I
En apenas dos días después del descanso de Dorian, todo parece marchar ya con buen ritmo. Se le envió una misiva al rey Reuben VI para avisarle sobre nuestro fortuito regreso y para pedirle una audiencia que nos permita exponer lo ocurrido durante el viaje y las monturas adquiridas para la familia Gray y para la realeza. También se ha puesto orden al equipaje y se creó un calendario con las actividades próximas.
Los humanos viven sus vidas al pendiente del paso del tiempo, después de todo.
Alan Campbell nos visita en la mansión; ha cambiado bastante, se ven ya los signos de su prematura decadencia. Un desafortunado accidente lo ha dejado cojo de la pierna derecha; Dorian permite que siga a cargo de todos los establos y criaderos porque sabe que es el hombre indicado, el mejor para hacerlo. Este humano tiene el don ideal para trabajar con la familia, además de que lleva décadas ejerciendo su profesión. Ahora ya casi no está en contacto directo con las bestias, pero es quien dirige al resto de los empleados campestres. Tiene la piel reseca por pasar demasiado tiempo bajo el sol y sus manos muestran ampollas y cicatrices que jamás sanarán.
Se ha acicalado para el encuentro con su jefe. Su barbilla muestra algunos cortes causados al afeitarse y el cabello está limpio, aunque desparejo. Lleva ropa con mucho uso y un tanto grande para su talla, pero sin tierra ni sudor. Se colocó algún perfume barato luego de bañarse. Y, a pesar de que el aroma a establos lo tiene ya impregnado en su persona, creo que Dorian aprecia el esfuerzo. Después de todo, es un gran admirador de la belleza y la imagen que tiene frente a sí de Alan Campbell es lo más bello que el hombre puede lograr. Es repugnante en comparación con mi protegido, pero podría ser mucho peor.
—Las monturas ya han sido aseadas y alimentadas. Regresaron en mejor estado del que había esperado, se las nota fuertes y saludables —dice el empleado con fascinación al comenzar con su informe—. Necesitan descansar antes de poder alzarse en una nueva travesía —añade.
—Eso mucho no me importa —admite Dorian—. Ya hemos regresado, después de todo. Cuénteme sobre los tecku-tacka, sobre los dragones de tierra, ¿han podido domar a las hidras?, ¿Han nacido las crías de los rucs?, ¿logró encontrar una dieta hervíbora para las estirges de Omanthag? Lo escucho.
Mi protegido se cruza de brazos sobre el escritorio. Clava sus ojos en los del empleado, sabe que eso le incomoda. Alza una ceja, ansioso. Yo me mantengo de pie en un rincón, juego con mi bastón porque ya conozco todas las respuestas.
Quizás, he sido imprudente al vigilar la mansión Gray mientras viajábamos porque toda novedad es para mí ya una noticia vieja. Nunca le dije a Dorian lo que hacía, me pareció innecesario. Y ahora, pago el precio con mi tedio. Intento pretender que me interesa lo que oigo, pero no es así.
—Botsy... —comienza a decir, pausa, traga saliva y continúa—. Señor, Botsy está ya en sus últimos meses. Creo que le agradaría verlo una vez más. Los alicantos son criaturas muy fieles a sus amos.
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Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)
FantasiaEl calendario y el reloj son herramientas para esperar pacientemente por el propio final. Y absurdo es el actuar de Dorian Gray frente a estas verdades. Mi protegido es, hasta donde mis conocimientos abarcan, el único ser que ha nacido mortal y goz...