I
Varios golpes llegan a oídos de Dorian Gray. Toma sin prisa su reloj de bolsillo y confirma que ha llegado el horario pactado para la reunión con algunos de los ministros conmigo, el consejero. El tema de conversación no ha sido explicado todavía. Mi protegido debe pensar que se trata de una nimiedad económica o de alguna propuesta que requiere de su aprobación. No sospecha que se trata de algo más importante, que él será el centro del debate.
—Adelante —ordena el monarca, resignado. Hace a un lado los papeles que estaba revisando sobre la empresa de monturas y finge estar ocupado con correspondencia real. No levanta la mirada de lo que escribe todavía.
Abro la puerta con cierta brusquedad y sonrío, sé que mi presencia le resultará ingrata.
—Su alteza —saluda uno de los ministros—. Agradecemos que nos haya brindado parte de su valioso tiempo para...
Dorian hace un gesto con su mano derecha para que cierre la boca. El hombre asiente desde el umbral y avanza, junto al resto de la comitiva, al interior del despacho.
—En pocas palabras, expliquen el motivo del repentino pedido por una audiencia privada. Tengo numerosas ocupaciones y no es sencillo acomodar nuevas tareas en mi agenda —murmura Dorian, todavía fingiendo concentración.
—Estamos preocupados, majestad —dice otro ministro, un tanto más anciano que el resto.
—¿El motivo? Vaya al grano, señor Di Isaiah —insiste el rey.
Los hombres intercambian una mirada preocupada, ninguno quiere ser quien exprese en palabras el problema. ¡Malditos humanos! Son unos cobardes.
Suspiro y me hago cargo de arrojar lo que los otros callan. No pensaba decir palabra alguna hasta el final, pero no me molesta demasiado tirar leña al fuego y ver luego cómo se queman estos hombres frente a mí.
—Nos preocupa usted —suelto.
Dorian alza la cabeza y enarca las cejas. Me mira con odio, a lo que yo sonrío.
—Explíquese, Lord Wotton. Comienzo a perder la paciencia.
—Verá, majestad —digo si título con cierto sarcasmo—. Hay rumores en el palacio, miedos incluso. Como sus mas fieles servidores, hemos debatido al respecto. Al no hallar unidad en nuestra postura, consideramos que lo pertinente sería consultar esto en persona con usted. Verá, solo queremos hacerle una pregunta muy sencilla: ¿es humano, su majestad? ¿O es su juventud un producto del infierno?
—"¿Qué se propone con esto?" —pregunta mi protegido en silencio.
—"¿Yo? Nada, amigo mío. Solo vocalizo lo que ellos quieren decir y no se atreven. Es un acto de bondad hacia mis colegas" —miento.
—¿Alteza? —llama Lord Archoly, nervioso ante la ausencia de una respuesta.
—No es nuestra intención faltarle el respeto, solo queremos reafirmar la tranquilidad de que trabajamos para un hombre justo y no para un demonio —añade otro ministro.
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Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)
FantasyEl calendario y el reloj son herramientas para esperar pacientemente por el propio final. Y absurdo es el actuar de Dorian Gray frente a estas verdades. Mi protegido es, hasta donde mis conocimientos abarcan, el único ser que ha nacido mortal y goz...