CAPÍTULO 25

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I

¿Qué significa ser un humano? Si le preguntáramos a diversos mortales, cada uno presentaría una definición con un enfoque particular

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¿Qué significa ser un humano? Si le preguntáramos a diversos mortales, cada uno presentaría una definición con un enfoque particular. Dorian Gray es, tal vez, el único hombre que no hallaría las palabras adecuadas para responder a dicha interrogante. ¿Es él un humano?

La incertidumbre lo atormenta desde el amanecer y hasta el ocaso. En las noches, se escabulle con frecuencia al cuarto donde se refugia su retrato y medita. Le habla a la imagen como si en ella pudiera hallar las respuestas que su mente no concibe. Por momentos, se enfada. Grita y amenaza al reflejo de su propio vert, a la oscuridad que ha devorado sus bellas facciones en el óleo. Otras veces, tan solo ríe. Carcajea ante la fealdad de su alma.

Temo que comienza a perder la cordura, que su mente no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a la eternidad. Es posible que los humanos, como especie, no estén preparados para lo que va más allá de sus preconcepciones mortales.

Mi protegido está nervioso. Mira sobre su hombro cada varios minutos y cree ver en los rostros que encuentra a un enemigo. Está convencido de que lo juzgan en silencio, de que murmuran calumnias a sus espaldas.

No confía en nadie. Nunca lo ha hecho, pero ahora esa paranoia va más allá de lo habitual.

Teme que todo lo que se ha esforzado por construir se derrumbe en un parpadeo. Está cansado y aburrido de mantener distraída a la reina con sus caricias y sabe que ya no puede seguir aplazando la reapertura de la corte.

Las invitaciones ya han sido enviadas a los nobles y a los comerciantes más influentes del reino de Alangtrier. No son los mismos que se paseaban por el palacio en los años de apogeo de Reuben VI, sino que el nuevo rey ha realizado una selección minuciosa en base a sus propios intereses y a la información que le han brindado los ministros.

Quizá sin notarlo, ha optado por rodearse de jóvenes bellos. En la nueva corte, el más anciano tiene apenas treinta y cinco años. Ninguno de ellos es perfecto ni se compara en hermosura con el monarca, pero sí se destacan por sus siluetas acorde a los estándares de belleza de esta época.

Las mujeres que se pasearán por los pasillos tienen cinturas angostas y caderas anchas, bustos moderados y piernas largas. Los hombres se destacan por su altura y buena postura, por la elegancia de sus movimientos y la blancura de sus dientes.

Los he inspeccionado uno por uno en los últimos meses. La nueva corte de Alangtrier se destacará, sin lugar a dudas, por su estética. Por la belleza de los integrantes. Y es lógico, creo yo, que un rey feo se rodee de personas feas mientras que un monarca hermoso prefiera la compañía de otros agraciados.

Y es que ahí radica una de las tantas características humanas que se repiten a lo largo de los siglos y de los continentes. Quien se considera inferior busca camuflarse en una multitud de seres incluso más inferiores que él mismo. Es normal, por ejemplo, que una muchacha con sobrepeso quiera forjar amistad con otras incluso más obesas para que, de esta forma, cuando se encuentren reunidas, ella se destaque entre las demás que la acompañan. El mortal que se considera superior, en cambio, opta por la búsqueda social de la aceptación de quienes, al igual que él, son agraciados; confía en que, a pesar de todo, seguirá destacándose. Un rey hermoso no se ve en la necesidad de concretar una corte de feos porque la diferencia entre ellos sería abismal.

Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora