I
La corte está reunida en el palacio, siempre es así en este reino. El ocio y las celebraciones dominan el tiempo del rey y de sus allegados. Cuando un humano tiene más dinero del que necesita, las obligaciones se reducen se delegan; sin nada útil por hacer, se entregan a las frivolidades a las que otros mortales no pueden acceder.
Decenas de nobles enmascarados gozan de una tarde entre lujos y excesos mientras se ganan, en menor o mayor medida, el favor del Reuben VI. Predominan los hombres, detalle que es usual en este siglo, pero que ahora excede la proporción normal. La noticia de la ruptura del compromiso de la princesa ha volado con el viento a través de la cordillera y nuevos candidatos llegan a Alangtrier como bestias que han encontrado a su presa. El trágico asesinato del duque ha quedado atrás y, una vez pasado el funeral, lo ocurrido cayó en el olvido.
Sophronia les es indiferente a todos los que intentan cortejarla, rechaza obsequios costosos e inútiles y se aleja de quienes son más osados. Solo se acomoda en el palco real cuando su padre la obliga a presentarse o cuando cree que necesita ser cortés con los que han viajado durante días para conocerla. Pasa la mayor parte de su tiempo en la capilla del palacio, orando a no sé qué deidad en la que creen aquí mientras recita de memoria fragmentos de El libro de las verdades.
Pide por su futuro junto a Dorian. Ruega que algún ser "superior" oiga sus plegarias y le permita casarse con su amado.
Y no sabe que yo la he escuchado, que cumpliré su deseo.
Contengo una carcajada cada vez que pienso en ello. La princesa pide con insistencia su propia ruina, su perdición. Será todo un placer concedérsela.
—Espero que el plan de Dorian funcione —murmura cuando termina con sus oraciones del día. Se pone de pie, recoge la máscara que reposa sobre un pedestal a su derecha y suspira—. Hoy es el gran día.
Está preparada para convertirse en otra actriz en la obra que el joven Gray protagoniza y que cree dirigir.
Pronto se unirá a la corte, reconocerá la máscara de su amado y seguirá nuestros movimientos desde la lejanía hasta que llegue su momento de intervenir.
Sophronia se sostiene la falda del vestido y recorre los absurdos pasillos con la frente en alto y el pecho inflado, atraviesa los distintos recovecos mal decorados hasta el salón principal. En silencio, se acomoda en el trono sin saludar a su padre. Su vista se enfoca en la multitud de máscaras. Está nerviosa, sus pies se mueven sin cesar, su corazón late con prisa. Sabe que nada asegura que el plan funcione.
Entiende que el riesgo es grande, pondera incluso posibles planes de acción en caso de que lo que hemos orquestado no funcione. Está dispuesta a cometer cualquier locura por amor.
Con disimulo, Dorian y la princesa cruzan sus miradas en medio de la multitud, intercambian una sonrisa entre cómplice y anhelante que se disuelve con prisa para evitar sospechas de terceros.
ESTÁS LEYENDO
Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)
FantasiaEl calendario y el reloj son herramientas para esperar pacientemente por el propio final. Y absurdo es el actuar de Dorian Gray frente a estas verdades. Mi protegido es, hasta donde mis conocimientos abarcan, el único ser que ha nacido mortal y goz...