I
Es hora de entrar en acción. Dorian se separa de los invitados, se esconde entre los pasillos oscuros e ingresa a una habitación vacía. Si su plan de esta noche no es descubierto, le será sencillo alcanzar su meta.
—"¿Estás listo?" —pregunto dentro de su mente.
—"Apresúrese" —responde él, impaciente. Percibo un dejo de preocupación en su voz.
Empiezo a murmurar las palabras correctas con paciencia y al ritmo de una melodía que no sé dónde o cuándo escuché. Pronuncio colores y formas, tantos detalles como creo conveniente.
Una sombra envuelve a Dorian y toma forma poco a poco alrededor de su cuerpo. Se amolda a su figura con delicadeza y a gran velocidad. El traje nuevo cae al piso prenda por prenda y del manto negro surge mi protegido con sus nuevos atavíos, tan comunes que no llamarían la atención de nadie. Tan mágicos que la gente olvidará incluso haberlo visto pasar. Sobre su rostro, una máscara blanca sin detalles. En su mano sostiene otra que va a juego, pero en azul.
—Te prometí mi ayuda y aquí la tienes. Ahora, ve y entretenme. Hazme reír, hazme disfrutar de la fragilidad humana.
—No le daré las gracias, porque podría haberme cambiado de ropa sin su ayuda. Pero tenga por seguro que romperé a la princesa de la misma forma en que usted quiere romperme a mí. —En su voz hay una amenaza, una apuesta a medio pronunciar.
Me encanta.
Mi presencia en forma humana ya no es requerida. Opto por volverme intangible y seguir a Dorian. No quisiera tener que intervenir otra vez, detesto ser yo quien mueva las piezas. Pero, si es necesario, lo haré. El joven Gray no puede caer sin haber alcanzado la cima primero.
Dorian regresa a la celebración. Camina con naturalidad, aunque cabizbajo para ocultar su maravilloso porte aristocrático. Se mezcla entre la multitud sin inconvenientes, nadie le presta atención. No lo detienen para hacerle incómodas preguntas ni para pedirle un baile; es casi un espectro indetectable. Está ahí y lo ven, pero no lo notan. Ningún noble se pregunta siquiera por qué lleva otra máscara en sus manos.
Mi protegido se aproxima con cuidado al palco real. Desde lejos puede notar que el rey ya está ebrio, con una de sus sirvientas sentada sobre su regazo. La princesa, a su lado, lee El libro de las verdades y bosteza. Cada tanto alza la mirada y revisa la multitud; de seguro lo busca a Dorian, a su galán.
Él sonríe al comprenderlo. La situación es incluso más favorable de lo que había previsto. Se suelta el cabello, porque sabe que se ve incluso más hermoso así, y continúa su camino hacia la princesa.
Sophronia II no lo nota al comienzo. Ve al extraño de pie frente a ella y lo ignora, continúa con su lectura. Sabe que hay algo en él que llama su atención, pero no es el hombre al que busca, o eso cree en su vistazo fugaz.
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Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)
FantasyEl calendario y el reloj son herramientas para esperar pacientemente por el propio final. Y absurdo es el actuar de Dorian Gray frente a estas verdades. Mi protegido es, hasta donde mis conocimientos abarcan, el único ser que ha nacido mortal y goz...