Esa semana se había pasado rápido para Simon. El trabajo lo tenía agotado en esta temporada. No había tenido tiempo ni para salir con su esposa e hija. En este caso, se podría decir que no había hablado mucho con su mejor amiga. Simon consideraba a Hannah como una mejor amiga. Es por eso que él le había prometido salir juntos esa noche. Iban ir a cenar al restaurante favorito de ella. Pero como siempre alguien tuvo que interrumpir.
-¡Simon! –Lena había llamado al celular del azulino.
-Hola Lena. Dime ¿pasó algo?
-Lo que pasa es que te he estado extrañando demasiado estos días y pensaba si es que podíamos salir.
-Sí claro. Amor tú solo dime cuando y yo voy. – Él estaba como loco por Lena.
-Uhm, hoy día. Ay que salir hoy. – Simon no podía. Hoy iba a salir con Hannah.
-No puedo Lena. Tengo que salir con...
- Hannah – bufó. – Siempre ella. Simon por qué no te divorcias de una vez. Si ella sabe que no la amas, por qué simplemente no la dejas. –Lena la odiaba y le molestaba demasiado cuando él hablaba de ella.
-Hannah es mi amiga y esposa. Yo no puedo dejarla.
-Pero si te separas, ella va a seguir siendo tu amiga. No veo la diferencia.
-La diferencia, es que mi hermandad con la empresa Parker se iría a la quiebra. Luego mi padre me mataría y mi madre no me volvería hablar, ya que ella la adora. Pero, por último, está mi hija. Sabes que Katie lo es todo para mí. – Lena nunca había conocido personalmente a la hija, pero si la había visto por fotos. A la chica, no le incomodaba que Simon hablara así de Katie. Para ella simplemente, Katie era una pequeña niña.
-Simon, por favor necesito verte. – Lena estaba muy insistente.
-Leni, ya te dije que no puedo.
-Por favor, vamos.
Hannah se había levantado contenta ese día. Simon le había dicho que iban ir a cenar juntos. A ella le emocionaba este tipo de salidas. Se tomó algunas horas para arreglarse y al final quedó preciosa. Su vestido negro, le enmarcaba bien su figura y sus aretes largos la hacían más linda. Para Hannah esa era su noche. Se estaba echando un poco de perfume cuando su celular sonó.
- Hannah – era Simon.
-¡Hola cariño! - Ella amaba llamarlo así.
-Quería, saber si no te molestaba que pasará nuestra ..... cena para otro... día. – Lena lo había convencido de salir con ella.
-Uhm, ¿por qué? ¿Tienes mucho trabajo?
-Este... sí. – No quería decirle que iba a salir con Lena.
-Simon, no te preocupes. - se sentó en su cama para poder tranquilizarse. – Será para otro día. Además, no me he alistado todavía. – Mintió.
-Uff que suerte. – suspiró desde la otra línea. – Bueno, me tengo que ir. Deséale dulces sueños a mi Katie, Bye. – Él se había despedido sin desearle "dulces sueños" a su esposa.
Hannah apenas escuchó que Simon había colgado, dejó que sus lágrimas acumuladas en sus ojos cayeran. Se había arreglado tanto para que con sólo una llamada él cancelara todo. Se sentía una idiota por pensar que le importaba a su esposo. Es increíble como este chico podía derrumbar su mundo en tan solo un minuto. Hannah se secó unas lágrimas y comenzó a quitarse los tacones y el vestido. Se desmaquilló poco a poco, mientras se veía al espejo y se repetía a sí misma que era un monstruo y una ilusa por pensar en algo que tenía el cártel de "IMPOSIBLE". Una vez escuchó que una mujer tenía que buscar a un hombre que le corriera el lápiz labial y no el rimel. Pero ella definitivamente había encontrado al hombre que le hacía correr el rimel y la dejaba hecha un horror.
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La de la mala suerte
RomanceHanna tenía 21 años cuando se casó con el joven empresario Simon Collins. Su matrimonio creció con falsas ilusiones y ahora 4 años más tarde lleva la vida que jamás imaginó. Simon Collins la amaba, pero aquel sentimiento cambió cuando fue prácticam...