CAPÍTULO 3

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I

Contra mis propias expectativas, Macoa parece crear un vínculo casi inmediato con Rufus

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Contra mis propias expectativas, Macoa parece crear un vínculo casi inmediato con Rufus. Y, a pesar de que esto no se amolde a mis planes, podría resultar en algo interesante; los sigo.

Ambos tienen aproximadamente la misma edad. Macoa, sin embargo, es bastante más alto y fornido. Él se ve ya como un adulto mientras que el pequeño Hallward aparenta ser incluso menor de lo que en realidad es.

Supongo que, para ambos, es el primer contacto con otro joven que han tenido en mucho tiempo. Sus mundos son distintos, han tenido vidas muy diferentes y eso les genera una inmensa curiosidad.

Caminan por los jardines de la mansión mientras conversan. Macoa le cuenta a su nuevo amigo sobre las maravillas y los terrores del mundo. Habla sobre las extrañas criaturas que hemos conseguido y sobre las excentricidades de la clase alta. Rufus escucha atento. Tiene una roca en sus manos; la moldea cada varios minutos, forma distintas figuras que se ajustan a cómo él imagina lo que el otro describe.

—Deberías visitar Omanthag algún día —sugiere Macoa—. En la costa, por las noches se puede ver la silueta de las sirenas que practican su canto justo encima de donde tienen su refugio submarino. No las escuchas, claro, pero las ves. Están demasiado lejos y no permiten que nadie se les acerque. Nos dijo un pescador que, de aproximarnos, hundirían nuestro barco. Son feroces.

—¿Son hermosas? —inquiere Rufus.

—Mmm... no realmente —miente el otro, que no las ha visto de cerca—. Tienen cara de pez. O sea, se nota que no son humanas. ¡Y sus colmillos dan miedo! Lo peor es que huelen horrible —añade al final con un gesto de su mano.

Rufus ríe.

—Me decepcionas. Yo siempre las imaginé hermosas, casi divinas. Las pensaba como damas delicadas, como princesas.

—Eso es porque en este reino solo tienen las costas congeladas del sur. Casi nadie ha ido a Omanthag.

Conversan un rato más. Me agrada ver el modo en el que Macoa inventa una mentira tras otra para impresionar al joven artista. Se aprovecha de su ignorancia y de su credulidad. No lo hace con malicia, sin embargo, sino como una forma de buscar su aprobación y admiración. Es su ego el que habla. Su vert todavía reprimido, atrapado bajo los restos de su frimt. En su alma, ambas partes coexisten en un equilibrio que favorece a la maldad, pero que no destruye por completo la bondad.

Es una lástima que deba cortar pronto sus lazos. Macoa no se quedará en la mansión Gray por demasiado tiempo. Tengo planes para él.


II

 II

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Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora