CAPÍTULO 8

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I

Dorian sufre de una pesadilla

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Dorian sufre de una pesadilla. Ve a todas las personas a las que les ha arrebatado la vida. Regresan a cobrar sus venganzas. Se arrojan sobre él y le arrancan la piel a jirones. Le roban uno de los ojos y le cortan la lengua; arrebatan todo su cabello hebra por hebra. Su madre, Margaret, sostiene uno de sus brazos y le quita las uñas, luego los dedos. Su padre, Oscar, le arranca el rostro de un solo tirón y lo coloca sobre su propio semblante. Sibyl Vane también lo ataca, enfurecida y rabiosa, con espuma blanca entre sus labios; ella lo muerde en el corazón, se lo arranca con los dientes sin piedad. Pero mi protegido no siente dolor, solo miedo. Paralizado, observa cómo le arrebatan todo. A lo lejos, el retrato le sonríe con malicia, recupera su perfección ante la decadencia de Dorian Gray. Despojado incluso de sus órganos vitales, el humano cae al piso y con el único ojo que le queda, llora frente a la perfección del cuadro que pareciera reír, burlarse de él en silencio.

Y despierta.

Un trueno resuena en la lejanía. La tormenta comenzó en algún momento de la madrugada y empeora con el paso de los minutos. El viento sopla con violencia contra la ventana, sacude el vidrio como si deseara ingresar.

Amo esta clase de noches. Sé que muchos de los míos están recorriendo el mundo en busca de entretenimiento y de algo que alimente sus existencias. No podemos vernos ni sentirnos entre nosotros, pero sabemos que somos varios, lo percibimos en el reflejo de la decadencia humana, en las consecuencias de nuestra intervención.

Dorian Gray abre los ojos, agitado. Maldice una y otra vez. Odia las pesadillas que lo invaden con cierta asiduidad. Su cuerpo desnudo está cubierto por transpiración fría; tiene el cabello pegado a la nuca. Su corazón late con prisa todavía. Se ve hermoso, como siempre; su silueta escultórica se delimita cada vez que un relámpago ilumina el firmamento nocturno.

Se quita las mantas. Detesta la suciedad y el sudor. Quiere darse un baño, pero no tiene ganas de ir a despertar a uno de sus sirvientes. Los humanos son más torpes cuando deben trabajar luego de que interrumpan su sueño.

Cuando su cuerpo se calma, bosteza. Dorian se frota los ojos con ambas manos y observa la habitación en penumbra como si en ella esperase ver a otra persona. Estira sus brazos hacia el techo antes de ponerse de pie.

Camina desnudo por la habitación, se siente inquieto. Duda poder conciliar el sueño otra vez, las imágenes de la pesadilla siguen grabadas en su mente con demasiada frescura. Avanza hasta la ventana y se acomoda entre ambos paneles de las cortinas. Se pregunta cuánto falta para el amanecer. De pie frente al vidrio, analiza la oscuridad abismal del paisaje. Desde su habitación no logra ver otras construcciones o caminos, solo el extenso jardín lateral de la mansión, el inicio del bosque y la cordillera a lo lejos. E incluso las montañas se camuflan con el cielo en medio de la noche.

Coloca las manos sobre la ventana; un nuevo relámpago vuelve blanco el cielo por un instante. En ese efímero momento, Dorian observa su reflejo, la perfección de su anatomía. Es hermoso y lo sabe.

Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora