, sabía que él lo deseaba, que estaba sacrificando un sueño, un deseo personal solo por mí y me dolía mucho.

Miro por la ventana y contemplo lo fría y gris que luce la ciudad. Es invierno y luce de la forma como me siento.

—     ¿Se siente bien? —pregunta Henry mirándome desde el asiento delantero.

—     Estaré bien —susurro— Ya he pasado por esto...

—     Pensé que ya lo había superado...

—     Lo haré, más temprano que tarde lo haré, estaré bien, volveré a sonreír y todo volverá a la normalidad.

—     Me refería a su miedo de ser feliz con el señor Marcello.

—     No, ese miedo no se ha ido y creo que no lo hará.

Henry mete el auto dentro del estacionamiento del hotel y abre mi puerta.

—     ¿Recoges a Victoria y luego vienes por mí?

—     Está bien...

—     Gracias Henry.

Él me sonríe y yo sigo mi camino hasta el ascensor. Trato de tragarme mi dolor y me pongo la máscara de mujer fuerte frente a los demás. Llego hasta el piso donde están las oficinas y puedo ver a Raffaelle en la suya. Está vestido de traje, luce hermoso, luce tan respetable que no puedo evitar sonreír.

Sigo mi camino hasta mi oficina y me sorprendo cuando dentro encuentro a mis dos hermanos.

—     ¡So! —grita Daniela, mi pequeña hermana.

Ella corre hacía mí y me abraza. Alessandro mueve su cabeza en saludo y yo imito su gesto.

—     ¿Cuándo llegaste? —pregunto llevándola de regreso al sofá donde está Alessandro.

—     Ayer, pero estábamos cansados del viaje por esto no los llamé...

—     ¿Qué tal el descanso? —pregunto acariciando sus manos.

—     Bien, le estaba contando a Christopher que papá venderá la casa de Mendoza.

—     ¡¿Qué?! —exclamo sorprendida ¿Y eso por qué?

—     Papá quiere comprar una casa aquí así que venderá la de Mendoza.

Mi hermano me hace señas de que no diga nada así que dejo pasar el tema aunque no me agrada. Es cierto que no es problema mío si Ignacio vende o no esa casa, pero mamá amaba ese lugar, mi hermana creció allí y ellos suelen visitar Argentina cada tres o seis meses y puedo imaginar que si quiere venderla es por dinero.

Mi hermano luce tranquilo mientras Dani sigue contándonos sobre sus pequeñas vacaciones en Argentina, nos cuenta sobre sus amigas y las tías que tiene allá, amigas de mamá que la conocen desde que nació y ella quiere mucho.

Demente Amor - Los BaccherelliWhere stories live. Discover now