I
Por la mañana, le he dado las malas noticias a Rufus Hallward: nadie sabe cuál es el paradero de su hermano. Le permití también, por recomendación de Dorian, que fuese al criadero del bosque y que pidiera ayuda a Allan Campbell para buscar a Basil desde el aire.
Entusiasmado, el pequeño se marchó. Está agradecido por la ayuda, por el apoyo que le damos cuando, en realidad, lo que yo quiero es una oportunidad para entrar al atelier sin ser detectado. Dorian me ha contado su plan y, aunque requiere de mi ayuda, la idea le pertenece y me parece bastante buena.
Nos desharemos del cadáver antes de que su pútrido aroma alcance los pasillos de la mansión. Lo dejaré en un sitio en el que pueda ser hallado pronto, pero lejos de la residencia Gray. Me espera una larga tarde de trabajo coordinado, todo tiene que ser preparado con cautela y en detalle para no levantar sospechas. El buen nombre de Dorian no puede mancharse todavía.
Espero a que Rufus abandone la mansión. Una parte de mi esencia lo acompaña para seguir sus movimientos durante la jornada. Le he recomendado ir primero a la zona del puerto y luego a la ciudad, porque son los dos lugares con mayor actividad. Le dije que por favor nunca se quede solo en sitios peligrosos y le entregué incluso una daga para que pueda defenderse en caso de un asalto.
Mi buena disposición me sorprende hasta a mí.
Ingreso primero a la habitación que contiene el cuadro. Allí, el cuerpo pálido del pintor descansa con el rostro destrozado contra la alfombra. Es apenas reconocible, con su barba endurecida por la sangre reseca y los ojos desorbitados. Un grito mudo se dibuja en su mandíbula descolocada. Creo que todavía no huele tan mal, pero es indispensable que me deshaga de él.
Me agacho junto a sus piernas y lo tomó por ambos pies, de esta forma no arruinaré mi ropa. Invocarla de nuevo sería tedioso.
Cierro los ojos y me concentro en uno de los varios paisajes que atravesamos en nuestro viaje. Con la imagen en mente, me hago intangible junto con Basil Hallward. Creo que he hallado el sitio ideal: desolado, pero también transitado. Un lugar en el que lo hallarán si realmente lo buscan.
Al regresar, limpiaré la alfombra. No es necesario, pero me agrada la pulcritud. También debo tomar los papeles que Dorian dejó en su escritorio para mí; por fortuna, puedo aparecer y desaparecer donde quiera, cuando quiera. Este asunto no debería tomarme más de diez minutos.
II
Rufus regresa casi a medianoche, cabizbajo. La decepción se atisba en cada mínimo rasgo de su rostro. Tiene los ojos enrojecidos a causa del llanto, sus manos tiemblan.
Dorian y yo lo recibimos en el umbral de la mansión y lo acompañamos al comedor para que pueda cenar. Tenemos que brindarle todo nuestro apoyo, demostrarle que también nos preocupa la misteriosa desaparición de su hermano.
No lo esperamos para comer con él, pero nos sentamos a la mesa y le permitimos alimentarse mientras el ritmo de su corazón se calma.
—Algo me dice que no lo has hallado —rompo el silencio—. Cuéntanos tu recorrido.
El joven Hallward asiente. Explica a paso lento y con cierta dificultad su día, los establecimientos a los que ingresó y dónde preguntó, repite conversaciones que tuvo y sacude su cabeza, molesto tal vez consigo mismo y con su fracaso. Se esfuerza por no llorar, pero la desesperación es palpable en las palabras que pronuncia.
—¿Por qué se fue? —pregunta por tercera vez—. ¿Es mi culpa? ¿Dónde está? Mi hermano nunca me ha dejado solo por tanto tiempo —susurra.
—¿Has revisado sus cuadernos?, ¿su habitación? —sugiero—. Quizá te dejó alguna nota explicativa.
—Él no haría eso —niega—. No le agrada que otros toquen sus pertenencias, en especial las del taller.
—Mañana mismo contactaremos a las autoridades —asegura Dorian, actúa—. A primera hora enviaré a alguno de los empleados. ¡No puedo creer que el mejor artista del reino se haya desvanecido de la noche a la mañana! —maldice con educación.
—Definitivamente es un suceso por demás extraordinario —concuerdo con mi protegido antes de dirigirme otra vez a Rufus—. ¿Se ha comportado extraño en los últimos días?
—No lo sé... —admite el joven—. Hace tiempo que duerme mal, se lo veía deprimido casi todos los días, pero lleva años así y, como no le gusta preocuparme, siempre me sonríe y me dice que está bien.
Nos sumimos en un silencio extenso.
Dorian piensa en sus deseos de acabar con toda esta farsa de una vez, tiene otros asuntos que le importan más. Se pregunta si debería deshacerse también de Rufus, pero sabe que no es lo idea, que atraería sospechas.
El joven Hallward busca detalles e indicios en su memoria, cualquier clase de elemento que pueda decirle qué ocurrió con su hermano.
Yo me aburro; no puedo esperar a que los engranajes se muevan otra vez.
ESTÁS LEYENDO
Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)
FantasyEl calendario y el reloj son herramientas para esperar pacientemente por el propio final. Y absurdo es el actuar de Dorian Gray frente a estas verdades. Mi protegido es, hasta donde mis conocimientos abarcan, el único ser que ha nacido mortal y goz...